Con una semana de diferencia, dos parlamentos europeos –el británico y el francés– dieron ‘luz verde’ al matrimonio entre personas del mismo sexo. En el segundo caso particularmente, el debate de la ley avivó un fuerte movimiento de resistencia por parte de sectores católicos. Cuesta preguntarse qué relación puede guardar con estos triunfos del Estado Laico el anuncio de la renuncia a su cargo de un articulador clave de esa oposición: el Papa Benedicto XVI. El prelado anunció su dimisión después de casi 8 años como Papa, y con 15 a la cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex llamado Santo Oficio de la Inquisición.
Son innumerables los intentos de explicar la renuncia del Papa, con mensajes y pistas sobre el Vaticano y sus luchas internas, informaciones claves sobre las finanzas y las conexiones con escándalos de todo tipo. Se destaca la teoría que habla del fracaso de su intento de poner límites a una administración profundamente corrupta, proclive a un generalizado abuso de poder y encubrimiento de conductas criminales, particularmente en lo que hace al acceso sexual entre sacerdotes y jóvenes y niños bajo su tutela. No obstante, en lo concerniente a la sexualidad y a los aspectos doctrinarios que le atañen, el ascenso de Ratzinger jugó un rol determinante en la vigencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como moderador del código primero, y más tarde como administrador político del mismo en su rol de Papa.
El Vaticano elabora periódicamente documentos prescriptivos que explicitan las posturas oficiales de la Iglesia frente a temas de sexualidad y sus implicancias. En su sitio web, están los discursos e intervenciones de Ratzinger desde noviembre de 1981 hasta abril de 2005.
Desde que asumió como Papa el 19 de abril de 2005, Benedicto XVI presentó lo que sería su línea de acción en defensa de una definición de la sexualidad que privilegia a los varones y naturaliza a la familia heterosexual como único espacio legítimo para la sexualidad. En la encíclica Deus Caritas Est (Dios es amor) publicada ese año califica a las relaciones entre el mismo sexo como “amor débil”, porque no fructifica en términos de nuevas vidas traídas al mundo. Solamente el amor heterosexual es considerado “fuerte” en cuanto el amor homosexual sería hedonista y egoísta (Ver Posição Inabalável).
Para Sonia Correa, integrante de Sexuality Policy Watch “el papado de Benedicto XVI fue muy conservador en todos los aspectos, incluso en temas de sexualidad, género y aborto”. Un ejemplo de ello es esta encíclica que puede calificarse como un ataque abierto a la pluralidad sexual y a la autodeterminación reproductiva.
El escritor y religioso brasileño Frei Betto, en entrevista a la prensa frente a la renuncia del Papa, declaró que Joseph Ratzinger fue “el inspirador y teórico de las medidas conservadoras tomadas por el polaco Karol Wojtyla. Los dos se negaron a implementar las decisiones del Concilio Vaticano II (1962-1965), los dos descartaron obispos progresistas y nombraron conservadores, dieron más importancia a movimientos como el (ultraconservador) Opus Dei que a la Pastoral Popular o a las Comunidades Eclesiales de Base”.
Al igual que Juan Pablo II, el nuevo Papa utilizó todas las ocasiones posibles para criminalizar el aborto, condenando a las mujeres. “Resulta necesario admitir que las amenazas contra la vida se han expandido y multiplicado a través del mundo, y también han asumido nuevas formas. Las presiones para la legalización del aborto son cada vez más fuertes en América Latina y plantean el aborto bajo el pretexto de la salud reproductiva”, dijo en su discurso a la Asamblea General de la Academia Pontificia por la Vida, en 2007.
Un cardenal conservador
Existe un documento más antiguo que es considerado el mayor compendio de directrices publicadas desde el católico Concilio de Trento en 1566. Se difundió durante el papado de Juan Pablo II, pero fue Ratzinger quien estuvo detrás como su articulador en calidad de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se trata de un catecismo de 676 páginas en cuyos argumentos centrales se postula que los homosexuales, lesbianas, travestis y transexuales deben ser tratados con compasión y se propone la abstinencia sexual como “la salida” de la homosexualidad.
Más adelante, en el año 1992, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó Consideraciones para la respuesta católica a propuestas legislativas de no discriminación a homosexuales. En 2003 fueron divulgados dos documentos: Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política y Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales.
En esta segunda publicación se define que “ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de distinto sexo […] No hay terreno para igualar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”.
En 2004, en su último año como cardenal, Ratzginger dirigió la Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo. En el texto destaca dos tendencias para afrontar la “cuestión femenina”.
