¿Es posible transformar homosexuales en heterosexuales a través de psicoterapias? Algunos profesionales del campo psi creen que sí. La psicóloga evangélica brasileña Rozângela Justino considera la homosexualidad como un trastorno para el cual ofrece una “terapia de cura”, pues para ella el modelo heterosexual es el correcto y el que debe ser seguido. Según su diagnóstico, una persona homosexual “no está en sintonía con su yo”.
“Existe la orientación sexual egodistónica en la cual la preferencia sexual de la persona no está en sintonía con su yo, lo que la hace sufrir con su estado homosexual. Normalmente las personas que me buscan para cambiar su orientación sexual homosexual están insatisfechas. Después de una relación homosexual, muchas se sienten mal consigo mismas. Hasta pueden sentir alguna forma de placer en el acto sexual, pero después se sienten incómodas y buscan tratamiento”, dijo Justino en entrevista a la revista Veja después de ser juzgada y censurada públicamente por el Consejo Federal de Psicología del Brasil (según ella conformado por muchos homosexuales que “deliberan a favor de su propia causa”) en agosto de este año, e impedida de aceptar pacientes en busca de “tratamiento”.
Asociaciones y consejos de psiquiatría y psicología, incluyendo la Asociación Americana de Psiquiatría (APA/EUA) y el Consejo Federal de Psicología del Brasil (CFP), se han manifestado contra las terapias que intenta cambiar la orientación sexual de las personas (conocidas como terapias de conversión) y presentan resoluciones que reafirman la oposición de la psicología a posturas homofóbicas en el tratamiento y el derecho del paciente a un tratamiento imparcial. Estas organizaciones también se manifiestan contra la idea predominante en la psiquiatría a partir del siglo XIX e inspiradora de tales tratamientos, de que la homosexualidad sea una enfermedad mental, dado que la misma fue retirada oficialmente del Manual de Diagnósticos de Trastornos Mentales (DMS) por la APA en 1973 y, por tanto, no puede ser “curada”. La decisión de la APA es una expresión del consenso científico contemporáneo alrededor de la cuestión.
En 1990, la Organización Mundial de la salud (OMS) reconoció que la orientación sexual no heterosexual no era una enfermedad mental ni una preferencia sexual que pudiese ser modificada voluntariamente. En el Brasil, la Resolución 001/99 del CPF, versa sobre las directrices éticas en la actuación de los psicólogos en relación a la diversidad sexual, prohibiendo toda forma de tratamiento clínico a la homosexualidad por parte de sus profesionales. De ahí la punición con censura pública a Rozângela Justino, lo que permitió un debate público.
“Ella no puede ser condenada por tratarse de un proceso en primera instancia. Por otra parte, para nosotros es interesante extender el debate a toda la sociedad para que las personas se posicionen y conozcan la resolución que produce argumentos para que los magistrados se posicionen en relación a cuestiones que involucran homosexuales. En nuestro país no entendemos la homosexualidad como patología y sí como una expresión de la sexualidad como cualquier otra”, afirma el psicólogo Pedro Paulo Bicalho, presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Consejo Regional de Psicología de Rio de Janeiro y coordinador del Grupo de Trabajo de Psicología y Diversidad Sexual del órgano.
La resolución brasileña fue elaborada en un momento en que una clínica para tratamiento de homosexuales había sido construida en Vitória (Capital del Estado de Espíritu Santo), en 1998, acabó siendo embargada. Al igual que Justino, esta clínica proponía tratamiento a personas que quisiesen voluntariamente abandonar la homosexualidad por causa del sufrimiento que ésta acarreaba.
“Lo que produce sufrimiento es la homofobia. Esos profesionales entienden que acabar con el sufrimiento es acabar con el deseo del sujeto. Vamos a tratar la homofobia en la sociedad. Este es un trabajo que debe ser hecho. Entonces, ¿porque existe la homofobia, vamos a acabar con la homosexualidad? ¿Porque existe el racismo, vamos a acabar con los negros? Esa lógica se parece mucho con el Nazismo” dice Bicalho.
No obstante, el psicólogo recuerda que Justino no es la única: “El prejuicio está en la sociedad y la psicología acaba absorbiendo ese tipo de comportamientos. Existe hasta un Proyecto de Ley para acabar con la Resolución. Ellos dicen que la psicología está impidiendo el trabajo de un determinado grupo (del cual Rozângela Justino hace parte)”.
