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El crimen que no osa decir su nombre

El 6 de marzo Natalia Gaitán de 27 años fue asesinada de un tiro por Daniel Torres, el padrastro de su novia. Las jóvenes vivían juntas en Parque Liceo segunda sección, barrio periférico de la ciudad de Córdoba, Argentina. El padrastro y la madre de la novia de Natalia fueron a la casa de la pareja e intentaron retirar contra su voluntad a su hija, de 17 años. Natalia intentó negociar con la madre de su compañera, pero ante la discusión, Daniel intervino de forma contundente: un tiro a quema-ropa con una escopeta calibre 16. La joven murió horas más tarde en el Hospital de Urgencias de Córdoba como consecuencia de las lesiones en órganos vitales que le ocasionaron las balas.

Natalia era una persona conocida y querida en el barrio por su trabajo social. Desde hace treinta años su familia lleva adelante la asociación civil María Pía, que tiene comedor comunitario, guardería y ofrece diversos talleres, lugar en el que la joven trabajaba a la par de su madre y en donde nunca ocultó su orientación sexual. “No fue algo pasional ni algo loco, fue un crimen de género lisa y llanamente”, señaló Graciela Vázquez de Gaitán, la madre de Natalia a varios medios argentinos, relatando también diferentes maltratos y marginaciones que su hija sufrió por el hecho de ser lesbiana.

El crimen generó una convocatoria espontánea de varias organizaciones LGBT y activistas independientes, que culminó en la creación de la multisectorial “Justicia por Natalia”, formada por el Encuentro por la Diversidad, Alternativa LGTB de Córdoba, activistas anarquistas, el Colectivo feminista anticapitalista “Las histéricas las mufas y las otras”, el Colectivo Sur de la facultad de psicología de la Universidad Nacional de Córdoba y algunos partidos políticos como el Plenario de Trabajadores del Partido Obrero, Pan y Rosas y Jóvenes por la Igualdad. En el centro de operaciones está Graciela Vásquez de Gaitán y otros familiares de Natalia.

“Además del objetivo de conseguir justicia, consideramos importante que se tenga en cuenta la cuestión de género y la lesbofobia como agravante, ya que por el momento el crimen está caratulado como homicidio agravado por abuso de arma de fuego”, explicó Fabiana Tron, activista lesbofeminista e integrante de la multisectorial.

En Argentina, la ley nacional antidiscriminación N° 23.592 estipula en su artículo primero que serán considerados discriminatorios aquellos actos u omisiones motivados por “raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos”. Así, la orientación sexual no está tipificada como acto discriminatorio. El hecho de que un acto sea considerado de tal forma, supone a su vez un agravante a ser considerado en la sanción de la pena.

Al respecto Natalia Milisenda, abogada del Encuentro por la Diversidad y representante de la familia Gaitán, indicó al diario argentino Crítica que cree necesaria la reforma de esta ley para que “haya castigos explícitos a quienes marginen a los demás por su orientación sexual o identidad de género”. Para Milisenda este hecho supondrá también la ampliación de algunos conceptos clave, ya que “seguimos entendiendo la cuestión del género únicamente desde el punto de vista de los varones y las mujeres heterosexuales”.

Son varias las cuestiones que confluyen en el asesinato de Natalia. Un aspecto del mismo es la impunidad con que es ejercida la violencia de género, mientras que en este caso se hace evidente la lesbofobia como motivo que pone en marcha esa violencia. “Creo que es necesario tener en cuenta que Natalia no murió por ser mujer. Si bien hay un componente machista, a Natalia la mató Daniel Torres porque no estaba de acuerdo con la relación que tenía con su hijastra, él no podía soportar un tipo de sexualidad diferente que se juega autónoma de los varones y probablemente tampoco pudo soportar la identidad masculina de Natalia, que hace referencia a otro aspecto de la lesbofobia: es el miedo no solamente a una sexualidad diferente sino a la confusión de género”, argumenta la activista.

