El 1 de noviembre se llevó a cabo el panel “Movimiento Lésbico en Colombia, balance y perspectivas”, que reunió a seis activistas lesbianas, bisexuales y trans para hablar sobre la trayectoria del movimiento lésbico en el país, sus retos en el futuro y sus relaciones con el movimiento feminista y la inserción en el debate sobre identidad y política. El evento fue organizado por Ochy Curiel, profesora de la Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia, en el marco de su seminario sobre Teorías lésbico-feministas.
Las invitadas fueron: Sandra Montealegre (Mesa Joven por la Diversidad Sexual); Ana Lucía Ramírez (Mujeres al Borde), Marcela Sánchez (Colombia Diversa), Elizabeth Castillo (Grupo de Mamás Lesbianas), Diana Castellanos (Colectivo Sentimos Diverso), y Blanca Inés Durán (Polo Rosa).
La convocatoria tuvo tres ejes: la existencia de un movimiento lésbico en el país; el lugar de las mujeres en el movimiento LGBT y las relaciones entre el movimiento lésbico, el movimiento de mujeres y el feminismo. A partir de la discusión emergieron otros dos temas: por un lado la profusión de identidades y el sentido de reclamar un espacio propio para las lesbianas. Por otro lado, las prácticas políticas contemporáneas del movimiento social LGBT en general.
Existencia de un movimiento lésbico en Colombia.
Para Marcela Sánchez, integrante de Colombia Diversa, existe un importante liderazgo de las mujeres en el movimiento LGBT. De todos modos, si bien en Bogotá hay muchos grupos de mujeres que hacen activismo, alianzas y acciones conjuntas y muchas complicidades, no hay un movimiento lésbico como tal, porque no hay una agenda común de trabajo. En la misma dirección, Elizabeth Castillo, del Grupo de Mamás Lesbianas, apuntó a los antecedentes de trabajo conjunto entre las mujeres del sector LBT, que fueron fundamentales para el logro de derechos de las personas LGBT en general y aclaró que preguntarse por el movimiento lésbico hoy, al menos en Bogotá, supone tener en cuenta que el escenario contemporáneo de los grupos de mujeres es lésbico y bisexual.
Marcela Sánchez insistió acerca de la falta de espacios para que las lesbianas puedan pensarse teórica y políticamente, y de iniciativas al respecto desde la academia. Ana Lucía Ramírez, integrante de Mujeres al Borde, presentó otro tipo de aproximación a esa pregunta. Consideró que no hay un movimiento lésbico como tal, de la misma manera que no existe un movimiento bisexual, aclarando que la situación no necesariamente es un motivo de preocupación porque identifica más bien una positiva multiplicación de espacios políticos, de posiciones y de identidades sexuales y de género.
En la discusión emergieron diversas posiciones: si para algunas es fundamental tener un espacio como lesbianas, lo cual no constituye un debilitamiento del sector, otras consideraban que crear espacios diferenciados supone fragmentarse y que lo que se ha conseguido también se debe al hecho de estar unidas como movimiento LGBT.
Mujeres LBT: visibilidad y lugar en el movimiento LGBT
Diana Castellanos, del Colectivo Sentimos Diverso y Blanca Durán, del Polo Rosa, advirtieron que la visibilidad como movimiento social continúa siendo gay, a pesar del trabajo realizado en el posicionamiento como sector de lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas. Una muestra de ello es la cobertura mediática de la Marcha por la Ciudadanía LGBT. Castellanos se refirió además a que en la reconstrucción de la memoria del movimiento, las lesbianas quedan rezagadas, razón por la cual es muy importante escribirla desde lo lésbico, así como elaborar pensamiento desde las mujeres, porque no hay producción local al respecto.
Blanca Durán, añadió que “las lesbianas están como están las mujeres en otros ámbitos de la vida: invisibles, subordinadas, detrás de un hombre”. Se ha ganado visibilidad, pero ésta es poca comparada con el trabajo que hacen las mujeres. En este orden de ideas, Ana Lucía Ramírez consideró también que hay una visibilidad importante de las mujeres LBT en este momento, pero esa visibilidad no ha sido automática, sino resultado de la lucha y el trabajo de las mujeres. Elizabeth Castillo recordó, precisamente, que la visibilidad de las lesbianas fue dura de ganar: “lograr que los hombres gay aceptaran a las mujeres como interlocutoras válidas fue un proceso largo y aún inacabado” e identificó “un pudor en la visibilización de las lesbianas que tiene que ver con la socialización como mujeres”.
Marcela Sánchez advirtió que es muy importante tener en cuenta que la sigla LGBT no es una simple suma de letras, motivo por el cual debemos preguntarnos constantemente por el lugar de las lesbianas y de las trans en el movimiento social.
A su vez, Sandra Montealegre, de la Mesa Joven por la Diversidad Sexual, señaló que si bien hay una apuesta por la agenda general del sector LGBT, también constan espacios específicos para que las mujeres LBT se piensen: la política pública de mujer y género es uno de ellos. Insistió que es fundamental pensarse como mujeres, y necesario preguntarle también al sector LGBT por las mujeres y su lugar en ese movimiento social. Es necesario que las mujeres LBT se piensen políticamente, produzcan pensamiento y escriban, considerando que en ese sentido, Colombia está ‘quedada” comparativamente con las lesbianas de otros países de América Latina.