¿Por qué tales iniciativas aún persisten en el campo pese a la existencia de alternativas menos patologizantes como la del propio Freud? Aunque la homosexualidad haya sido rotulada como un disturbio mental a finales del siglo XIX, el debate sobre la atracción sexual por personas del mismo sexo no era novedad. Sigmund Freud reportó un intento de cambiar la orientación sexual de una mujer joven que involuntariamente fue llevada por sus padres a tratamiento. Freud no tuvo éxito y acabó concluyendo que tales intentos estaban destinados al fracaso. Pese a que propuso, en el marco evolucionista de su época, una teoría de la homosexualidad masculina como fijación en una fase del desarrollo libidinal, en una célebre carta dirigida a una madre que consultaba sobre el caso de su hijo homosexual, Freud explicó que todo lo que el psicoanálisis podía hacer era ayudar a la persona a aceptar su condición, la cual no debía ser considerada una enfermedad mental, para que la viviera de la mejor manera posible. Él argumentó que la orientación homosexual no significaba ningún impedimento para una vida afectiva y una ciudadanía plena.
En la década de 1960, las voces más importantes a favor de una concepción patológica de la homosexualidad, fueron Irving Bieber e Charles Socarides, ambos norteamericanos convencidos de que la homosexualidad era una enfermedad posible de ser curada. Socarides fundó en 1992 la National Association for Research and Therapy of Homosexuality (NARTH) la cual continúa vigente y actuando hoy en día.
La mayoría de los tratamientos en los Estados Unidos consistía en las llamadas terapias de aversión. Una de las más populares era el “reacondicionamiento orgásmico: los hombres veían fotos de otros hombres y en caso de que se excitasen, recibían choques eléctricos en sus genitales. Como la homosexualidad en la época era criminalizada en el país, la mayoría de los pacientes que buscaban cambiar su orientación sexual eran hombres que temían ser presos o procesados en el futuro.
Estas terapias eran generalmente ineficaces (pues la persona permanecía atraída por el mismo sexo) o acababan dejando a la persona traumatizada o con la pérdida completa de su interés sexual.
Autor de los libros Psychoanalytic Therapy & The Gay Man(1998) y de Gay and Lesbian Parenting, el psiquiatra y psicoanalista estadunidense, Jack Drescher, analiza el recorrido trazado hasta que la homosexualidad llegó a ser vista como enfermedad mental. “En el siglo XIX se dio un proceso de medicalización de comportamientos socialmente inaceptables que continuó en el siglo XX substituyendo la visión religiosa de la naturaleza. Así, la posesión demoniaca se convertiría en ‘insanidad’, beber licor se volvió ‘alcoholismo’ y los sodomitas se convirtieron en “homosexuales”. Una visión normalizadora de la homosexualidad era sustentada sólo por una minoría. La sociedad estaba dispuesta a aceptar que los pecados pudieran ser reformulados como enfermedades en caso de que los científicos y médicos declarasen que los ‘homosexuales no son personas malas, sino apenas enfermos’. No obstante, considerar la homosexualidad como ‘normal’ fue difícil para la mayoría de los profesionales de la salud mental de aquella época”, relata.
Según Drescher, después de la muerte de Freud en 1939, una visión aún más patológica y crítica de la homosexualidad ganó terreno entre los psicoanalistas. En 2007, la APA formó una comisión para revisar la resolución de 1997 sobre las terapias apropiadas para la orientación sexual y elaborar el informe Appropriate Therapeutic Responses to Sexual Orientation, que discute las intervenciones apropiadas en niños, adolecentes y adultos y revisar la literatura sobre el tema. Sin embargo, la resolución estadunidense no tiene la fuerza que tiene la resolución brasileña porque en los Estados Unidos no existe un órgano que congregue una directriz que sirva para todo el país. Por el hecho del Brasil ser una federación, la resolución es válida en todos los estados, pese a que apenas tres de ellos (Rio de Janeiro, São Paulo y Bahía, que congregan el 75% de los psicólogos en el país) han institucionalizado grupos de trabajo para hacer de esa resolución una prioridad.
La discusión en América Latina
Aunque esta discusión es más fuerte en los Estados Unidos, en Latinoamérica la cuestión ocasionalmente viene a la luz, vinculada a personas e organismos religiosos. Así como en el Brasil en 2004 un deputado evangélico de Rio de Janeiro elaboró un proyecto de Ley que proponía que el Estado costease el tratamiento de las personas que querían abandonar la homosexualidad, y en 2009 surgió el caso de Rozângela Justino, en Argentina, la llamada “terapia reparativa” es actualmente la favorita de los ministerios cristianos.
Tal es el caso del Ministerio Restauración, organización evangélica argentina cuyo propósito consiste en convencer a las personas LGBT de que en realidad son heterosexuales confundidos.
Para los miembros de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), los terapeutas que aplican las terapias de conversión – los cuales aseguran tratar a unas 30 personas por año y lograr una recuperación en el 70% de los casos – son provenientes de organizaciones con una perspectiva ideológica que condena la homosexualidad y están insuficientemente documentados.
