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Derechos sexuales en Colombia

Mara Viveros es profesora del departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia y editora del libro Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia, de la colección Sexualidad Género y Sociedad, del CLAM. El mismo será presentado por el sociólogo Fernando Urrea el día 7 de septiembre a las 5.30 p.m. en el Auditorio anexo del Edificio de Postgrados de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia.

Este libro lleva a un público más amplio el debate que vienen desarrollando en Colombia investigadores, militantes políticos, responsables y ejecutores de políticas públicas en materia de sexualidad y derechos sexuales y reproductivos. Identifica hallazgos y lagunas en torno a estos temas para proponer un referente común sobre la sexualidad como construcción sociocultural e histórica y objeto de regulación pública. El volumen, que recoge parcialmente las memorias del Seminario “Hacia una agenda sobre sexualidad y derechos humanos en Colombia”, realizado en Bogotá en el 2004, inscribe la sexualidad en el ámbito de la construcción de ciudadanía y de la reivindicación de los derechos humanos. De este modo se intenta favorecer la multiplicidad de enfoques y miradas respecto a los desarrollos académicos, la formulación y aplicación de políticas sociales y la militancia en torno a la sexualidad como una dimensión fundamental de la vida social.

Profesora Viveros ¿Cuál es el contexto al que se suscribe esta publicación y qué representa en relación con los debates colombianos sobre los temas de género y sexualidad?

Quisiera comentar varias cosas en relación con el seminario y con el libro. Yo creo que el seminario llegó en un momento oportuno, recogiendo lo que estaba circulando en ese entonces en el contexto colombiano. Considero que la principal novedad fue abordar el tema de la sexualidad y del género en el ámbito de los derechos humanos, y por esto no es casual que nuestro seminario se llamara “Hacía una agenda sobre sexualidad y derechos humanos en Colombia”. Así pudimos aportar en la realización de un desplazamiento del tema de la salud sexual y reproductiva, que se inscribía más en el ámbito de la salud, hacia la cuestión de los derechos reproductivos y de los derechos sexuales.

Otra novedad del seminario, que se refleja en la publicación, fue que efectivamente reunió durante tres días los actores implicados en el tema. Considero que tuvimos una respuesta positiva a la convocatoria que hicimos, una respuesta cuantitativamente grande y cualitativamente interesante. Esto quizá se hace de forma individual, cuando algunos activistas leen los libros producidos por los investigadores o cuando algunos investigadores participan de los debates del movimiento social, pero casi nunca esta relación se hace explícita. Es decir, que estos encuentros se dan de forma fortuita o puntual pero no de manera sistemática, ya que no hay una voluntad política y académica de iniciar este diálogo. Lo que hicimos responde a esta necesidad y al mismo tiempo expresa la voluntad política de poner en diálogo a quienes en la vida cotidiana están enfrentados para tomar decisiones con relación a salud sexual y reproductiva, a quienes están en el ámbito de los movimientos sociales y a quienes están investigando. El libro entonces avanza en la explicitación de estos intercambios y en la apuesta de llevarlos a cabo, dado su pertenencia política y teórica.

En Colombia han pasado muchas cosas en este ámbito, desde que se realizó el seminario hasta el momento en el que sale el libro; por ejemplo se despenalizó el aborto en tres casos. ¿Qué cambios se dan y qué cuestiones permanecen del debate?

Yo creo que en los últimos dos años se ha intensificado el proceso que se identificaba en el 2004. En términos generales asistimos a la politización de los temas de sexualidad. Podría decirse, que frente a la institucionalización y domesticación del tema de género, el tema de sexualidad tomó el relevo como un asunto más contestatario.

Cuando hablo de domesticación del género, me refiero a que esta categoría experimentó un proceso de institucionalización, en el que su llegada se confundió con la solución de todas las desigualdades de género y de sus problemas concretos. La cuestión es que aunque el tema está muy presente en políticas públicas nacionales y en directrices internacionales no se ha resuelto lo fundamental, y queda mucho por hacer. A la vez hay una atmósfera de satisfacción y de saciedad que es ilusoria.

Volviendo a la idea anterior, el tema de sexualidad, en este momento, ocupa el lugar que ocupó en los años 70 y 80 el género como una cuestión que abre caminos, que plantea preguntas, que irrumpe, que transgrede, que incomoda y que hace pensar. Hay que resaltar entonces que la sexualidad se convirtió en un asunto público y político. Esto lo vemos de muchas maneras, tanto en el marco de la despenalización parcial del aborto en el ámbito de salud sexual, como en fenómenos más locales, como es el caso de los proyectos de política pública para la población lgbt de la ciudad de Bogotá. Este último caso es interesante, no solamente porque forma parte de una política distrital, sino porque también es una expresión de la democracia y de la diversidad política de una ciudad.

La novedad no es tanto que el tema aparezca, sino la forma en que aparece, cómo se adjetiva, el contexto en el que se nombra y para qué se usa. Cada vez más los temas de sexualidad y de género se convierten en indicadores de la extensión del campo democrático en la sociedad colombiana. Como vimos en las pasadas elecciones parlamentarias y presidenciales cuando se quiere saber la posición política de alguien, ya no solamente se tocan los temas habituales en relación con las políticas económicas o con el conflicto armado, sino que también se incluyen temas que antes no aparecían: violencia de género, despenalización del aborto, reconocimiento de las parejas del mismo sexo, diversidad sexual, etc.

Ahora, esta transformación no solamente se da en Colombia, sino que es global. En muchos lugares del mundo el tema de la sexualidad se convirtió en un indicador de democracia. En países como Holanda, para conseguir la nacionalidad se interroga por las posturas de los posibles ciudadanos en relación con la homosexualidad. Es decir, que a través de lo que se piensa en relación con la sexualidad se está midiendo la adhesión a un proyecto de sociedad democrática y moderna. Me parece que esto es una cuestión muy interesante que se ha venido analizando en otros países, pero que también lo vemos en Colombia. Colombia no se quiere “quedar atrás” en relación a ese proyecto moderno; incluso las feministas utilizaron como uno de los argumentos para la despenalización del aborto que Colombia no se podía “quedar atrás” en el concierto de naciones modernas.

El clima está cambiando, al parecer muy rápido. Yo creo que no era lo que sucedía en el 2004. En ese momento fue muy fuerte en el seminario el debate sobre la ley de parejas que cursaba en el congreso; ahora se vuelve a presentar una iniciativa legislativa en ese tema un poco distinta y eludiendo el tema de familia. Ahora surgen nuevos debates, por ejemplo en relación con la violencia de género y el retorno al concepto de violencia intrafamiliar. Por otro lado, en cuestiones de violencia intrafamiliar, como en el caso del Acuerdo de la ciudad Medellín, al tema de la violencia contra los niños, se incluyó la violencia de género y la violencia homofóbica.

Esto último me parece muy interesante, porque muestra que en lo público cuando se habla de lo sexual, de lo sexuado por decirlo así, estamos incluyendo a la vez temas de género y temas de sexualidad. Nuestro grupo, el Gessam, de alguna manera ha sido uno de los pioneros en el país en insistir en esta articulación. No hay que negar que en algunos momentos los intereses de género y los intereses de sexualidad no coinciden, incluso pueden ser contradictorios. Nosotros hemos insistido mucho en que cuando se habla de género estamos hablando de las relaciones sociales de sexo pero también de sexualidad, de las dos cosas. Esta es una característica del Gessam, y de nuestro trabajo.

¿Qué más se podría decir en relación a los cambios y permanencias en los temas de género y sexualidad?

Nosotros en el seminario también hablamos de otro tema que me parece muy interesante, aunque este sí no está muy presente en la escena pública: el acoso sexual. Todavía no se ha posicionado tanto en la agenda pública pero es posible que pueda emerger en otro momento.

Es importante anotar que hay temas que ya han estado presentes, los cuales actualmente, o se entienden de manera diferente o vienen acompañados por problemas nuevos. La maternidad y la opción a la maternidad, en términos contemporáneos tienen que ver, por ejemplo, con las técnicas de reproducción asistida. Por otro lado, la homosexualidad no solamente se aborda desde la posibilidad de vida conyugal, sino también de la afiliación, de la adopción. Se empieza a cuestionar la familia.

Precisamente en esto último que usted menciona se ve un estancamiento en el tema, a pesar de que se estén haciendo avances importantes en política pública. La familia sigue siendo un tema intocable, y la cuestión de la adopción en relación con las parejas del mismo sexo toca el límite de las posiciones.

El Estado efectivamente va respondiendo a demandas cada vez más fuertes y se encuentra en la tensión también de parecer lo más moderno posible. Pero en esto no hay que desconocer la gran ingerencia que sigue teniendo la Iglesia Católica en el contexto colombiano. Nosotros ganamos, desde la reforma constitucional de 1991, el reconocimiento de otras creencias religiosas, pero la práctica del catolicismo sigue siendo la dominante, sigue siendo el criterio moral más autorizado. Esto hay que entenderlo también en las cuestiones políticas del Estado, ya que las altas jerarquías eclesiásticas están emparentadas con las altas jerarquías políticas y económicas, lo cual no se acabará de un momento a otro.

A este panorama nacional hay que añadirle el hecho que a nivel global estamos en un momento reaccionario, no podemos seguir pensando que estamos en un momento progresista. Tomemos en cuenta el retroceso en el tema de salud sexual y reproductiva que ha significado la administración Bush. En los países del Tercer Mundo la mayoría de los proyectos en el área de salud sexual son financiados por entidades norteamericanas y las organizaciones que los llevan a cabo han tenido que lidiar, incluso económicamente, con esta oleada de fundamentalismo cristiano.

En Colombia en este momento pasa algo interesante a nivel político en relación con estos temas. Se suman nuevos actores y con sorpresa vemos que de sectores conservadores se empieza a hablar de aborto o de ley de parejas e incluso hay iniciativas parlamentarias. En la arena política colombiana, al lado de la pregunta obligatoria en relación al conflicto, se sumaron dos preguntas: una en relación con el aborto y la otra en relación con el matrimonio homosexual. Esto es ilustrativo del caso de las pasadas elecciones que tú ya mencionabas.

Yo creo que hay que estar alerta ante la posible utilización política de estos temas. Pero también los movimientos sociales pueden considerar que en algún momento se pueden hacer alianzas con grupos con los que no se pensaba fuera posible sin perder las apuestas políticas, ya que se trata de una alianza puntual.

Precisamente, volvamos a hablar de la cuestión del diálogo entre sectores. Yo creo que con la realización del seminario dimos un paso, pero es un paso pequeño, en unir sectores. En nuestro caso pudimos motivar encuentros entre saberes expertos y movimiento social. En torno a esta relación hay una vieja discusión en las ciencias sociales sobre el lugar del experto y el lugar del político: ¿cuándo un experto habla como ciudadano? ¿cómo está incidiendo desde su papel de experto? Es decir, ¿cómo dar cuenta de todas estas relaciones entre posiciones políticas, posiciones ciudadanas y posiciones académicas? Así también, las personas del movimiento social, sus opositores y los funcionarios públicos buscan la legitimidad científica de los argumentos expuestos en las diferentes iniciativas.

Creo que esta cuestión de la articulación entre lo científico y lo político es uno de los temas que aparecen en este libro y que tratamos de poner en diálogo. Es importante aclarar que no existe en el país una reflexión sistemática y este libro es un primer paso. Sin embargo hay mucho por hacer y profundizar. El seminario mostró que es un tema que vale la pena seguir pensando, no sólo por curiosidad científica, sino porque es una relación clave en la manera como se construye la ciudadanía y cómo se dan avances o retrocesos en relación con ella.

Un tema clave para observar cómo se dan estos entrecruzamientos, pero especialmente la ausencia de ellos, es la intervención social en el campo de la sexualidad. Asistimos a una psicologización de lo social y a una psicologización y medicalización de la sexualidad. En estas intervenciones se ponen en práctica las políticas públicas en relación con la sexualidad y se pone a prueba su posible carácter progresista.

¿Qué caminos abre esta publicación?

El libro da cuenta de un momento particular de los debates, pero no avanza en una reflexión sistemática sobre la cantidad de temas que surgieron en el seminario. Lo que es interesante es que da cuenta de la proliferación, la multiplicación de temas, y la manera en que la sexualidad se ha posicionado como un campo dentro de las ciencias sociales y al mismo tiempo como una cuestión inevitable en el marco de las discusiones sobre ciudadanía, derechos y nacionalidad, como hablamos al inicio. Hoy es un tema inevitable sobre la democracia misma, sobre lo que es la civilización occidental y lo que es el conflicto entre civilizaciones… es un asunto que está muy presente en el mundo contemporáneo.

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