La primera “subraya fuertemente la condición de subordinación de la mujer a fin de suscitar una actitud de contestación. La mujer, para ser ella misma, se constituye en antagonista del hombre. […] Este proceso lleva a una rivalidad entre los sexos, en el que la identidad y el rol de uno son asumidos en desventaja del otro, teniendo como consecuencia la introducción en la antropología de una confusión deletérea, que tiene su implicación más inmediata y nefasta en la estructura de la familia”.
La segunda tendencia establece que “[…] esta antropología, que pretendía favorecer perspectivas igualitarias para la mujer, liberándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la familia a causa de su índole natural bi-parental, esto es, compuesta de padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa”.
Para Sonia Correa, esos puntos de vista “son los pilares del catolicismo doctrinal y filosófico sobre el lugar de la sexualidad y la procreación de la vida humana y en relación con la creación y lo divino”. Por encima de todo, continúa la investigadora, el naturalismo/esencialismo de la doctrina católica converge con el esencialismo de la ciencia más convencional.
“Los que se escapan de esta doctrina están inscritos en el mundi cloaca (San Agustín), donde se desarrolla el deseo desordenado. Ese deseo existe y se reconoce, pero no puede caer en la tentación. Lo que la doctrina prohíbe es traducir en acto el deseo por un cuerpo igual y la disociación de la procreación, ya sea dentro o fuera del matrimonio. Y si la persona cede, siempre existe el recurso a la confesión y la penitencia”, retrata.
En su opinión, se recurre a la doctrina cada vez que las condiciones políticas lo exigen y es claro que el tema del matrimonio es un punto neurálgico. Esa es “la última frontera”, por lo que los jerarcas de la Iglesia “van a resistir como puedan”, en especial cuando reciben golpes no sólo en Francia y el Reino Unido, que están a la espera de la aprobación definitiva en sus respectivos parlamentos de leyes de matrimonio homosexual, sino también en las Américas donde han avanzado propuestas en la misma dirección.
En América Latina, Argentina aprobó el matrimonio igualitario en 2010. En México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación abrió la puerta al reconocimiento legal de las “bodas gay” en todo el país el año pasado. Chile discutirá este año el Acuerdo de Vida en Pareja. En Uruguay el Frente Amplio, partido gobernante, incluyó el tema en su programa y consiguió reformar la legislación. En Colombia el Congreso tiene plazo hasta junio de este año para reglamentar estas uniones según lo dispuso la Corte Constitucional.
En noviembre pasado en Estados Unidos, los votantes aprobaron el matrimonio homosexual en Maine, Maryland y Washington, y la Suprema Corte escuchará los argumentos sobre prohibiciones federales y estatales contra esa reforma legal. Estos avances legales están en sintonía con las declaraciones del presidente Obama, que reiteró su apoyo al casamiento homosexual durante su segundo gobierno.
A juicio de Sonia Correa, la Iglesia Católica está perdiendo la batalla del matrimonio homosexual y por eso “está pataleando”. En compensación –explicó– está ganando la batalla del aborto, pero los Estados “se encuentran involucrados en un juego muy perverso entre derechos LGBT, por un lado, y aborto por otro”, concluyó.
La culpable es la “teoría de género”
Como corresponde a su cargo, desde su nombramiento como Papa, Benedicto XVI produjo estos documentos eclesiásticos como cartas de navegación de su papado, y a la vez, los medios masivos de comunicación como expansores de su postura.
En su discurso de diciembre de 2012 ante la Curia Romana, denunció a la prensa la “falsedad” de los estudios de género y pidió a los católicos manifestarse contra el “matrimonio gay”. También defendió con fuerza el modelo de familia integrado por padre madre e hijo y advirtió que “si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres”. También citó la célebre frase de la escritora francesa Simone de Beauvoir, “Mujer no se nace, se hace”, para ilustrar lo que llamó “la nueva filosofía de la sexualidad”. Concluyó con la denuncia de “la falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella”.
La bandera de lucha ‘antigénero’ enarbolada por el Papa hasta poco antes de su renuncia no fue una sorpresa para grupos feministas y de la diversidad sexual, aunque sí lo fue la primera vez que el Vaticano usó este argumento.
En el artículo Negociando los Derechos Sexuales sobre Sexualidad: Una historia de y la orientación sexual en la ONU, parte del volumen colectivo Las Políticas sobre sexualidad de las Naciones Unidas, Françoise Girard relata que durante la preparación de la Plataforma de Acción de Beijing de 1995, si bien fue negociado el párrafo 96, donde finalmente se incorporó el derecho de las mujeres a controlar su sexualidad, “muchos activistas y gobiernos fueron tomados por sorpresa ante la solicitud de la Santa Sede de que hubiera definiciones o se eliminara el término; la palabra “género” había sido aceptada muchas veces con anterioridad por los gobiernos (las últimas en El Cairo y Copenhague), y aparecía en docenas de párrafos en el borrador de la Plataforma”.
