Los niños y niñas que miran la violencia de su papá hacia su mamá ya no se consideran testigos, sino víctimas. A veces, los chicos y chicas sienten la necesidad de defender a su mamá o de echar a los agresores. Otras veces las impulsan a denunciar. A veces, pero no todas ni necesariamente, repiten la historia y se vuelven –de jóvenes o adultos– agresores o agredidas. La repetición de la violencia se puede evitar. Pero para eso es central contar con educación sexual y talleres con perspectiva de género que trabajen sobre las creencias machistas y eduquen sobre modelos de igualdad que puedan romper con la cadena de la violencia.