CLAM – ES

Desnaturalizar la violencia

En América Latina, el acoso sexual callejero ha cobrado creciente importancia en el debate sobre violencia de género. La producción de noticias sobre el tema, la demanda de leyes y políticas públicas le pongan fin y la realización de investigaciones sobre sus dinámicas dan cuenta de ello. La labor de organizaciones de mujeres y feministas, así como de grupos de investigación en ese sentido ha sido definitiva. Mediante la realización de campañas, encuestas y la movilización del tema en redes sociales, han denunciado la persistencia y aceptación social de chiflidos y piropos agresivos y no consentidos y del manoseo a mujeres en el espacio público. Perú es uno de los países de la región pionero en iniciativas ciudadanas orientadas a determinar los alcances de esta violencia. Asimismo, dos proyectos de ley, uno en el Congreso y otro anunciado por el Ejecutivo, prometen atender esta problemática y tipificar el acoso sexual callejero.

El abordaje del acoso sexual callejero plantea varias dificultades. Pese a que ocurre en lugares públicos y a que afecta a muchas personas, la mayoría de ellas mujeres, es un componente invisible de las interacciones cotidianas, afirma Patricia Gaytan Sánchez, profesora de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) – Azcapotzalco en México. La investigadora señala que la brevedad de su duración, la ocurrencia en contextos densamente transitados (como el sistema de transporte público de grandes ciudades) y su encubrimiento bajo la forma de halago, “lo hacen aparentemente intangible”.

Este último aspecto es uno de los que más dificulta su comprensión como forma de violencia. La naturaleza de buena parte de los actos que integran el acoso sexual callejero, exceptuando tal vez los tocamientos, se ubican en el terreno de lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu denominó ‘violencia simbólica’: son indirectos en tanto muchas veces no implican una agresión física, son sutiles, no constituyen una violencia abierta y sus fines de subordinación no son claramente identificables incluso por muchas de quienes la padecen. Asimismo, son agresiones eufemizadas, de ahí que no sólo son aceptadas, sino incluso celebradas.

Cabe recordar las declaraciones de Mauricio Macri, jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que durante una entrevista radial en abril de este año afirmó: “no puede haber nada más lindo [que un piropo], por más que esté acompañado de una grosería, que te digan qué lindo culo que tenés, está todo bien”. El dirigente porteño señaló además que “a aquellas [mujeres] que dicen que no, que se ofenden, no les creo nada”. Las afirmaciones fueron hechas pocos días después de la Semana Internacional contra el Acoso Callejero, celebrada entre el 7 y el 13 de abril. En ese marco, la Universidad Abierta Interamericana había realizado una encuesta entre hombres y mujeres de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Conurbano de Buenos Aires, que mostró que el 72% de las mujeres encuestadas habían sido acosadas recientemente, y casi el 60% señaló haberse sentido incómoda o intimidada.

La aceptación social del acoso callejero o el hecho de que éste no sea considerado un ‘intolerable’, dificulta asimismo la solidaridad con las mujeres acosadas. En Bogotá, donde la denuncia de agresiones de este tipo en el sistema masivo de transporte urbano despertó recientemente la atención del gobierno distrital, varias mujeres han criticado la reacción de los pasajeros y los conductores de los buses quienes, ante el pedido de auxilio, suelen ignorar lo sucedido. La indiferencia se extiende incluso a la autoridad pública, que con frecuencia desestima las denuncias de mujeres acosadas.

Ante el impacto que ha tenido el debate sobre el tema en el país, particularmente en Bogotá, el comandante de policía de la capital anunció recientemente la puesta en funcionamiento de un grupo élite de mujeres policías en el sistema masivo de transporte de la ciudad. Como agentes encubiertas, ellas tienen la tarea de dar celeridad a las denuncias de acoso e identificar a los acosadores. Poco después del anuncio el grupo capturó a un hombre por manosear a una menor de edad en uno de los buses, acusado de ‘injuria por vía de hecho’. Se trata de un crimen excarcelable. Resta saber el curso de esa causa en la Justicia y de qué modo se articula esta vía punitiva con otros modos de enfrentar el problema y actuar preventivamente.

Más allá de la iniciativa citada, es nulo el reconocimiento legal de esta forma de violencia, así como el hecho de que la lógica de penalización de actos como la masturbación en lugares públicos suele no abordar las lógicas de género a las que esos actos responden. Al respecto, María Francisca Valenzuela, Directora Ejecutiva del Observatorio Contra el Acoso Callejero de Chile (OCAC), señala que en ese país el acoso callejero no es reconocido como una forma de violencia contra las mujeres, sino como un atentado contra el pudor.

