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Una deuda pendiente

Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) de 2003 señala que en algunas comunidades indígenas de Honduras, Panamá, Surinam y Canadá la prevalencia de VIH/sida es seis veces más alta que en el resto de la población, debido a factores como la marginación, la migración, las prácticas sexuales de riesgo y el uso de alcohol y drogas. Según esta investigación, la epidemia se ha incrementado notablemente en el interior de algunos pueblos indígenas de Centroamérica, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Paraguay, Ecuador, Perú, Bolivia y en las diferentes fronteras brasileñas.

Patricia Ponce es doctora en ciencias sociales y coordinadora del Grupo de Estudios de Género del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Unidad Golfo. En entrevista con el CLAM, explicó que en América Latina hacen falta evidencias científicas que demuestren el impacto de la epidemia del VIH/sida y existe un verdadero desinterés del gobierno al respecto.

¿Cuál es la dimensión del problema?

A pesar de que investigadores y activistas que trabajan en la lucha contra el sida han observado que la pandemia se ha introducido “silenciosamente” en este sector de la población, no existen datos sistematizados acerca de la variable étnica en los registros epidemiológicos. Hasta el momento, no se sabe cuántas personas indígenas viven con VIH/sida, en ninguna parte de Latinoamérica.

En México en 2007, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) lanzó una consulta en siete Estados del país, de la cual participé. Según los resultados, el 35% de los y las encuestadas no sabe qué es el VIH/sida; el 32% no ha recibido información; el 36% no sabe cómo puede adquirir el virus; el 42% no se protege para tener relaciones sexuales, y sólo el 6% trata con respeto a las personas de su propia comunidad que ya viven con el virus. El resto de la población las discrimina.

Además, no hay políticas públicas de prevención, ni de atención, ni de defensa de los derechos humanos. Existe un verdadero desinterés por parte del sector gubernamental, que los condena a la falta de reconocimiento. Los pueblos indios han sido borrados de la epidemia porque antes habían sido borrados de la cabeza de los servidores públicos, tanto del sector de la salud como de la educación.

Por otro lado, hay muy pocos trabajos de investigación que nos permitan conocer el ejercicio de la sexualidad, la diversidad amorosa y sexual, la homofobia, la misoginia, el estigma y la discriminación dentro de las propias comunidades y así saber cuáles son los factores o los comportamientos que inciden o dificultan la prevención.

Hay una actitud poco ética, una moralina. Se da por sentado que en los pueblos indios la sexualidad es “natural”. Por lo tanto, se piensa que no existen prácticas de riesgo, ni diversidad sexual, ni homosexualidad, ni VIH.

Entre las pocas investigaciones realizadas, se destacan las del doctor Guillermo Núñez en México y de Fabián Betancourt en Colombia. En Bolivia también se han hecho algunas investigaciones. Sabemos que entre las comunidades indígenas cunde la desinformación respecto a cómo la epidemia afecta a las comunidades, acerca cómo el VIH afecta la salud física de las personas y el lugar de la sexualidad en su transmisión. Por lo tanto, la percepción del riesgo es muy baja.

Por otro lado, hay un vínculo muy fuerte entre pobreza y vulnerabilidad frente a la epidemia. Quienes están siendo más afectados por el VIH son los pobres.

¿De qué manera se relacionan los llamados “usos y costumbres” de las comunidades indígenas y la infección por VIH?

Lo que hemos analizado es que hay un fuerte desequilibrio entre los sexos. Lo que se llama la “preservación de la cultura” va de la mano con la conservación de los comportamientos de género, colocando a muchas mujeres en situación de mayor vulnerabilidad. Otra cuestión es que persisten muchas actitudes homofóbicas que obligan a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres a salir de su comunidad por ser víctimas de la discriminación. Al ser expulsados, se rompen los lazos familiares, comunales y de pertenencia.

Otro problema es que dentro de las propias comunidades indígenas es fuerte el estigma y la discriminación hacia las personas que viven con VIH. Las expulsan o las dejan morir abandonadas. El VIH sigue siendo considerado como algo ajeno, externo; no se lo percibe como un problema de salud y no entra en la agenda de su discusión.

¿Cuál es el papel de las organizaciones no gubernamentales que luchan contra el sida y de los investigadores académicos?

Hay un profundo desinterés por parte del gobierno, de las organizaciones no gubernamentales, las agencias financiadoras, los académicos y las propias comunidades indígenas en conocer mejor el asunto. Esto es una bomba de tiempo. Si no se pone atención, se puede convertir en una situación desastrosa y dramática.

En México y el resto de Latinoamérica se han hecho investigaciones vinculando vulnerabilidad y género, vulnerabilidad y migración, pero nunca vulnerabilidad y etnicidad. Algunas organizaciones han hecho pequeñas investigaciones, valiosas sin duda alguna, pero el resultado son apenas pequeños folletos en la lengua del grupo que estudiaron, cuando el 80 por ciento de los pueblos indios no lee su propia lengua.

Hay desinterés porque no hay financiamiento, porque los pueblos indios están simplemente borrados de las agencias financiadoras y de quienes implementan políticas públicas. Asimismo, cuando se toca el tema del VIH forzosamente se tiene que hablar de sexualidad y eso no es fácil. Buena parte de las asociaciones civiles no manejan las lenguas originarias. Necesitamos que las organizaciones no gubernamentales se capaciten en términos interculturales.

En la segunda Pre-conferencia Mundial de Pueblos Indígenas/Originarios y Afrodescendientes frente al VIH/sida, las Sexualidades y los Derechos Humanos, México 2008, se habló de la interculturalidad…

Después de la Pre-conferencia, se formó un secretariado internacional dedicado a organizar la Primera Conferencia Mundial de Pueblos Indígenas/Originarios y Afrodescendientes frente al VIH/sida, las Sexualidades y los Derechos Humanos –al margen de la Conferencia Internacional de Sida”- que se llevará a cabo este año.

Los pueblos indígenas tienen el derecho de colocar o no colocar el tema en su agenda, hay que respetarlos; pero tienen que estar bien informados de los costos que tendrá su decisión. Ninguna política pública servirá si no se los toma en cuenta.

Nos encontramos frente a un problema de interculturalidad. En las lenguas indígenas, por ejemplo, no existe la palabra sida, ni la palabra condón. No se trata de un problema de tradición, sino de un diálogo intercultural. De aquí la importancia de capacitar a más indígenas, no sólo los que viven en las montañas –como generalmente se piensa–, sino en las grandes urbes. En México, por ejemplo, 40% de los indígenas viven en las ciudades, en absoluta marginación social.

Patricia Ponce proporciona su correo electrónico para quienes estén interesados en el tema: pattyponce@gmail.com  

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