La ciudad serrana de Villa Giardino, en la provincia de Córdoba, Argentina, fue el escenario de un interesante debate sobre el modo en que las teorías feministas piensan la sexualidad y los Derechos Sexuales y Reproductivos. Dos paneles que tuvieron lugar el viernes 27 de octubre terminaron imbricados a través de una discusión iniciada por el público asistente. La polémica comenzó por la mañana en el panel de “Derechos Sexuales y Reproductivos. La Universidad y las ONG” y continuó por la tarde en el panel “Sexualidades Contemporáneas”. Esta puso en evidencia diferentes modos de analizar los derechos sexuales y reproductivos en función de los sujetos a los que se dirige y demandan tales derechos.
Los paneles
El primer panel estaba integrado por Martha Rosenberg, presidenta del Foro por los Derechos Reproductivos de Argentina; Roxana Vázquez, Coordinadora de la Alianza Latinoamericana de la Campaña por una Convención de los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos (CLADEM) y Susana Checa, integrante del Foro por los Derechos Reproductivos de Buenos Aires. Las tres especialistas se explayaron sobre la situación actual de las luchas por los Derechos Sexuales y Reproductivos en América Latina, historiando las diferentes etapas por las que pasaron y analizando los logros alcanzados, la agenda actual y el camino por recorrer.
Martha Rosenberg comenzó interrogando cuál ha sido el aporte de los movimientos feministas a la construcción del debate sobre los derechos reproductivos. Para ello se remitió a la expresión que Gina Vargas toma de Nira Yubal-Davis sobre la “ética de la incomodidad” como un modo de poner en discusión lo aprendido y conquistado al confrontarlo con el camino que aún queda por recorrer. Esta “ética de la incomodidad” es la que, para Rosenberg, “permite buscar nuevos contenidos para las viejas palabras o nuevas expresiones para los nuevos contenidos, repensando y generando nuevas formas de entender y repensar lo político y nuevos contenidos y orientaciones políticas”. Dentro de este contexto el derecho al aborto aparece como una reivindicación política sostenida por el cuerpo de las mujeres, que se colocan en la posición de transgredir el mandato de la maternidad. Lo hacen aún “bajo el imperio del miedo a morir o a la sanción penal”, lo que colabora con el diseño de sujetos de derecho.
La investigadora considera necesario tener presente dos acepciones del término derecho: como normativa –aquello que se debe o no hacer– y como atributo de ciudadanía “que otorga poder para legitimar los actos individuales”. Se trata de dos dimensiones este a tener en cuenta al reivindicar derechos como los sexuales y los reproductivos, que atañen directamente a los cuerpos de los individuos.
A su vez, Roxana Vázquez explicitó la dificultad que implica en la región la tarea de colocar en la arena legislativa tanto la agenda de los derechos reproductivos como la cuestión de los derechos sexuales. Ella señaló dos estrategias imperantes para llevar a cabo esta labor: aquellas que apuntan a modificaciones de tipo cultural, o contractuales, y las jurídico-institucionales, siendo que ambas deben ser complementarias entre sí para conseguir instalarse. El análisis de Vázquez se centró en la consideración de estos como “derechos humanos”. Al igual que en la opinión de Rosenberg, para Vázquez el poder de su aplicación, recae sobre el cuerpo de las personas lo que le otorga las atribuciones del derecho a los sujetos y no al Estado. De este modo se evita el riesgo de confundir la garantía de estos derechos con la protección y posterior restricción de la sexualidad de los sujetos. En otras palabras, el hecho de colocar los Derechos Sexuales y Reproductivos bajo el paraguas de los Derechos Humanos le quita al Estado el poder de sanción y la posibilidad de vigilancia y control de las prácticas sexuales, devolviéndoles a los individuos su derecho a la privacidad y el control sobre sus propias prácticas.
Por su parte, Susana Checa hizo un recorrido histórico acerca de los modos en que los Derechos Sexuales y Reproductivos fueron gestándose y ganando territorio a lo largo del tiempo. Recorrió las distintas etapas que atravesó la carrera de estos derechos, un trayecto complejo, con hitos controvertidos como las cuestiones de minorías o el aborto. Al igual que las otras dos panelistas, su análisis estuvo centrado en las estrategias para la consecución de derechos tales como el acceso a la información sobre la anticoncepción, el derecho y la autonomía para planificar la familia o la posibilidad de las mujeres de decidir en su propio cuerpo e interrumpir -o no- un embarazo.