A principios de año, el OCAC llevó a cabo la primera encuesta de acoso sexual callejero en Chile, en la que participaron 3.089 mujeres y 144 hombres, principalmente de contextos urbanos. El informe señala que “el promedio de edad en que las encuestadas comenzaron a sufrir acoso en las calles es de 14 años, partiendo desde los 9 o 10 años y aproximadamente hasta los 20, con picos en los 12 y los 15 años”. Lo que muestra que las mujeres son víctimas de acoso callejero desde que son menores de edad, están en etapa escolar y son particularmente vulnerables. Más del 90% de las mujeres encuestadas reportó haber sido objeto de silbidos, sonidos de besos, jadeos y miradas lascivas, es decir, aquellos que socialmente suelen pasar como no violentos, pero cuyos efectos reafirman el sometimiento de las mujeres a los hombres. 60% refirieron “acercamientos intimidantes”, es decir, “transgresión de los límites proxémicos habituales en el espacio público y […] contacto físico leve, como tocar la cintura o las manos, hablar al oído, entre otras”. Aproximadamente el 30% reportó formas más graves, como “agarrones de senos, trasero o vulva, punteos, que refieren a la presión de genitales sobre el cuerpo de la afectada, […] la persecución a pie o en algún medio de transporte como vehículos o bicicletas, y el exhibicionismo o la masturbación pública”. Del total de encuestadas, 3,4% manifestó haber sido violada.

Pese a la gravedad de la situación y a que en Chile la violencia de género es un tema que se encuentra en la agenda pública, señala el informe, las acciones sobre el tema se enfocan en acoso laboral, delitos de violación, estupro, abuso de menores y violencia doméstica. Asimismo, “toda agresión con connotación sexual que ocurra en el espacio o vía pública que no sea violación, no posee un recurso legal o política pública que se encargue de educar, formar, asesorar, orientar o en su respectivo caso, sancionar seriamente”. Ponerle cifras al acoso callejero ha permitido instalar el tema en la agenda política de algunos países, de ahí el importante papel desempeñado por los observatorios ciudadanos en el tratamiento de esta violencia. Su labor cobra aún más relevancia en contextos donde la situación resulta insoluble debido al desconocimiento de la misma por parte de los Estados y al poco interés político en investigar el problema, que a su vez redundan en la ausencia de mecanismos para su intervención y sanción.

El OCAC de Chile, así como el Observatorio contra el Acoso Callejero de Colombia (OCACOL) son iniciativas inspiradas en el Observatorio Ciudadano de Acoso Sexual Callejero del Perú, proyecto patrocinado en sus inicios por la Pontifica Universidad Católica del Perú (PUC) y que en la actualidad funciona como centro independiente. En 2013, el Observatorio participó en la realización de una encuesta nacional de género, que entre otros aspectos indagó por el acoso sexual callejero y en la que participaron hombres y mujeres. Al respecto se encontró que es un fenómeno predominantemente urbano, que a nivel nacional afecta a siete de cada diez mujeres entre los 18 y 29 años de edad, pero que en la Lima Metropolitana alcanza a nueve de cada diez mujeres. Asimismo, el acoso callejero es altamente justificado por los encuestados cuando la víctima usa ropa considerada ‘provocativa’: “del total de encuestados en Lima 8,3% está ‘muy de acuerdo’ y 71,3% está ‘de acuerdo’ con que las mujeres que se visten de determinada forma se exponen a que se les falte al respeto”, lo que según los investigadores, evidencia conexiones entre acoso sexual y marcos morales más amplios relacionados con cómo debe verse una mujer.

A principios de agosto, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables del Perú anunció el trámite de un proyecto de ley que modifica el Código Penal para tipificar como delito el acoso sexual callejero. Las penas contempladas por la propuesta del Ejecutivo podrían ser de hasta tres años de cárcel en casos donde no concurran amenazas o agresiones físicas en la agresión. Las amenazas y la violencia física serían consideradas agravantes y castigadas hasta con 5 años de prisión. Las penas podrían ser más duras si la víctima es menor de 14 años.

El CLAM habló con Elizabeth Vallejo, socióloga, docente de la PUC y directora del Observatorio Ciudadano de Acoso Sexual Callejero del Perú. La investigadora abordó los principales resultados de la encuesta, se refirió al debate público sobre acoso sexual callejero en el Perú, así como a las iniciativas legislativas que cursan sobre el tema.

¿Cómo surgió la idea de hacer una encuesta sobre acoso sexual callejero en Perú?

