Salió a la luz una carta del Vaticano de 1997 en la cual se advirtió a los obispos irlandeses que no reportaran a la policía todos los casos de supuesto abuso de menores por parte de sacerdotes. Grupos defensores de las víctimas caracterizaron a la epístola como la “prueba contundente” necesaria para demostrar que la Santa Sede impuso una política mundial de encubrimiento.