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La ética, entre el bien y el mal

Último texto de la serie promovida por el Observatorio de Sexualidad y Política con motivo de la visita del Papa Benedicto XVI a Brasil. El artículo enfoca los desafíos éticos y el crecimiento de dogmatismos morales religiosos en el siglo XXI, a partir del análisis de destacados especialistas.

La ética, entre el bien y el mal

Por Washington Castilhos

Por más que la Iglesia Católica se oponga radicalmente al sexo antes del casamiento y al uso del preservativo y de otros métodos contraceptivos como la píldora, los jóvenes católicos brasileños, incluso aquellos que se reunieron el 10 de mayo en São Paulo con el Papa Benedicto XVI, no piensan exactamente así. Una encuesta de reciente aparición –Pensamiento de la juventud católica sobre sexualidad, reproducción y Estado laico– encomendada por la organización Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) al Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (Ibope) informa que el 95% de los 1268 jóvenes católicos entrevistados en 315 municipios del país concuerdan con el uso del preservativo para evitar embarazos y enfermedades de transmisión sexual (DSTs), 88% no ven discrepancias entre usar métodos contraceptivos y ser un buen católico y 79% discordaron de la afirmación “las personas sólo deben tener relaciones sexuales después del casamiento”. De acuerdo con el estudio, 72% de estos jóvenes consideran atrasada la posición de la Iglesia Católica que condena el uso del preservativo.

“La religión perdió oficialmente la capacidad de administrar la vida terrena desde el inicio de la modernidad cuando fue instaurado un orden público laico. La permanencia de una obediencia a los preceptos religiosos en lo que respecta al ethos privado siempre fue vista como un residuo incómodo de tradicionalismo. En realidad, todo el sistema religioso debe definir un ethos privado que engloba la vida afectiva, conyugal, reproductiva y erótica de los sujetos. Los ciudadanos pueden tanto adherir o pertenecer al culto que elijan como obedecer o no sus preceptos”, analiza el antropólogo Luiz Fernando Dias Duarte, profesor del Museo Nacional, Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ). “Existen además ciertos valores en nuestra cultura contemporánea, tales como la libertad individual y la conformidad a las reglas de la naturaleza, que parecen detentar un valor sagrado por sobre el de las propias reglas religiosas –autorizando así interpretaciones, alejamientos y conversiones coherentes con esos valores y contradictorios con los que son defendidos por las religiones.”

“La encuesta muestra que una cosa es lo que dice la jerarquía de la Iglesia basada en la tradición y otra es la cotidianeidad de las personas que buscan distintas posibilidades de vivir la sexualidad, preservando la salud y controlando la fertilidad de un modo placentero. Existen católicos que se separan, se casan nuevamente y continúan yendo a la iglesia a pesar de que el Vaticano esté en contra del divorcio”, resalta la socióloga Dulce Xavier, de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD).

Las exhortaciones y las declaraciones elaboradas por Benedicto XVI dejan claro que el Papa sabe que en Brasil encontrará ovejas no tan obedientes a los dictámenes del catolicismo, ya que la Iglesia monitorea esas tendencias y posee poderosos canales internos de comunicación. Esos pronunciamientos indican que hasta en tales circunstancias, Ratzinger se mueve por directrices tendientes a convertir la Iglesia en un bastión frente a lo que considera como la mayor debilidad de la sociedad contemporánea: el relativismo.

“Muchas religiones incorporan diferentes aspectos de valores modernos, tornando así menos nítidas las fronteras entre la lógica de una libertad laica y la lógica de una religiosidad represiva. En el caso de la Iglesia Católica, la mera existencia de tensiones internas a ese respecto apunta a una relatividad en los preceptos”, observa Luiz Fernando Dias Duarte. Para la socióloga María José Rosado, también de Católicas por el Derecho a Decidir, el problema es la dificultad de lidiar con la modernidad y con el concepto de “derechos”. “El catolicismo tiene un ethos antimoderno y antiliberal fuerte. Los derechos implican democracia, libertades individuales, autonomía de decisión y conquistas liberales modernas, es lo opuesto al ideario católico que tiene una resistencia a la democracia, a la autonomía individual y a la libertad democrática”.

