“Creo que hay mucha confusión en todo el mundo, pero en particular en América Latina, acerca del tema de la laicidad, porque muchas veces hay iniciativas políticas, legislativas oficiales que se confunden y no sabemos exatamente adónde vamos en terminos de políticas sociales y de salud. Es necesario tratar de entenderla y delimitar lo que la laicidad significa política y socialmente para nuestros países. La laicidad se construyó en primer lugar no como algo en contra las religiones, sino para servir a la libertad religiosa. Históricamente hablando solo donde existe un Estado Laico hay una verdadera libertad religiosa. Y donde no hay un Estado Laico, actualmente por ejemplo en Arabia Saudita o en China, allí no hay libertad religiosa”, así el sociólogo Roberto Blancarte, investigador de El Colegio de México, abrió su intervención durante el primer día (2/12) del ciclo de debates “Democracia, Estado Laico y Derechos Humanos”, organizado en São Paulo por la Comisión de Ciudadanía y Reproducción (CCR) del Centro Brasileño de Análisis y Planificación, y por la Red Iberoamericana por las Libertades Laicas.
Para Blancarte, el Estado laico surge a raíz del proceso histórico propio de la Modernidad en el cual surge el pluralismo religioso en Europa, donde por razones políticas comienza a existir la posibilidad de pensar distinto de otras personas de una comunidad o del resto de los miembros de la sociedad. “Antes de ese movimiento, las personas que pensaban diferente eran asesinadas. Pero a partir de este momento en el siglo XVI, se hace posible políticamente que haya personas que piensen distinto, y que estas tengan la libertad para hacerlo viviendo en un mismo país, cosa que en América Latina era imposible hasta el siglo XIX”, explicó el especialista.
El investigador citó las características de la laicidad. “La primera característica es el respecto y la garantía de la libertad de conciencia. Eso quiere decir también “creo en una religión o no creo en ninguna. Esta es la principal razón por la que tenemos un Estado laico. La segunda razón es porque el Estado necesita garantizar también la igualdad de todos los individuos frente a la ley, independientemente de las creencias de cada uno. Eso significa también que el Estado pueda garantizar la igualdad de derechos contemplando la diversidad social que tenemos, y que independientemente de las características personales y de las preferencias políticas, sexuales o religiosas, el estado garantice que todos tengan el mismo derecho, sean indígenas, blancos, mestizos, pobres o ricos. Igualdad y no discriminación”, afirmó.
No obstante, Blancarte puntualizó que vivimos en una cultura donde todos buscamos privilegios. ”No estamos acostumbrados a la igualdad, ni queremos la igualdad. Cuando alguien pretende ser igual a nosotros, decimos en México: Mira este chico de Tijuana, ¿cómo que pretende querer ser igual a mí? Todos queremos estar adelante. Pero el Estado tiene que regular esto para que, en la medida del posible, nuestros privilegios no afecten los derechos de otras personas. Precisamente porque no somos iguales es que precisamos establecer las bases para que todos tengamos los mismos derechos. Pero nuestra tendencia, si no tenemos privilegios, es a eliminar todo privilegio. Yo no quiero que eliminen los privilegios, quiero tener los mismos privilegios. El Estado Laico busca en principio que no haya discriminación.”
Finalmente, en tercer lugar, “para que se logre esto, se requiere la autonomía de lo político frente a lo religioso, porque esta es la única manera de lograr que un grupo no influya sobre el conjunto de las leyes y de las políticas publicas”.
Según el investigador, el Estado no puede ser el defensor de una sola doctrina, porque en el momento en que el Estado se convierte en el brazo armado de una doctrina y la impone a través de la legislación o de las políticas públicas, obviamente los otros grupos quedan desfavorecidos. Para él, el Estado Laico consta de una serie de valores que todos compartimos, como la democracia, las libertades, la tolerancia, el respecto de los derechos humanos y el pluralismo.
“El Estado tiene que ser imparcial con todo mundo y la única manera de serlo es mantener su autonomía frente a cualquer doctrina religiosa o filosófica especifica, porque el Estado tiene que garantizar el interés público, de todos. Para hacer una ley laica se requiere una verdadera autonomía, pero en América Latina muchas veces vemos que, aún donde hay separación formal entre el Estado y las iglesias, no hay sin embargo autonomía del primero con respecto a las segundas. En Chile, por ejemplo, hasta hace tres o cuatro años no había Ley Divorcio, porque la Iglesia Católica, junto con otras iglesias, había conseguido impedirlo. Sin embargo en Chile existe la separación entre Iglesia y Estado desde 1925. Por eso digo que Estado Laico es más que esa separación, es la autonomía real de lo político frente a lo religioso o filosófico particular”, afirmó.
El investigador recordó que la soberanía antes se localizaba en una persona, el soberano, que recibía su poder, su legitimidad política, directamente de Dios; “La coronación del soberano era la cerimonia más importante porque significaba la consagración del poder y la legitimidad de ese soberano. Pero a partir de un determinado momento ese soberano desaparece, deja de ser esa persona, y la soberanía pasa al pueblo. Entonces el pueblo se convierte en soberano, la soberanía pasa a ser popular. La legitimidad de las instituiciones políticas dejan de emanar de lo sagrado; pasa a ser una soberania cívica, a lo que se llama soberanía popular, donde los gobernantes y representantes populares reciben su legitimidad política del pueblo, que es la fuente de esa soberanía.”