Durante su primer año, en 2012, el Observatorio tuvo financiamiento de la Pontifica Universidad Católica del Perú, donde soy docente. En 2013, el Instituto de Opinión Pública de la PUC iba a llevar a cabo una encuesta nacional de género, con indicadores comparados respecto a otros países de la región. Dicha encuesta tenía preguntas fijas, pero permitía la inclusión de otras. Nos invitaron a participar como Observatorio y aprovechamos para incluir preguntas sobre acoso sexual callejero. Por primera vez en el Perú se contó con información estadística sobre el tema con un muestreo serio. Esto contribuyó a que el tema pasara al ámbito de las políticas públicas, donde si bien la presión de la gente es importante, contar con datos estadísticos puede justificar mejor la necesidad de tomar acciones al respecto.

¿Qué resultados destaca de la encuesta?

La encuesta mostró que el acoso callejero afecta predominantemente a mujeres jóvenes, entre los 18 y 29 años de edad. Por cuestiones legales, las encuestas sólo pueden ser aplicadas a mayores de 18 años, pero en el Observatorio contamos con información cualitativa como testimonios y entrevistas que muestran que el acoso afecta también a menores de edad. Algunas mujeres relatan haber sido víctimas de acoso desde los 9, 10 u 11 años de edad; es decir, cuando ellas empiezan a identificarse y ser identificadas no como niñas sino como mujeres. Al cruzar la información cuantitativa con la cualitativa observamos que este problema afecta a gente muy joven. A menor edad (pubertad, adolescencia, juventud), el acoso callejero puede ser más frecuente.

Las prácticas más reportadas por las mujeres son silbidos, comentarios y ruidos de besos. Una pregunta de la encuesta apuntaba a medir cuán toleradas eran estas prácticas. Indagaba acerca de qué prácticas la gente consideraba que merecerían ser castigadas. Las miradas y los silbidos, entre otras, eran toleradas por la gente, pero frente a los tocamientos la gente coincidía en que fueran sancionados. En entrevistas también hemos observado esta delimitación entre prácticas más toleradas y menos toleradas. Las primeras con frecuencia son justificadas e incluso esperadas por las propias mujeres, porque muchas mujeres han aprendido que son formas de valorar su belleza. A algunas les han enseñado que si nunca las silbaban en la calle eran ‘feas’. La apreciación de la propia belleza podía depender de los comentarios de los hombres, por lo que muchas mujeres, no todas, valoraban los silbidos y los piropos. A muchas otras les molesta. Las prácticas más rechazadas tanto por hombres como por mujeres son los tocamientos, el exhibicionismo y la masturbación pública.

¿Cómo ha sido el debate sobre el tema en el Perú?

Hasta hace dos años casi nadie usaba el término ‘acoso sexual callejero’. Su uso es reciente y ha contribuido a cambiar el tratamiento del tema en el debate público y en medios de comunicación. Los piropos, por ejemplo, han tenido una connotación romántica, que incluso justifica el acoso. Sin embargo, recientemente han sido cuestionados en la medida en que se les ha otorgado un sentido más relacionado con la violencia contra las mujeres. A esto ha contribuido el trabajo que hemos adelantado en el Observatorio Ciudadano de Acoso Sexual Callejero. Desde su creación, en 2012, iniciamos un trabajo en redes sociales que despertó el interés en el tema por parte de varias personas y medios de comunicación. Denunciamos el abordaje superficial del tema por parte de medios de comunicación, que banalizaban las formas más aceptadas de acoso callejero al tratarlo como algo divertido. En algunos casos las denuncias fueron presentadas ante la Sociedad Nacional de Radio y Televisión, que puede multar con severidad a los medios que incurran en faltas. Esto ha contribuido aún más a la discusión del tema. Pese a que varios medios son de mala calidad, actualmente emplean más el término y se cuidan del tratamiento dado al acoso callejero. Yo creo que el tema ya se posicionó en el debate público y no creo que vaya a haber un retroceso al respecto.

Pero frente a las prácticas menos toleradas como los tocamientos circula en medios de comunicación un discurso que trata a los agresores como enfermos y que justifica dichas violencias. Con frecuencia psicólogos y psiquiatras son invitados a hablar en programas de televisión y concluyen que estos hombres tienen algún tipo de patología. Como socióloga y desde el Observatorio hemos cuestionado estas afirmaciones. Sin llevar a cabo tests no es posible determinar que alguien esté enfermo. Asimismo, creemos que este discurso sirve para justificar a estos hombres al sugerir que, como están enfermos, merecen compasión y recibir tratamiento psicológico en lugar de ir a la cárcel, cuando es el caso. En Internet hay foros de hombres que dan indicaciones respecto a las mejores rutas y horarios del transporte urbano para tocar mujeres, así como aquellas en que es mejor no hacerlo. Son prácticas calculadas. No se trata de hombres que hayan sucumbido a sus impulsos, como muchas veces son representados. Esto no quiere decir que no haya gente con alguna patología, pero los médicos no pueden hacer diagnósticos por televisión. Además, cuando se patologizan estos comportamientos se los individualiza y se le quita peso a la posibilidad de cambio social. Es un problema grande, pero se desplaza la atención y se oculta el hecho de que existen estructuras que favorecen este tipo de violencias. No se trata pues del problema de unos ‘enfermos’.