Militante en movimientos católicos desde 1950 y autor del flamante libro Do Vaticano II a um novo Concilio? Olhar de um cristão leigo sobre a Igreja, el sociólogo Luiz Alberto Gomes de Souza, director del programa de Ciencia y Religión de la Universidad Cândido Mendes (UCAM), en Rio de Janeiro, cree que la Iglesia no dialoga con la modernidad. “Falta un diálogo con relación a la reproducción, a la sexualidad, a la biociencia y con otros grandes avances de la humanidad. Todo avanza, todo camina. Creo que temas como el celibato obligatorio, el sacerdocio de las mujeres y la sexualidad son cuestiones congeladas. No podemos autocensurarnos y cerrar el debate”. Sin embargo, las declaraciones del Papa Benedicto XVI y la arremetida del Vaticano contra los derechos sexuales y reproductivos indican que, por lo menos por ahora, no hay intenciones de la Santa Sede de descongelar esos temas. “Las justificaciones de determinadas posiciones de la Iglesia Católica en el actual papado están apoyadas en una lectura del texto bíblico hecha muy al pie de la letra, hecho que no los diferencia mucho de los llamados ‘fundamentalistas’”, agrega en antropólogo Otávio Velho, profesor emérito del Museo Nacional.

En su discurso a los participantes de la Asamblea de la Pontificia Academia para la Vida, el Papa apela a la conciencia cristiana y explicita su preocupación con la moral de los jóvenes al afirmar que “es necesario recorrer un camino que acompañe todas las etapas de la vida, abriendo la mente y el corazón con el fin de aceptar los deberes fundamentales sobre los cuales está cimentada la existencia, tanto del individuo como de la vida, el amor, el matrimonio y la familia. Sólo así será posible lograr que aprecien la belleza y la santidad del amor, la alegría y la responsabilidad de ser padres y colaboradores de Dios en el acto de dar vida”. Esta perspectiva contradice la libertad de pensamiento que orienta la conducta de los jóvenes brasileños –incluyendo los católicos– que los aleja de las enseñanzas de la Iglesia al respecto de su sexualidad y de otras cuestiones. La distancia captada en las encuestas del CDD es confirmada por otros estudios.

Para Luiz Alberto Gomes de Souza, “el derecho natural tiene una serie de principios fundados en el ‘hacer el bien y evitar el mal’, por lo que la humanidad crece con la conciencia de que hay ciertas cosas que no se pueden hacer. A partir de allí, se puede construir una ética consensual en un momento histórica de la humanidad, que va cambiando con la historia”. Esta perspectiva es compartida por otros pensadores y analistas cuyo punto de vista se sitúa en otras disciplinas. El psicoanalisata Jurandir Freire Costa, profesor del Instituto de Medicina Social de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (UERJ), afirma que la ética, tomada como conducta de vida recta y justa, puede tener varios fundamentos o justificativas siendo una de ellas la tradición religiosa o espiritual. “Pero también es perfectamente posible que un sujeto actúe éticamente en el interior de una visión de mundo laica”. Igualmente, el filósofo y poeta Antonio Cícero considera que “el ser humano sabe que determinadas cosas son erradas porque es capaz de ponerse en el lugar del otro y poner al otro en su lugar. Quien hace una cosa errada sabe que rompe un pacto tácito establecido con los otros seres humanos. No se necesita una religión para enseñar esto. La ética expuesta por Kant, por ejemplo no es religiosa. En la mejor de las hipótesis, las religiones no hacen más que espejar los principios y reglas que los hombres elaboran para poder convivir mejor en sociedad. La prueba de esto es que, si bien muchos de los principios y reglas que los hombres se imponen no son espejados por la religión, sí son respetados.”

El bien y el mal, el paraíso y el infierno

Maria das Dores Machado, socióloga de la UFRJ, afirma que cuando las personas eligen pertenecer a una iglesia están en busca de parámetros de conducta. “En este sentido, no se puede negar que frente a una crisis sobre lo que es cierto o equivocado, las personas busquen un ancla o una orientación. Se trata de una búsqueda de control; uno va a la iglesia porque quiere que lo controlen.” Por este motivo no debe sorprender que en la propia sociedad muchas personas consideren a la religión como necesaria para frenar los impulsos criminales de gran parte de la humanidad o para los desvíos de conducta, especialmente en el campo de la sexualidad, que continúa siendo pensada en términos morales y no desde una perspectiva de la libertad individual. “Para lidiar con esto, se creyó en la necesidad de inventar el infierno. La existencia del infierno sería una ‘pia fraus’, una ‘mentira santa’. Esto no tiene nada que ver con la moral, al contrario, se trata de un fraude, de una mentira de una inmoralidad con finalidades represivas. Como podría haber una inmoralidad en la base de la moral?”, cuestiona Antonio Cícero.

