Un estudio de la Defensoría del Pueblo encontró que el tratamiento a los homosexuales en las prisiones ha mejorado, a pesar de la discriminación.
El guardia, lista en mano, llamó a Henry Romero con una voz tosca y amenazante. Romero acababa de llegar a la Cárcel de Máxima Seguridad de Cómbita (Boyacá), trasladado de La Modelo, de Bogotá.
Y él, que se refundía entre un tumulto de reclusos recién desempacados, contestó y alzó la mano derecha. «Presente. Pero mejor dígame Yéssica».