Sensualidad, exotismo, disponibilidad sexual, son algunos de las características que en el imaginario colectivo se atribuye a las mujeres negras, respondiendo a estereotipos construidos a partir de una realidad histórica de sojuzgamiento y discriminación. Casi dos siglos de vida republicana no los han logrado modificar. El régimen esclavista enajenó los cuerpos y generó un sistema de múltiples exclusiones, que configuran un escenario de particular opresión para las peruanas afrodescendientes, y de dificultad para el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos.
Rocío Muñoz, feminista, directora de programas del Centro de Estudios Afroperuanos Lundu, considera que los mitos y prejuicios alrededor de las mujeres negras peruanas se cimentan en un racismo estructural “que alimenta un sistema de exclusión que nos afecta particularmente e interfiere en la posibilidad de autoafirmarnos y construirnos socialmente como sujetos que ejercen sus derechos”. Según la activista, la visión de la sexualidad exacerbada de las mujeres afroperuanas se enraíza en el hecho histórico de la esclavitud, donde sus cuerpos fueron cosificados y transgredidos.
“Por eso es tan importante recuperar nuestro cuerpo como sujeto político y a partir de ello, construirnos como ciudadanas con autodeterminación sobre nuestra vida sexual y reproductiva, ámbitos en que nuestros derechos son especialmente vulnerados”, argumenta.
En la búsqueda por corregir tales asimetrías, el equipo profesional de Lundu viene implementando un trabajo de fortalecimiento del liderazgo y el ejercicio ciudadano entre jóvenes de ambos sexos de comunidades afroperuanas ubicadas al sur de Lima. Esta labor ha permitido al colectivo tener un mayor acercamiento a la forma en que las mujeres en particular se perciben a sí mismas en un contexto de estigmas y discriminación.
A partir de esas condiciones sociales e históricas, señala Muñoz, las mujeres afrodescendientes se socializan bajo un esquema que las coloca como portadoras de una sensualidad innata, y a la vez son percibidas desde afuera a la luz de ese estereotipo.
Herencia colonial que persiste
Un estudio realizado por la antropóloga peruana Vanessa Verástegui acerca de las expectativas que mueven a personas de clases altas limeñas a visitar las comunidades afroperuanas de la provincia sureña de Chincha, aporta a la comprensión de la compleja trama de percepciones y actitudes que se da en torno de esas interacciones.
La localidad del Carmen del distrito de Chincha concentra gran parte del turismo limeño debido a sus diversas y conocidas fiestas locales, como el Festival Carnaval Negro, la Navidad Negra, el Día de la canción criolla, la Fiesta de la Virgen del Carmen, etc. Estas celebraciones, como otras que no tienen una fecha fija para acontecer, son el telón de fondo para interacciones entre visitantes y jóvenes de origen afrodescendiente con la principal finalidad de sostener con ellos relaciones sexuales.
“Al término de las fiestas, los limeños regresan a la ciudad y los residentes del lugar permanecen en sus comunidades y retoman sus actividades de la vida diaria, como si nada hubiera pasado”, señala Verástegui al describir lo que denomina como una suerte de turismo sexual, que estaría evidenciando “la reproducción de los estereotipos del imaginario social, originados en la Colonia, y que perviven en la actualidad para incluir a los afrodescendientes en el mercado erótico-sexual y no afectivo”. Ese estereotipo, que exotiza al otro, poniéndolo en el lugar de lo natural/primitivo/nativo, es un ejemplo de la forma discursiva de dominación sobre grupos históricamente subalternizados.
La situación de exclusión que rodea a las poblaciones afrodescendientes peruanas configura un escenario de extrema dificultad en el que casi no tienen posibilidades de superación personal, profesional y económica. Al igual que Chincha, distritos como San José, El Guayabo y sus comunidades rurales concentran una amplia población afro que se encuentra fuera del mercado de trabajo y sin perspectivas de vida futura y movilidad social. En ese contexto, muchas jóvenes ven en el encuentro con personas de otras condiciones sociales la oportunidad de salir de la pobreza, además de evitar el dolor producido por la discriminación, al tener hijos con características raciales diferentes a las suyas.
La estrategia de “blanqueamiento” adoptada por mujeres negras que se relacionan con hombres de otra procedencia racial ha dado origen al desarrollo de actitudes de alejamiento o desconocimiento de sus raíces ancestrales en las nuevas generaciones.
Pese a la tarea de tarea de fortalecimiento de la autoestima y de la capacidad de organización de la población afrodescendiente, y de la experiencia ganada en este sentido, según la representante de Lundu aún hay mucho por hacer para mejorar las condiciones de vida de las mujeres negras y viabilizar el ejercicio de sus derechos.
Muñoz señala también que una tarea urgente en ese sentido es recabar información sobre la situación de salud sexual y reproductiva de las mujeres afrodescendientes, ya que la ausencia de cifras e indicadores al respecto no ha permitido elaborar una agenda que pueda ser exigida, ni generar desde el Estado respuestas efectivas frente a la exclusión e invisibilidad de este colectivo social.