Ambos hicieron el ridículo, y al unísono confirmaron que la región es un chiquero en lo que a presidentes se refiere. Sin embargo, de los dos varones ilustres de Indias, el único que con su tropelía me insultó a mí fue mi coterráneo.
Con su conminación adolescente “¡Sea varón!”, el colombiano le decía al venezolano que debía dar la cara y no huir cobardemente como una mujer. Al establecer una antonimia entre valor y feminidad, insultó por lo menos al 51% de la población colombiana. Pero esto no tuvo ninguna repercusión en la vida política nacional; en parte, porque aquí desde hace tiempo no importan las palabras; y en mayor parte, porque las mujeres importamos menos, y las posiciones políticas que más oprobio reciben son las feministas (seguidas por las que sugieren que la guerra no es el único medio para conseguir la paz).