En la teoría y en el activismo se puede discutir sobre cuál es la categoría de la prostitución y de qué manera nombrarla; de hecho, los debates entre las protagonistas y el movimiento de mujeres son muchos y bien polarizados –al menos entre quienes reclaman su derecho a empoderarse en tanto trabajadoras sexuales y quienes se reconocen en situación de prostitución–. Pero lo cierto es que la sociedad en su conjunto no cuestiona la prostitución y su condición de ritual masculino –de pasaje o de simple festejo– está completamente naturalizada. La socióloga Silvia Chejter puso esto de relieve en su libro Lugar común: la prostitución –Eudeba–, en el que recoge testimonios de varones de entre 21 y 78 años.