Las relaciones y alianzas con el movimiento de mujeres y con el feminismo
Este tema fue analizado desde perspectivas divergentes. Algunas de las panelistas trajeron a colación las relaciones históricas entre los grupos de lesbianas y el feminismo y el aporte preponderante de las lesbianas al movimiento. Al respecto, Ana Lucía Ramírez afirmó que las lesbianas, así como las mujeres negras y las mujeres de otras minorías, han movido de manera fundamental el pensamiento feminista, “desestabilizándolo de manera muy productiva”. “Un aporte fundamental a ese proyecto político fue comprender que todas las mujeres no son iguales, que no todas eran de clase media, académicas, blancas, heterosexuales…” dijo, preguntándose luego para quiénes han sido los derechos ganados por las mujeres en la práctica y cuáles han sido los beneficios para las mujeres de clases populares con esos logros.
Las dificultades para incluir a las lesbianas en el movimiento de mujeres y la falta de una agenda común de trabajo que no se limite a acciones puntuales fue otra de las aristas del debate. Marcela Sánchez explicó que hay poco diálogo, aunque es necesario reconocer el esfuerzo de incluir a las lesbianas en documentos e iniciativas generales sobre las mujeres y que, si bien se realizaron actividades puntuales, no hay una articulación a largo plazo. Según Sánchez, existen relaciones históricas innegables con el feminismo. Los antecedentes más importantes de esa historia son el grupo Triángulo Negro en Bogotá –inicialmente conformado por mujeres lesbianas abiertamente feministas– y la publicación de la revista “Brujas”, de un grupo de feministas lesbianas en Medellín. De todos modos, recordó que “los logros del sector LGBT tienen una deuda histórica con los logros del movimiento feminista”.
A su vez Elizabeth Castillo coincidió con Sánchez en que ha habido trabajos puntuales pero el problema es que no se trata de articulaciones a largo plazo: “el proceso de despenalización del aborto es un ejemplo de un proceso conjunto muy importante, pero puntual”, acotó. En lo que respecta a las relaciones con el movimiento feminista, Castillo considera que en las relaciones entre lesbianas y feministas ha habido períodos de cercanía pero también de exclusión y de hegemonía de las diferentes identidades que conforman el movimiento de mujeres.
Al respecto Sandra Montealegre, aclaró que si bien hay dificultades, también es importante reconocer las experiencias de inclusión del tema de las mujeres lesbianas en otros grupos de mujeres. “Hay que tener en cuenta que el feminismo en Colombia ha estado históricamente articulado con otros procesos sociales y que no ha tenido una agenda exclusivamente feminista. Hay procesos participativos con agendas conjuntas de las mujeres y espacios que se han ganado”. Como ejemplo, apuntó a la organización de un encuentro feminista lésbico en el próximo Congreso Feminista, en colaboración con compañeras de Paraguay y México.
Blanca Durán señaló que desde su experiencia identifica dificultades para que el movimiento feminista incluya en la práctica a las lesbianas e insistió en que ciertos postulados del feminismo dificultan esa integración. Durán marcó la importancia de comprender al género como las relaciones que se establecen entre hombres y mujeres y no como sinónimo de mujeres. Diana Castellanos compartió esta idea, acotando que es fundamental hablar de relaciones de género, de nuevas masculinidades y de nuevas feminidades.
Avanzada la discusión, Marcela Sánchez llamó la atención sobre lo que identificó en algunas intervenciones como “un desconocimiento del feminismo, de la historia de ese movimiento social y de su producción”, subrayando que “no podríamos estar aquí sin en ese antecedente”. En el mismo sentido, Ochy Curiel invitó a identificar en el feminismo una historia rica a nivel político y teórico, aclarando que no es necesario ser feminista para aprovechar sus aportes fundamentales, instando a los grupos a la interlocución directa con el movimiento feminista y con el movimiento de mujeres.
En la discusión, Elizabeth Castillo también se refirió a una tensión sobre el tema de la maternidad entre la agenda feminista y la agenda de un grupo como el de Mamás Lesbianas. En el feminismo, dijo, “la reproducción y la maternidad han sido temas álgidos en relación con la subordinación de las mujeres, sin embargo, este grupo lucha por tener ese derecho: ser madres”. Sobre este asunto, aclaró que esa búsqueda de reconocimiento de la maternidad no es una cuestión conservadora, como a veces se señala. Es importante tener en cuenta en esta discusión el escenario adverso en el que se encuentran padres y madres LGBT y los retos y cambios que estas experiencias plantean a la parentalidad tradicional.
Las estrategias “identitarias”
El carácter problemático de la profusión contemporánea de identidades sexuales y el sentido del nombrarse como lesbianas fueron los últimos temas del panel. La profesora Ochy Curiel propuso replantearse la conveniencia de que la identidad sea una única estrategia política. Advirtió también que tanto la categoría ‘diversidad sexual’ como las llamadas ‘nuevas identidades sexuales’ deben llenarse de contenido político.