La cuestión es que la fuerte asociación de la psicología con la religión (llevando en cuenta que ambas áreas actúan en torno de la noción de cuidado) hace que algunos de los profesionales acaben por incorporar sus creencias religiosas en el desarrollo de la práctica laboral. Pero vale la pena preguntar: ¿Qué lleva a que esos líderes religiosos fundamentalistas elijan la psicología como área de actuación?
“El área de unos años para acá pasó a ser un título interesante para pastores de iglesias neopentecostales que tienen la figura del líder como sujeto de persuasión. Y la psicología pasó a ser blanco de los que quieren persuadir a los otros. Este es el uso del campo. La discusión es cómo tornar la psicología laica”, expresa Pedro Bicalho.
Otras organizaciones que se dicen capaces de promover la cura de la homosexualidad son la Exodus Latinoamérica, CREHO (Centro de Restauración de Homosexuales do Peru), Zapatos Nuevos en Caracas, Los Hijos del Padre en la Florida (EUA); Camino de Salida en Quito y la NARTH (Asociación Nacional de Investigación y Terapia de la Homosexualidad), que recientemente organizaron un congreso en la Ciudad de México, del cual participaron tanto profesionales cuanto leigos.
El CREHO realiza semanalmente terapias grupales e individuales para buscar las raíces de la homosexualidad y “corregirla”, asumiendo que se trata de una “enfermedad del alma”. Un aspecto preocupante de estas reuniones es que también están dirigidas a padres y madres de familia que buscan cambiar la orientación sexual de sus hijos e hijas.
Los periódicos brasileños O Estado de São Paulo y O Tempo, de Belo Horizonte (Minas Gerais), publicaron recientemente reportajes sobre las clínicas de recuperación donde los padres internan a sus hijos gays con la disculpa de que éstos son dependientes químicos y los dejan enclaustrados por meses sin poder recibir visitas y sin acceso al teléfono. Después de varias denuncias, el Consejo Federal de Psicología pasó a investigar tales establecimientos.
En el Perú existen algunos programas y “terapias” promovidos por sectores religiosos conservadores. La Red Peruana de Trans, lesbianas, Gays y Bisexuales (Red Peruana TLGB) ha manifestado su preocupación con tales iniciativas. Para el activista Paco San Martín, “estos tratamientos tienen un enfoque patologizante. Hacen que la persona crea que es víctima de una enfermedad de la cual solamente será liberada cuando vuelva al camino trazado por Dios, lo que implica que renuncie a sí mismo y que reprima su orientación y sus propios deseos”. Algún tiempo atrás, San Martín visitó el Centro de Restauración de Homosexuales (CREHO) buscando respuestas a incertidumbres y vacíos que, según comenta, sintió en algún momento de su vida.
“Estos grupos te envuelven y por momentos uno piensa que lo están ayudando, pero después uno se da cuenta de que no es así, que a partir de la culpa te llevan a actuar dentro de ciertos parámetros de conducta que ellos consideran indeseables”, afirma el activista, quien asegura ser hoy una persona que se acepta a sí mismo y que ejerce su libertad para vivir plenamente.
Jack Drescher afirma que la absorción de las teorías psicoanalíticas sobre patologías – actualmente descartadas por el mainstream del campo de la salud mental – es una táctica de muchas denominaciones religiosas dentro de una cultura de guerra contra el movimiento LGBT. “Desde esta perspectiva religiosa contemporánea, un gay o una lesbiana no tiene que ser automáticamente expulsado de su congregación de fe. Ellos serán abrazados en caso de que renuncien a sua homosexualidad y procuren por la ‘cura`. Este cambio de ambiente llevó a un movimiento de grupos religiosos de auto-ayuda destinado a individuos que se refieren a sí mismos como ‘ex-gays’. En los Estados Unidos, el movimiento de los ex-gays ha sido usado para mostrar que las personas LGBT pueden cambiar su orientación sexual si lo intentan y, por lo tanto, no existen razones para otorgar derechos civiles a las comunidades LGBT”, analiza Drescher.
Para el psicoanalista, es posible pensar en otros modelos clínicos para comprender la orientación sexual más allá de la patologización. En su libro Psychoanalytic Therapy and the Gay Man (1998) ofrece una alternativa a los abordajes ideológicos: “los terapeutas necesitan ser capaces de trabajar dentro de un modelo de conflicto y deben asumir una posición neutra para ayudar a sus pacientes a resolver un conflicto interior. Los profesionales necesitan ser honestos consigo mismos y con sus pacientes en relación a sus creencias personales. El papel del analista es ayudar al paciente a tolerar mejor el dolor del conflicto, la ansiedad, la incertidumbre y a llegar a sus propias conclusiones”.
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