Si la historia del terrorismo de Estado pudo escribirse y seguir completándose es porque hubo sobrevivientes que, más allá de la sospecha de esa mirada de reojo que los apuntó al principio, tuvieron la valentía de hablar, de contar y recordar con precisión los nombres de estudiantes frente a una mesa de examen. Por esos ojos que vieron la muerte conocemos las historias de los que no están, de las mujeres que parieron en cautiverio, de las que usaron su rol maternal para forjar una resistencia silenciosa.
Texto completo.