María Mercedes Gómez, filósofa, doctora en teoría política y especialista en estudios penales, añade a la discusión sobre los ataques contra mujeres lesbianas indicando que éstos pertenecen a un tipo paradigmático de violencia, que llama excluyente. “Existe la violencia jerárquica y la excluyente y entre ambas hay un continuo. La violencia contra las mujeres que no se perciben como lesbianas y la violencia doméstica son del orden jerárquico porque por lo general son producidos con el fin de mantener al otro subordinado. Los ataques contra lesbianas tienen un componente fuerte de exclusión en el sentido de que no hay negociación posible”. Fue el caso de Natalia, que fue ejecutada por un tiro a quemarropa.

Agrega Gómez: “Las lesbianas enfrentan cierta forma de la masculinidad, que ante su presencia se ve amenazada. Si el ataque contra los gays tiene como filosofía ‘yo podría ser como usted pero no me quiero volver usted’, contra las lesbianas es ‘usted me roba lo que yo quiero ser y me devuelve una imagen de castrado, la imagen de una mentira’. El problema con el deseo lésbico es que no se constituye en relación con el deseo de lo masculino; por ello lo amenaza. Es una exclusión radical que desafía el sistema, al bloquear la participación masculina de los actos del deseo. En el orden de la masculinidad más convencional el deseo lésbico es el nefando por excelencia, no tiene nombre y crea un orden profundamente problemático”, argumenta.

Con relación a la tipificación de estos crímenes, Gómez explica la diferenciación entre el componente de odio y el prejuicio: por un lado está la sanción de leyes que establezcan una caracterización criminal determinada; por otro, la operación de la violencia el nivel individual y colectivo. En el ámbito jurídico, comenta, “no existen ‘crímenes de odio’ si no hay leyes específicas que los tipifiquen como tales. Argentina no tiene leyes contra crímenes de odio. Por otra parte, mientras que el odio es un atributo individual, los prejuicios son construidos socialmente. Requieren del apoyo de los otros, es decir, se necesita que los demás confirmen lo que yo siento, así como las razones que justifican mi conducta violenta hacia alguien. El prejuiciado social funciona como una condición para el éxito de un gesto violento, y para que éste se vuelva un gesto terrorífico tiene que darse en un contexto donde el mensaje sea significativo, lo que sólo sucede si el prejuicio es compartido. La violencia por prejuicio tiene un fin simbólico, es un mensaje, una amenaza enviada directamente a una comunidad, aunque esté inscrita en cuerpos individuales”.

En la violencia por prejuicio sexual las condiciones son distintas dependiendo de si se trata de hombres gays (homofobia), lesbianas (lesbofobia) o personas transgénero (transfobia). Sin embargo esas diferencias no siempre son explícitas. En toda esta gama, explica la especialista, es necesario distinguir dos tipos de violencia por prejuicio: el ataque instrumental, que puede estar inspirado en un prejuicio pero no tiene la intención de enviar un mensaje de terror sino ganar algo del ataque, y un ataque de carácter simbólico, que está directamente vinculado al rechazo de la persona por su orientación sexual y tiene como finalidad la eliminación del otro, como fue el caso de Natalia.

Uno de los principales objetivos de la multisectorial es visibilizar el asesinato de Natalia como un crimen lesbofóbico y de ese modo concientizar a la sociedad para terminar con estas formas de odio y discriminación. En ese sentido, la marcha en homenaje a Natalia no se realizó en el centro de la ciudad, espacio habitual de las manifestaciones cordobesas, sino en Parque Liceo, barrio en el que ella creció y por el que trabajó desde la asociación civil liderada por su madre. “Se tomó esta decisión a pedido de Graciela y tuvo inmediato consenso. La medida, en primer lugar, intentó llamar a la reflexión a las y los vecinos que compartían el cotidiano con Natalia, con el fin de que se sumaran a esta lucha junto al trabajo de concientización y de visibilización de un colectivo de lesbianas, travestis y gays, en lugar de la fuerza mediática que podría haberse logrado organizando una marcha por el centro de la ciudad”, explica Fabiana Tron.

La idea de la multisectorial es continuar con marchas de concientización similares en otros barrios y extenderse al centro de la ciudad, como modo de dar nombre a este tipo de ataques.

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