Argentina se encamina a tener una de las políticas públicas más avanzadas del mundo en materia de derecho a la identidad de género. El 30 de noviembre la Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción al proyecto de ley que reconoce las identidades de género autopercibidas. El texto aprobado fue el resultado del resumen consensuado de cuatro proyectos presentados ante las Comisiones de Legislación General y Justicia de la Cámara de Diputados. En palabras de Emiliano Litardi, abogado del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, el proyecto que espera el año que viene su tratamiento ante la cámara alta “constituye una de las mejores políticas de reparación a nivel mundial, por cuanto despatologiza y desjudicializa el ejercicio del derecho humano a la identidad de género”. De esta manera se le quita al poder judicial la potestad decisoria sobre el derecho a la identidad de las personas trans, facilitando y promoviendo la autonomía personal.
Litardi destaca que el texto sancionado plantea “una definición abierta y comprometida de la noción de identidad de género”, que se corresponde con la formulación de los Principios de Yogyakarta sobre la aplicación de la legislación internacional de derechos humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género. En este sentido, señala, “cumple con los estándares fijados por estos Principios en cuanto a los principales postulados jurídico-políticos sobre identidad de género, asumiendo como propias las prerrogativas allí expresadas para los Estados”.
Mauro Cabral, en artículo para el CLAM, destacó las movilizaciones de colectivos trans que hicieron posible defender esta norma de vanguardia. Para él, la ley aborda dos aspectos fundamentalmente imbricados: el reconocimiento legal de la identidad de género y a las condiciones biotecnológicas capaces de expresar esa identidad. ¿Pero cuál es el alcance esperado de la norma? En artículo publicado en el suplemento Soy del diario Página 12, la activista trans Diana Sacayán manifestó: “Una Ley de Identidad de Género no me va a cambiar la vida. Pero sí va a ser una bisagra para reclamar otros derechos de los cuales nosotrxs no gozamos”. Si bien no resuelve en forma automática la exclusión, sí garantiza un marco jurídico que ampara a aquellas personas que permanecen en las fronteras de la subjetividad.