Para el investigador en bioética, Fermin Roland Schramm, de la Escuela Nacional de Salud Pública (ENSP), “la modernidad asusta a la Iglesia Católica porque si los individuos dejan de creer en el culto del paraíso y el infierno el cual es una manera de controlar el comportamiento de las personas, ella perderá poder. Ética y religión deben ser concebidas como dos campos separados. Cuando la Santa Sede tilda de terroristas a los que están a favor del aborto, de las investigaciones con células-tronco y a las parejas gays porque todos ellos no aceptan el principio de autoridad y cuando no existe un principio de autoridad absoluto no hay ética ya que la ética implica siempre una elección. Cuando no hay opciones y el individuo tiene que obedecer, no existe ética. En el momento en que la modernidad toma partido por valorar el individuo y en su capacidad de distinguir el bien y el mal de acuerdo con su competencia cognitiva y moral, está ampliando el abanico de posibilidades del ser humano para salir del escalón estigmatizado por Nietzche como ‘demasiado humano’.”

Hablando desde un lugar diferente, las reflexiones de Luiz Alberto Gomes de Sousa, van en la misma dirección: “la ética tiene por referencia en grandes principios y la moral es la concreción de esos principios éticos en la historia. La moral es un conjunto de reglas de vida que se transforma. No hay una moral fija. La moral del siglo XIII no es la misma que la del siglo XX”. También es necesario recordar que otras tradiciones religiosas no pautan sus orientaciones morales por la contraposición binaria entre el bien y el mal ni ejercen su autoridad por medio de un imaginario de punición o castigo. Por ejemplo, en las religiones afro-brasileñas como el Candomblé y la Umbanda, lo que es cierto o errado se establece a partir del diálogo constante del sujeto con las divinidades, que no son concebidas como íconos perfectos del bien o del mal: “el gran problema de las grandes religiones monoteístas que se dicen ‘éticas’ es que, por un lado, organizan y crean balizas para el comportamiento y la moral de los individuos y, por otro lado, pueden tornarse intolerantes con mucha facilidad. Una cosa es la demanda de sentido por parte de los seres humanos y otra es lo que las instituciones hacen con la necesidad que las personas tienen de darle un sentido a sus vidas”, señala Maria da Dores Machado.

El periodista y escritor Roberto Pompeu de Toledo, columnista de la revista semanal Veja, defiende la ética como un imperativo de la vida en sociedad, más allá de que se tenga o no una religión. “Es irritante la tendencia de las religiones a considerarse detentoras de la ética y la moral o, peor aún, la de tratar de confundirse con la ética y la moral. Qué ética tiene una religión que manda matar, como lo hizo el catolicismo durante la Inquisición o como lo hace el islamismo con las fatwas que condenan al escritor Salman Rushdie?”, cuestiona. Según Roland Schramm, es imposible articular ética y visión religiosa, a no ser que esta no dependa de principios fundamentales e incuestionables. “Las grandes religiones monoteístas parten de un principio único del cual se derivan todos los otros, tales como el principio de la sacralidad de la vida, defendido por personas como Ratzinger que condena todas las posiciones éticas que no admitan a priori ese principio de sacralizad.”

“El catolicismo alegada defender la vida pero la verdad es que la vida que realmente le importa a la Iglesia no es esta sino la “otra”, es decir, la “eterna” que viene después de la muerte, es decir, la propia muerte. Los placeres terrenos no valen por si mismos y están más próximos al pecado ya que alejan al ser humano de lo celeste y de lo eterno”, observa Antonio Cícero, recurriendo a la famosa cita de San Bernardo: “Quien quiere lo celeste desestima lo terrestre; quien ansía lo eterno desprecia lo transitorio.” Para el filósofo “la Iglesia Católica no condena el aborto por el respeto absoluto a la vida terrena sino porque para ella, en primer lugar, el placer sexual no tiene una finalidad en si mismo sino en la reproducción y, en segundo lugar, porque quiere afirmar la heteronomía del ser humano y su convicción de que éste no es dueño de si mismo ni de su cuerpo. Por estas misma razones condena la homosexualidad, resalta. “La Iglesia subvierte el principio universal del derecho y del Estado laico cuando, por ejemplo, trata de impedir que las parejas homosexuales ejerzan su claro derecho a establecer uniones civiles.”