El documento describe con precisión la lucha de los teóricos del Vaticano por imponer su visión respecto de la sexualidad, la familia, el matrimonio y la igualdad entre sexos. Esta visión es coherente con Benedicto XVI, quien en temas relativos a sexualidad y derechos humanos, será recordado como uno de los papas más conservadores, que moldó el camino doctrinario actual de la Iglesia Católica.
En una oportunidad, grupos de derecha de Estados Unidos acusaron a los grupos feministas de promover cinco géneros. Un panfleto de la Coalición para las Mujeres y la Familia, establecía: “desafortunadamente existe un ‘feminismo de género’, muy a menudo homosexual, que promueve fuertemente la idea de que el género es algo fluido, cambiante, no relacionado de manera natural con ser un hombre o ser una mujer. De acuerdo a tales ideologías feministas/homosexuales, existen al menos cinco géneros”.
Girard explica que esta acusación se basaba aparentemente en un artículo de Anne Fausto-Sterling publicado en 1993, en el que argumentaba a favor de reemplazar el sistema de dos sexos por uno de cinco: mujer, hombre, “verdaderos” hermafroditas, hombres “seudo-hermafroditas” y mujeres “seudo hermafroditas”.
¿Cuestionar la palabra ‘género’ “fue una maniobra preventiva de la Santa Sede contra futuras reivindicaciones, basadas en la identidad de género y la expresión de género?”, se pregunta Girard en su artículo. Y responde: “Ciertamente sí fue un reconocimiento de que las identidades o expresiones de género fluidas o múltiples (transgéneros, crosgéneros, gays) ponen en duda la esencia misma de las categorías binarias, tales como ‘mujer/hombre’ ó ‘femineidad/masculinidad’ y de los roles sociales preestablecidos”.
Ocho años después de la Cuarta Conferencia sobre la Mujer, en 2003 y 2004, se montó una nueva contienda a partir de la Resolución Brasileña sobre orientación sexual propuesta ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. El debate se centró en si los países miembro debían o no reconocer “los derechos sexuales” como concepto y nombrar en los documentos de la ONU a la “orientación sexual”. Brasil eventualmente desistió de promover la resolución y ningún otro país quiso tomarla. Al tiempo la resolución caducó. (Ver también La geopolítica del retroceso)
Dogma versus pluralismo
Durante el papado de Benedicto XVI, la Iglesia Católica y los teóricos del Vaticano fueron los principales sostenedores del patriarcado y la heteronormatividad, siendo Ratzinger su más ferviente adepto.
En entrevista con el CLAM en 2010, Juan Marco Vaggione, jurista y sociólogo, explicó, en el contexto de las declaraciones del Cardenal Bertone respecto a la relación entre homosexualidad y pedofilia, que “son resultado de una política encabezada por Juan Pablo II y Benedicto XVI”. De acuerdo con el investigador, “la sexualidad ha sido una de las principales obsesiones de la dupla que, lejos de flexibilizar y/o adaptar la postura oficial de la Iglesia, la han dogmatizado aún más.”
Paradójicamente, junto a la dogmatización de ciertos sectores religiosos de los cuales Ratzinger es, junto con Juan Pablo II, uno de sus mejores representantes, también se están produciendo articulaciones plurales entre lo religioso y la sexualidad que se oponen, al menos en alguna medida, al patriarcado y la heteronormatividad. Así lo explica Vaggione en su texto Sexualidad, Religión y Política en América Latina preparativo para el Diálogo Regional sobre Sexualidad y Política de SPW.
Sin negar que la Iglesia Católica es un obstáculo para la aceptación de los derechos sexuales como derechos humanos, el investigador argentino señala que el potencial de cambio está en su comunidad religiosa y teólogos/as progresistas. Son estos fieles que, al entrar en contradicción con algunos dogmas de la Iglesia, se movilizan por inscribir una postura religiosa, en este caso católica, favorable a la diversidad y libertad sexual.
En la entrevista de 2010, Vaggione explica que frente a una doctrina católica que insiste en conectar la sexualidad con la procreación (dentro del matrimonio), prohibiendo los anticonceptivos artificiales; diversos estudios de opinión y encuesta revelan lo contrario.
