Nadie pone en duda que la muerte materna es un grave problema de salud pública, así como de derechos humanos. Las cifras no son capaces de expresar el drama que significa la muerte de una mujer para las familias más pobres. Cálculos discretos señalan que cada año mueren 1,200 mujeres, pero es probable que haya muchas más que se quedan fuera de la estadística, yéndose de este mundo en el mismo anonimato en que vivieron.