Para Luiz Alberto Gomes, el problema es que “muchas veces existe en el mundo católico una obsesión cuando se habla de protección de la vida. Los documentos de la Iglesia insisten mucho en la defensa de la vida desde la concepción. Cuando se posicionan en contra del aborto, por ejemplo, da la impresión de que se tratara de la protección del feto y no de la vida. Cuando se habla de grupos ‘pro-life’, en el fondo no se defiende la vida sino al feto. La vida es mucho más amplia.” Para el sociólogo, la Iglesia también tiene grandes dificultades en enfrentar el tema del placer. “Cuando se habla de placer se lo asocia a la idea del hedonismo, como si las personas no tuvieran derecho al placer, como si no fuera bueno. En el siglo XVIII el Jansenismo estaba en contra de todos los placeres. Creo que en el fondo todavía existe mucho de ese pensamiento en el seno de la Iglesia. Es una Iglesia de hombres viejos que enfrenta con dificultad el tema del sexo y del placer.”

La expansión de la razón

En algunas declaraciones de Benedicto XVI, hay un tema que aparece como una propuesta urgente para la sociedad moderna: la expansión de la razón. En la opinión del Papa, hoy la razón se encuentra reducida, resumida a la cientificidad; según sus palabras en nuestros días existen “patologías de la razón” o una “hybris de la razón” (hybris, palabra griega que significa insolencia o exceso). Por este motivo él propone la “expansión de la razón” como salida al “laicismo dominante”. En un discurso en la Universidad de Resensburg, Benedicto XVI afirma que “(…) con toda la alegría frente a las posibilidades del hombre vemos también las amenazas que sobresalen de esas posibilidades ante las cuales debemos preguntarnos como podemos dominarlas. Sólo lo conseguiremos si (…) superamos la limitación de lo verificable por la experiencia autodecretada por la razón y la abrimos nuevamente en toda su amplitud”. Según el Pontífice, ese concepto moderno de razón restringe su campo de acción. Vale la pena recordar que un año antes de convertirse en Papa, en enero del 2004, durante un debate con el pensador Jürgen Haberlas realizado en la Academia Católica de Baviera, el entonces cardenal Ratzinger manifestó su preocupación con lo que llamó la “limitación de la razón”, afirmando que “la razón debe recordar sus límites y aprender a oír las grandes tradiciones religiosas de la humanidad. Yo hablaría de un correlato necesario entre razón y fe, entre razón y religión”, puntualizó.

El filósofo Antonio Cícero no ve ninguna novedad en el discurso de Benedicto XVI a excepción de la actitud más agresiva del Papa para defender los dogmas de la Iglesia Católica. “En el fondo, fue desde la gran síntesis entre fe y razón realizada por Santo Tomás de Aquino, que él atacó en Regensbourg, al fideísmo musulmán y protestante.” Gracias a una interpretación extremadamente cuestionable de San Agustín y de San Pablo –interpretación que los coloca demasiado próximos de la posición de Santo Tomás– él ubica en la Alta Edad Media, en Dunas Scotus, el origen del fideísmo occidental y de este modo del Protestantismo. Éste sería, por lo tanto, el resultado de un desvío de la línea correcta, es decir, de la tomista. “Para mí, lo que ocurrió en realidad fue que la teología de la Alta Edad Media se dio cuenta de la irrecuperable incompatibilidad entre razón y religión revelada entre el dios de los filósofos y el dios de Abrahán, como luego diría Pascal. Se puede decir que el fundamentalismo protestante es la opción exclusiva por el lado de la fe y el positivismo –que junto al relativismo es el otro blanco de ataques de Benedicto XVI– es la opción por el lado de la razón. Esta es la lógica de pensamiento que, en cierto modo, justifica considerar al positivismo como una razón disminuida, una razón que se limita a si misma.”