Para Blancarte, es eso lo que nos explica el Estado Laico, por eso es muy importante entender por qué la laicidad nació de esa manera un día y ahora hay países laicos y países que no lo son.
“Es un proceso en el que las instituiciones políticas se van desacralizando, van perdendo su sacralidad religiosa, alcanzando una nueva forma de legitimidad que es democratica porque viene del pueblo. Por eso algunos especialistas dicen que no hay democracia que no sea laica y que no puede haber laicidad si no es democrática. Eso nos explica también que entonces la laicidad es algo que estamos construyendo todos los días, porque cada día tenemos que estar avanzando un poco más para construir un Estado Laico que sirva para todos y no sólo para algunas personas y que al mismo tiempo se desacralice a sí mismo”, destacó.
En su concepción, esto hace también que el Estado Laico esté ligado a los Derechos Humanos, una vez que son estos que garantizan una laicidad más allá de la voluntad de las mayorías. Para él, una mayoría popular no puede votar en contra los Derechos Humanos. “Ya nos dimos cuenta de lo que sucedió en algunos lugares, el pueblo se puede equivocar y votar medidas en contra los Derechos Humanos. Entonces el Estado Laico es también aquel que garantiza la voluntad de la mayoria y los derechos de las minorías al mismo tiempo. La regulación de estos derechos es una parte importante del trabajo dentro del Estado laico.”
Al referirse a los Derechos Sexuales y Reproductivos señaló que las libertades son principios absolutos, pero diferenció libertades de derechos. “Las leyes se inventan para limitar los derechos y es a través de esa limitación de los derechos que en principio tenemos más libertades. Un ejemplo: en teoría tenemos libertad de circular, sin embargo no puedo tomar mi automóvil y conducir a 200 km/h por la avenida principal de São Paulo. No tengo esa libertad, sólo tengo derecho a circular a 40 ó 60 km/h por las calles y avenidas de la ciudad, porque las leyes establecen que otras personas que tienen los mismos derechos y para eso tengo que limitar mi proprio derecho. Entonces, para que todos tengamos nuestra libertad, tenemos que auto limitarnos todos. Esto nos remite a la discusión sobre cuáles son los derechos y cuáles son las libertades que queremos en una sociedad, cuáles son los derechos que queremos y cuáles son las libertades que logramos. Entonces queda clara la diferencia entre libertad y derechos.”
Para él, los derechos tienen que ser limitados para que podamos ser más libres. “En muchas sociedades necesitamos de libertades especificas y de libertades generales. Hay concepciones diferentes acerca de este tema en la sociedad, donde hay grupos que quieren privilegios o libertades específicas y otros que piden libertades para todos. Así que en un Estado Laico lo que se busca no son libertades religiosas o filosoficas para un grupo, sino libertades generales que sirvan para todos; es decir las mayores libertades posibles para todos.”
Blancarte cree que América Latina está viviendo una inevitable ampliación del régimen de laicidad. “A pesar de las dificultades que atravesamos desde nuestra Independencia, cada vez tenemos regímenes más democráticos. Esto no existía hasta la primera mitad del siglo XX. Esta pluralidad que antes no existía. Como somos más democraticos somos más laicos. Ahora tenemos sociedades más plurales – hay hoy en América Latina una media de 25% de personas que no son católicas. Los Estados no pueden hacer leyes o políticas públicas en función de una mayoria de creentes. Hay minorías importantes y el Estado también tiene que defenderlas. Cada vez más tenemos necesidad de un Estado que garantice los Derechos Humanos de todos, no sólo los de la mayoría de blancos, sino también de negros, de heterosexuales y homosexuales, de hombres y de mujeres.”
A su vez, afirmó que cada vez tenemos más derechos reconocidos y que el Estado Laico tiene la obligación de respectar la libertad de conciencia de las personas –por ejemplo, el derecho de las mujeres a decidir sobre su proprio cuerpo, o de la persona que necesita ayuda para tener una muerte más digna.
Según él, el espacio público tambiém debe ser secular –las leyes y las decisiones no deben estar sujetas a visiones religiosas o filosoficas específicas. Los Derechos Sexuales y Reproductivos también ingresan como parte de los derechos, independientemente de que a algunos no les gusten. “El Estado Laico tiene a su servicio funcionarios públicos que no estan aquí para imponer sus creencias personales o para servir a intereses de un grupo o de las mayorias, sino para servir a los intereses de todos. Ninguna creencia personal puede ser impuesta al público. Todos tienen derecho a tener sus creencias, pero no pueden imponerlas y utilizar su función pública para eso”.
El investigador citó ejemplos: “Un ministro de Salud puede no estar de acuerdo con el uso del condón; sin embargo su obligación es servir al interés publico de combatir la epidemia del VIH/Sida. Entonces, independientemente de su creencia persnoal, él tiene que garantizar esto porque es un problema de Salud Pública. Sin embargo, en América Latina hay muchos casos de presidentes que todavía creen que porque tienen creencias personales, las deben imponer por sobre el interés público, como el Presidente del Uruguay, que en contra de toda una votación, de referendos y mayorías parlamentarias, veta, por razones personales, una ley que fue construida para todos”, finalizó.
No obstante, para Blancarte, a pesar de esa regresión, América Latina está caminando hacia sociedades más democraticas, un tipo de sociedad que requiere nuevos tipos de reglas, que ya no pueden ser las mismas que antes.