El debate se abrió frente a una pregunta de Mauro Cabral, activista transgénero, integrante de la International Lesbian and Gay Human Rights Comisión (IGLHRC), que puso sobre el tapete la necesidad de incorporar en las demandas de los programas de derechos sexuales y reproductivos problemáticas como las cliterectomías de niñas intersex o la esterilización obligatoria para aquellas personas que requieren el cambio de sexo. Esta demanda suscitó un intercambio entre diversas posturas teórico-políticas que conviven dentro del feminismo, donde se dejaron ver posiciones disímiles sobre el modo de pensar la agenda de estos derechos. Quedaron al descubierto ciertas tensiones que emergen al producir enunciados en función de una agenda unificada no solo de los programas sino también de los reclamos grupos feministas en relación a estos derechos. Esa unificación supone, como expusiera Cabral, que reproducción y sexualidad son derechos que van de la mano. En su perspectiva se trata de dos derechos que algunas veces se despegan uno de otro y corren por rieles separados y en otros momentos opuestos, como en el caso de la esterilización obligatoria de quienes requieren el cambio de sexo.
En el segundo panel, “Sexualidades Contemporáneas”, participaron Lohana Berkins, activista travesti, María Aluminé Moreno, Dora Barrancos y Diana Mafia, de la Universidad de Buenos Aires, y Mauro Cabral, de la Universidad Nacional de Córdoba. La temática fueron los modos de constitución de las sexualidades, especialmente en lo que atañe a la noción de ciudadanía sexual. Al respecto, María Aluminé Moreno expuso una historización sobre los modos en que se fueron articulando las demandas políticas de los movimientos GLBTTI en Buenos Aires en los últimos 15 años, en las que los derechos sexuales ocupan un lugar destacado.
En el mismo sentido, Lohana Berkins trajo a colación la condición de vida de las travestis latinoamericanas centrándose en la reivindicación del término travesti con un sentido positivo. Berkins expuso las resignificaciones de “lo femenino” que hacen las travestis y rescató la importancia de la calle, lo público como ámbito de socialización y escenario de la construcción identitaria y de la toma de conciencia como “sujetas” con agencia y con derechos.
Mauro Cabral por su parte, tomó el término “contemporáneas” del título del panel para reflexionar en donde radica “lo nuevo” al momento de hablar de sexualidad. Centrándose en la idea de diversidad sexual como lo otro recolocó al binario sexual como punto de foco que “está esperando ver adónde nos colocamos dentro de la diversidad sexual”. Se refirió tanto a él como a Lohana Berkins como “sujetos futuristas cuyo tiempo es otro”, cuando en realidad existen en el mismo presente de aquella centralidad
La exposición de Dora Barrancos estuvo centrada en la búsqueda de la noción de ciudadanía sexual y en el apelo a la validación de los derechos sexuales ya existentes. En este sentido, la investigadora dejó clara su postura de separar la noción de derechos sexuales de la de derechos reproductivos como dos espacios que no deben perseguirse diádicamente sino, por el contrario, explicitar las diferencias que los separan, ya que el solapamiento del que son objeto – particularmente por las organizaciones internacionales – desdibuja sus particularidades. También puso de relieve la importancia de la despenalización del aborto, sin el cual la ciudadanía sexual está menguada.
Por último, Diana Maffía hizo un recorrido sobre posibles abordajes de las disputas por la constitución de las sexualidades y los modos en que esas búsquedas pueden colaborar tanto al estallido de las normalidades como a la regulación y el enclaustramiento. En estos dos extremos del continuum rescató las estrategias de los grupos llamados queer, que “persiguen la emancipación de los sujetos como particularidades y no para un colectivo” y advirtió sobre el peligro de normativización que conllevan las luchas por la identidad en las que a veces “se amplifica el control y el alineamiento, devolviéndole a la medicina y a la psiquiatría el poder de la definición”.