Roland Schramm concuerda. Para él la razón reducida a principios absolutos de la Teología es una reducción de la propia razón. “Es el Papa el que defiende una concepción reduccionista de la razón. Cuando habla de razón, está refiriéndose a una razón instrumental y reducir el logos a la razón instrumental, científica, es una operación arbitraria. La razón dialógica es una manera de evitar el reduccionismo de la razón a la mera razón instrumental. Pienso que el Papa confunde razón dialógica con fe. La fe no es la coparticipación con el logos. Ella impone la subsunción del hombre a los designios supuestamente divinos y esto debe ser cuestionado.”

Otávio Velho interpreta las declaraciones del Papa como un posicionamiento unívoco y reduccionista de la razón. “La razón no es única. La crítica de Ratzinger está direccionada a la razón científica y a la modernidad. El valor importante de la modernidad es la diversidad. La críticas en relación a la debilidad de la razón implican negarse a lidiar con esa diversidad”. Roland Schramm coincide en la ponderación de que el avance de la ciencia está en la raíz de la crítica desarrollada por Benedicto XVI al concepto moderno de razón. “A través de la ciencia nos reaproximamos al ideal de autonomía y dejamos de ser víctimas del azar y de las leyes naturales. La Iglesia se posiciona en contra de la biotecnociencia –que posibilitó la reproducción asistida– porque se opone a los así llamados designios divinos de los cuales el Papa y los hombres del Vaticano serían los intérpretes oficiales y autorizados.”

Para el periodista Roberto Pompeu de Toledo, “al contrario de lo que defiende el Papa, cuanto más se ‘expanda la razón’, menor será el poder y la legitimidad de la religión para interferir en la vida de las personas. La racionalidad confiere independencia a las personas.” Para Antonio Cícero, la solución para estas limitaciones de la razón a las que se refiere el Papa es el abandono de la propia problemática de la relación entre fe y razón que, inconscientemente, el positivismo todavía conserva. “La verdadera razón ampliada es la razón ilimitadamente libre y crítica, la razón tout court; la principal condición para su ejercicio es la sociedad abierta. La tentativa de Benedicto XVI para volver al tomismo como si después de él sólo hubiera ocurrido un desvío, es simplemente regresiva y, por lo tanto, destinada al fracaso”, cuestiona.

Preservativos por el suelo

Por más que los y las especialistas con los que discutimos sobre ética hayan expuesto severas críticas al dogmatismo moral y filosófico de Benedicto XVI, todos ponderan que su visita no traerá impactos negativos significativos porque, entre otras razones, ya existe un hiato importante entre sentimiento religioso y conductas individuales. “¿Quién en estos días, aún autodenominándose católico, sigue a rajatabla los preceptos del catolicismo? Si el catolicismo fuese seguido a rajatabla, las personas serían más conservadoras en materia de sexualidad o en cuestiones relacionadas”, afirma Jurandir Freire. Para Otávio Velho, las posiciones papales sólo expresan la resistencia conservadora del Vaticano. “Es retrograda, el Papa tiene una presencia simbólica que traspasa las fronteras del mundo católico. Sin embargo, su autoridad es ficticia y sabemos que buena parte de los católicos no respeta las directrices del Vaticano ni sigue al pie de la letra las recomendaciones papales, dice.

El lego Luiz Alberto Gomes, estudioso de la religión por más de cinco décadas, estuvo presente en todas las ediciones de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM), para la cual Benedicto XVI vino a Brasil. También presenció la visita a Brasil de los últimos dos Papas. Para él, el foco y la valoración debe colocarse en la conciencia de cada uno. “La conciencia moral existe no solo para los católicos sino para cualquier humano. La modernidad en ese sentido es crucial ya que en el mundo antiguo la conciencia era dictada por el rey, por el emperador o por el sacerdote. Hoy, la conciencia está dictada por la decisión de la persona, iluminada por principios que pueden estar inspirados por las religiones o por un documento de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos. Nunca debería estar iluminada por el Papa o por el Estado porque así corremos el riesgo de caer en el nazismo, el fascismo y el totalitarismo. Debe estar iluminada por la conciencia de cada uno”, afirma.

El sociólogo recuerda con una sonrisa que uno de los grandes encuentros acontecidos en Paris fue el del Papa Juan Pablo II con la juventud, similar al que ocurrió el 10 de mayo en São Paulo. “Los jóvenes gritaban y cantaban con el Papa. Juan Pablo II habló de la virginidad y de guardar castidad. Al día siguiente, en las calles había una cantidad enorme de preservativos usados tirados en el suelo.”

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