Según la encuesta de opinión llevada a cabo en Brasil por Católicas por el Derecho a Decidir en 2005, el 97% de los encuestados católicos apoyan el uso de condones y su distribución por parte del gobierno, el 86% estuvo de acuerdo con la planificación de la familia a través del uso de métodos anticonceptivos. En cuanto a la píldora del día después, un 71% se mostró favorable respecto a su uso en caso de relaciones sexuales sin protección y el 90% en caso de violación.
Otra investigación realizada en Estados Unidos por el Guttmacher Institute y citada por Obama en un discurso en el que defendió sus políticas sobre contracepción, señala que cerca del 98% de las mujeres católicas en edad reproductiva (con edades entre 15 y 44 años) de ese país usan métodos anticonceptivos distintos a los métodos de planificación naturales (aprobados por la Iglesia), pese a las prohibiciones de la Institución eclesial al respecto.
En el caso del aborto, hay católicos/as abiertos a su despenalización en alguna o varias circunstancias, y en lo que respecta al rechazo de la jerarquía eclesiástica a la homosexualidad, una vez más se contrasta con la población creyente que, según diversos sondeos de opinión, afirma que los gays y lesbianas tienen el derecho a expresar su orientación sexual en forma abierta. “Lo significativo es que los mismos creyentes ofrecen un posicionamiento ideológico donde armonizan la pertenencia a una religión oficialmente restrictiva con una postura emancipatoria de la sexualidad”, afirma el experto.
Judío/as gays, lesbianas evangélicas, católicas a favor de la despenalización del aborto son ejemplos de “identidades imposibles” que trasvasan el umbral de la invisibilidad y se articulan políticamente para influir las distintas instituciones religiosas y sus construcciones sobre la sexualidad, revela el artículo escrito por Vaggione.
Frente a la renuncia de Benedicto XVI, la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir emitió un comunicado como “invitación para pensar en las oportunidades de cambios y transformaciones que requiere nuestra iglesia”, como una demanda sentida por la comunidad de creyentes de una Iglesia incluyente.
En su mensaje, la organización pide a la jerarquía de la Iglesia Católica cambios hacia una “verdadera renovación” que permita modificar la “subvaloración histórica a la que han condenado a las mujeres; así como terminar la posición condenatoria con respecto a la sexualidad y la reproducción humana; respetar el derecho a decidir de las mujeres frente a su libre opción a la maternidad y ser respetuosos de las diferentes formas como los seres humanos se relacionan en el amor y asuman que no existe un modelo único, ni ideal de familia”.
Otro ejemplo revelador de la nueva dinámica en curso es la reciente noticia de la Iglesia alemana que discute el apoyo a la píldora del día siguiente en caso de violación. El inesperado cambio fue sugerido por un cardenal considerado conservador y aliado de Benedicto XVI, Joachim Meiner, de Colonia. Según él, la píldora no provoca aborto. Después aclaró que es una excepción para el caso de violación de mujeres no casadas por la Iglesia.
Vaggione explica que el activismo religioso conservador de hoy ha reforzado su presencia, instaurando nuevas estrategias para recuperar (o en algunos casos no perder) el control sobre la regulación de la sexualidad. Hay menos referencias a lo sagrado, a Dios o a la doctrina oficial. Se echa mano de estudios científicos y argumentos que, más allá de su calidad, son exclusivamente seculares.
“No implica, necesariamente, un discurso más abierto a la negociación o al debate sino que conlleva el mismo nivel de dogmatismo que las convicciones religiosas. La cuestión, entonces, no es el carácter religioso o secular del discurso, sino la apertura y el pluralismo de las posiciones”, indica Vaggione.
En 2003, a sólo dos años del nombramiento de Ratzinger como Papa, en su documento Familia, Matrimonio y Uniones de facto, escrito por el Consejo Pontificio para la Familia, el Vaticano instó a los legisladores a través del mundo a oponerse a los matrimonios del mismo sexo y la adopción por parte de parejas gay.
Diez años después, las declaraciones del arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo de la Familia, pueden ser vistas como un giro radical a las rígidas posiciones de la Iglesia Católica. El arzobispo reconoció derechos para las parejas de facto, homosexuales, sin considerar matrimonio y adopción. Pese a que defendió el matrimonio entre un hombre y una mujer, condenó la discriminación de los homosexuales en el mundo.
Es muy probable que, esta vez desde el monasterio Mater Ecclesiae, su nueva casa, el futuro obispo emérito de Roma mantenga su rígida mirada sobre la sexualidad y los derechos humanos; pero también es muy probable que desde allí vea cómo los propios creyentes demandan profundos cambios a la doctrina de la Iglesia, que tanto ayudó a construir y conservar; primero como prefecto de la Doctrina para la Fe, y luego, como Papa Benedicto XVI.