A propósito de la inquietud presentada por Curiel, Ana Lucía Ramírez aclaró “que nombrarse ya es un acto político. Es necesario movilizar estratégicamente las identidades para poder tener derechos”. Castellanos, a su vez, resaltó que “esa profusión de categorías no es un snobismo: es el resultado de las experiencias identitarias de los jóvenes” y no es necesariamente un elemento políticamente desmovilizador. “Muestra de ello es el compromiso político de los grupos que conciben de esta manera las identidades sexuales, como el Colectivo Sentimos Diverso, participante activo de las actividades del movimiento LGBT, que además trabaja con sectores populares, acción poco común en los grupos LGBT”. Sánchez agregó que si bien hay propuestas que insisten en la indiferencia como un punto de llegada, “no podemos saltar a la indiferencia cuando la diferencia está aún por ser resuelta”.
Hablando como mujer bisexual e integrante de un grupo que trabaja con identidades que están en los intersticios (como el nombre de su grupo “Mujeres al borde” lo indica), Ana Lucía Ramírez llamó la atención a la importancia de pensarse políticamente desde otras identidades sexuales, o incluso de ‘no-identidades’, cuestión que se comienza a debatirse en el movimiento LGBT y en otros espacios. Particularmente puntualizó que “las categorías son identidades estratégicas. Van surgiendo otras, se reemplazan y se renuevan”. En estos procesos se corre el riesgo de que una categoría sexual antes discriminada se vuelva posteriormente hegemónica en relación con otras.
Sandra Montealegre recordó que el hecho de nombrarse como lesbianas tiene un contenido histórico con consecuencias políticas aún vigentes. Si bien tiene que ver con las prácticas sexuales, “ser lesbiana es también una posición política” añadió. Coincidentemente, Elizabeth Castillo apuntó a la necesidad de cuidar el espacio ganado, el cual no está garantizado. Agregó que es importante que las mujeres tengan espacios propios para pensarse, lo que no implica necesariamente un tipo de fragmentación. Al respecto Blanca Durán resaltó la importancia de estar juntos, ya que en eso radica la fuerza del movimiento LGBT. Desde su experiencia como integrante de un grupo LGBT que funciona en el seno de un partido político, Durán explicó que “una vez ganado ese lugar, surgió la pregunta sobre cuáles eran sus necesidades y apuestas como personas LGBT dentro de un partido político”. Puntualizó que la izquierda ha estado vinculada particularmente a la cuestión de clase, pero que una izquierda en el mundo contemporáneo debe identificar también los nuevos problemas de poder (sexualidad, medio ambiente).
Otra cuestión mencionada fue la inclusión de las trans en la agenda y en los espacios de las mujeres. No fue un tema polémico; existía un consenso para las panelistas en que las trans hacían parte de las mujeres LBT, y que de hecho en el momento los grupos de mujeres casi todos los grupos son de lesbianas y bisexuales o de lesbianas, bisexuales y trans.
Las prácticas políticas contemporáneas del sector LGBT
Durante el panel se discutieron las prácticas políticas del movimiento LGBT y de sus grupos y organizaciones. La preocupación tenía que ver con el tipo de estrategia política que se estaba priorizando: fundamentalmente la interlocución con el Estado liberal.
Marcela Sánchez aclaró, que si bien esa estrategia implica renunciar a otras formas de política, cada logro, como el reconocimiento de las parejas del mismo sexo, modifica el Estado. Recordó que en el pasado el voto femenino tuvo la misma crítica –incluía a las mujeres en el Estado liberal sin cuestionarlo- sin embargo, “el voto de las mujeres cambió la historia del país y hoy no se puede pensar nuestra sociedad sin ese logro, así como en 50 años, esta sociedad no se podrá pensar sin el reconocimiento de las parejas del mismos sexo” afirmó.
Para Blanca Durán la estrategia a la cual hay que apostar es la de estar en espacios de decisión. El Polo Rosa, su organización, ha trabajado para tener candidatos propios del sector dentro de los partidos políticos. Según argumentó, se trata de un modo de cambiar al Estado formando parte de él y participando de los espacios de representación.
En contrapartida, Elizabeth Castillo señaló que esa institucionalización del movimiento LGBT también tiene peligros, por lo cual es importante estar alerta, mirar la historia del movimiento y preguntarse por las agendas propias. Diana Castellanos agregó que las dinámicas contemporáneas del sector suponen el riesgo de que el movimiento LGBT sea cooptado por otras agendas.
Finalmente, Sandra Montealegre señaló que, si bien la relación con el Estado ha marcado el quehacer del movimiento LGBT en los últimos años, es necesario pensarse desde otras estrategias y otros lugares políticos. La interlocución con el Estado es solamente una entre otras. Es necesario ser críticos con ese Estado e incluso a veces ubicarse fuera de él, esa también es una posición políticamente válida.