Por primera vez, el Día Internacional de las Mujeres es celebrado en México con una legislación de avanzada en lo que se refiere al derecho a decidir sobre la maternidad. La ciudad de México es la primera del país en despenalizar el aborto durante las 12 primeras semanas de gestación. La medida se consiguió en una ambiente de apoyo mayoritario, según las encuestas realizadas en la víspera de la aprobación en abril de 2007. La jerarquía católica, grupos conservadores y miembros del gobierno federal (de derecha) han encabezado la oposición a la medida cuya constitucionalidad será discutida en las próximas semanas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Una de las protagonistas de este triunfo de los derechos de las mujeres es la activista María Consuelo Mejía, directora de la organización civil Católicas por el Derecho a Decidir, de México. En charla con el CLAM resalta la importancia de la despenalización del aborto en la capital de México y las perspectivas de las mujeres de cara a un 8 de marzo más.
¿Qué desafíos se imponen a la mujer en lo que respecta a sus derechos sexuales y reproductivos –principalmente en materia de la despenalización del aborto– frente a un 8 de marzo más? ¿En su país, qué avances fueron alcanzados en esta discusión?
Tenemos una situación bastante favorable en Ciudad de México, pues la ley que permite la interrupción legal del embarazo hasta las 12 semanas de gestación está vigente y la Secretaría de Salud local ha asumido su responsabilidad con mucho compromiso. La sociedad de esta ciudad apoyó mayoritariamente la posibilidad de que las mujeres pudiéramos ejercer nuestro derecho a decidir sobre nuestra maternidad.
Sin embargo, creo que apenas estamos comenzando. Afortunadamente ha habido más de seis mil mujeres que han tenido acceso a este servicio –con una situación desafortunada y triste como fue la muerte de una joven de 15 años– pero en un proceso que comenzó hace 10 meses. Todo esto significa un cambio de valores muy profundo. El ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos para todas las personas de una región como Latinoamericana, donde la cultura ha sacralizado una actitud despectiva y negativa frente a la sexualidad y una obstaculización a que las mujeres podamos controlar nuestra capacidad reproductiva, requiere un cambio de valores muy profundo. En eso estamos; se ha avanzado bastante, afortunadamente, desde que existen los métodos anticonceptivos. Pero no sólo eso define el ejercicio efectivo de un derecho, sino que todas las condiciones objetivas estén dadas y que las personas tengan la conciencia de sus derechos y el poder para ejercerlos.
Este año la Iglesia Católica ha lanzado en Brasil la Campaña de la Fraternidad, cuyo lema es «Elige, entonces, la vida», una apelación clara a su oposición a la despenalización del aborto. ¿En su país, cómo se enfrentan las tentativas de influencia de la Iglesia en las decisiones del Estado, en lo que respecta a esta temática?
Lo que pasó en Brasil es un ejemplo de lo que la jerarquía conservadora de la Iglesia Católica está haciendo en todas las regiones en que tiene influencia y poder. En el caso de México, la jerarquía quiso oponerse activamente al cambio en la ley; no solamente al cambio en la ley que penaliza el aborto, sino a todas las posibilidades de legalización de normas y conductas que no sigan las enseñanzas morales de la jerarquía eclesial. No solamente contra el aborto, sino contra la anticoncepción de emergencia, las sociedades de convivencia, la educación sexual y todo lo que no esté cobijado por la agenda moral conservadora de la jerarquía. Desde inicios de la década de los noventa esta campaña ha sido mucho más agresiva puesto que hay conciencia de que las personas católicas no están siguiendo sus enseñanzas. Ante este fracaso evidente, la jerarquía ha pretendido que su concepción de la moral se convierta en política pública para obligar a su feligresía y también a quienes no son sus feligreses, a seguirla.
En el caso reciente de la despenalización en el Distrito Federal ellos volvieron a oponerse activamente convocando a la feligresía a peregrinaciones, manifestaciones o a firmar cartas de oposición. Sin embargo, también tuvieron la desafortunada idea de realizar una campaña muy agresiva en contra de quienes estaban apoyando la reforma legal; toda la gente que manifestó su apoyo al cambio en la ley fue agredida por la jerarquía de diversas maneras: con amenazas de excomunión, insultos, descalificaciones. Esa fue una estrategia que fracasó lo que no significa que hayan sido derrotados. Han perdido una batalla, no la guerra. Tienen muchos recursos a su favor, económicos, políticos, ideológicos, simbólicos, que están usando y seguirán usando en todas las oportunidades que tengan para seguir intentando imponer su concepción de la moral.
Una de las estrategias más importantes para enfrentar esta expectativa de influencia de la jerarquía conservadora de la Iglesia Católica ha sido la defensa del Estado Laico. Se trata de una estrategia de sobrevivencia para todas las personas que creemos en la democracia y en la defensa de la pluralidad.
Las mujeres cada vez conquistan más espacio en el campo del trabajo y en las esferas del poder, a pesar de ser todavía minoría y recibir salarios menores en relación con los hombres. Según su análisis, qué es necesario hacer para alcanzar la igualdad en esos campos y cuáles son los motivos por los que aún se mantiene esa desigualdad?
Estamos inmersos en una revolución de valores muy profunda, que no lleva mucho tiempo. Van veinte siglos de imposición de una ideología que ha sacralizado la dominación de las mujeres y la idea de que fuimos creadas para callar y servir. El patriarcado, como sistema ideológico simbólico, ha sido tan influyente, está tan entretejido en la cultura que aparece como lo normal y lo natural. Romper con esto no es sencillo, está pegado a la piel, en las entrañas y el cambio de valores es lento y difícil. Hemos avanzado mucho en algunos aspectos –yo siempre soy optimista– pero en otros no, somos una minoría todavía. Hay una situación que sigue aprovechando la condición diferente de las mujeres para convertirla en desigualdad. En el caso de México y Latinoamérica, el hecho de que todavía a las mujeres se les siga maltratando y se les siga matando porque son mujeres demuestra lo que falta aún para poder decir que vivimos en condiciones de igualdad con los hombres.