Recientemente el gobierno anunció un proyecto de ley sobre acoso sexual callejero. ¿Cómo se involucró en el tema?

De las redes sociales y los medios de comunicación el tema pasó al ámbito de la política. La congresista Rosa Mavila se reunió con nosotros y presentó un proyecto de ley sobre el tema. Al poco tiempo, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables formuló también una propuesta a nombre del Ejecutivo para ser tramitada en el Congreso. Yo creo que ante la visibilidad que ha adquirido el tema, el Ministerio vio la importancia de tomar medidas en el asunto, lo cual me parece importante. Aunque mediáticamente le han concedido mayor importancia a la propuesta del Ejecutivo, es más completo el proyecto de ley de la congresista, ya que especifica de forma detallada los ámbitos y definiciones de acoso sexual callejero. En su formulación fueron involucradas organizaciones feministas y funcionarios del Ministerio de Educación. La entonces asesora de Mavila era una feminista. Fue un trabajo muy bien hecho. Hace poco señalaron que la propuesta del gobierno sería complementaria de la presentada por Mavila.

Se ha cuestionado el énfasis punitivo que suelen tener las leyes que combaten la violencia contra las mujeres, así como la efectividad de crear nuevos delitos. ¿En qué casos el proyecto de ley del Ejecutivo contempla la tipificación del acoso callejero como delito? ¿Qué desafíos entraña?

El proyecto de la congresista Mavila tiene un enfoque preventivo e involucra en su implementación al Ministerio de Educación. Sin embargo, también reconoce algunos comportamientos como faltas más que como delitos. La mayor parte de las sanciones previstas consisten en multas y trabajo comunitario. Los delitos suelen referirse a agresiones contra menores de edad o a casos de tocamientos, masturbación pública y exhibicionismo, los cuales ya figuran en el Código Penal como actos contra el pudor y delitos contra la libertad sexual. No obstante, de ser aprobada, nadie sabe cómo se aplicaría la ley en la vida real. Uno de los problemas es que la gente no suele denunciar, por lo que veo difícil que las mujeres vayan a una comisaría a denunciar miradas, silbidos, etc. Pese a ello, considero importante que el Estado reconozca su interés en el tema, que le diga a las mujeres que se preocupa por ellas y que se comprometa a abordar el problema. Por otro lado, la ley puede tener un efecto disuasivo. Así que, más que meter más gente a la cárcel, la idea es que la sociedad entienda que estas prácticas constituyen faltas o delitos; sobre todo porque algunas personas se aprovechan de la situación de impunidad para cometerlas. Incluso algunas mujeres que han amenazado a sus agresores con denunciarlos han visto cómo se ríen en su cara. Por ello, me parece importante afirmar públicamente que este tipo de conductas no deben ser aceptadas y que el Estado protege a las mujeres. No queremos que se empiece a meter a la cárcel a una persona por andar mirando a otra, pero sí que se la disuada de hacerlo. Por esto estamos a favor de la ley. Obviamente hay agresiones que sí deben ser castigadas, como el tocamiento de las mujeres.

¿Cuál cree que será el futuro de los proyectos de ley?

Aún es temprano para saber si los proyectos van a ser aprobados o no. El Congreso es muy machista y resulta preocupante ver en manos de quién va a quedar la discusión. Creo que el saldo más importante de lo que está sucediendo es la discusión del tema. Este es el momento del debate y supongo que a partir de allí se irá afinando la legislación al respecto.

Algunos gobiernos de la región han propuesto medidas para frenar este tipo de violencias, entre ellas la implementación de vagones del metro o buses exclusivos para mujeres o la creación de una brigada de policías no uniformadas en el sistema masivo de transporte. ¿Cómo ve este tipo de medidas?

En algún momento se buscó implementar los vagones de metro exclusivos. Nosotros nos hemos opuesto por el mensaje que transmite. Estaríamos ratificando que los hombres no pueden controlarse y por ello es necesario separarlos. Por el contrario, creemos que los hombres pueden cambiar. También creemos en la importancia de que las mujeres aprendan a usar los canales de denuncia e inclusive hagan uso de la autodefensa. Es importante que ante una situación de acoso se le exija al hombre que no lo haga y, si es necesario, gritar. En Perú hay protocolos para la denuncia de estos casos en el transporte urbano, así que es importante usarlos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *