CLAM – ES

Nada para celebrar

Alejandra Aguilar es integrante del Colectivo Lésbico Feminista “Mafalda”, con sede en Temuco, capital de la 9º región chilena, en el sur del país. Durante la I Conferencia Nacional LGTB brasileña, participó en la mesa “Coyuntura Internacional – Contextualización y Perspectivas”, integrada por activistas tanto de Brasil como de otros países de América Latina, que contaron sus experiencias y expusieron el estado de situación legal en relación con los derechos de la población LGBT en sus respectivos países. Aguilar habló con el CLAM y explicó los desafíos que enfrenta el movimiento LGBT chileno.

¿Cuáles son los problemas que enfrenta la población LGBT en Chile?

En el primer día de la Conferencia vi que la sala estaba tan llena que la gente debía inclusive permanecer en pie. Brasil tiene algo para celebrar. Yo veía que los brasileños estaban muy contentos lo cual está bien porque tienen cosas que en Chile no existen, como la salud y la educación. Ustedes aquí sí existen.

En Chile, nosotras, las lesbianas feministas, tenemos una consigna que dice “nada que celebrar, mucho que protestar” porque en nuestro país no existen derechos para la población LGTB. Por este motivo sentimos que no tenemos nada que celebrar. Ayer les dije a los participantes de la plenaria de la Conferencia que ahora Brasil puede gritar “algo para celebrar pero aún mucho para protestar”: aún mueren personas en Brasil [a causa de esta violencia] y en Chile aún les quitan los hijos a las madres lesbianas y a los padres gays, aún los gays son expulsados de sus trabajos. Mientras en algún lugar del mundo siga habiendo violaciones a los derechos humanos de las lesbianas, de los gays, de los trans y de los bisexuales, no podemos seguir celebrando.

Hasta la década pasada había en Chile una ley que criminalizaba la homosexualidad…

Hay una ley de 1800, traída por los españoles, que dice que si una persona se besa en la calle con otra del mismo sexo, está rompiendo con la moral y las buenas costumbres. En Chile eso aún existe; si yo me beso con una chica en la calle, cualquier persona puede pedir que me lleven detenida. También en Chile si yo, como madre lesbiana, vivo con mi pareja, la policía puede quitarme mis hijos. En Brasil esas cosas no suceden, por eso yo les decía que celebren, porque tienen muchas cosas para hacerlo. Esta conferencia es una de ellas, es un acontecimiento histórico no sólo para Brasil sino para el mundo entero, especialmente para los países latinoamericanos, porque Norteamérica y Europa tienen muchas cosas pero los latinos siempre somos los que necesitamos más ayuda. Para Latinoamérica esta conferencia es un ejemplo de que sí se puede.

¿Existen desafíos comunes para los movimientos LGBT latinoamericanos?

Nosotros los latinoamericanos estamos influenciados por los fundamentalismos religiosos que nos gobiernan desde que fuimos colonizados. Brasil no es tan tradicional, pero en Chile la Iglesia Católica tiene mucho poder sobre las decisiones del gobierno. Hace poco se prohibió la distribución de la píldora del día después, sin embargo el Viagra se reparte gratis… En eso vemos una cultural patriarcal muy marcada donde los hombres pueden tener placer gratis pero las mujeres tienen que pagar si quieren la píldora. En una sociedad donde el rol de la mujer es de sumisión, como lesbianas es mucho más difícil luchar contra este rol. Hay una frase de [la activista lesbiana española] Beatriz Gimeno que a mí me gusta mucho, que dice: “El gay y la transgénero son expulsados de un mundo donde ya son dueños, en cambio la lesbiana es expulsada de un lugar del que ya es servidumbre para el patriarcado”. El gay es expulsado de un lugar del que tiene poder, pero cuando llega al mundo LGTB sigue siendo dueño. Creo que el movimiento LGTB tiene que trabajar también por la eliminación del patriarcado dentro de nuestras propias prácticas como población LGTB. Brasil tiene mucho que festejar, pero mientras siga habiendo muertos en Brasil y desigualdades en Latinoamérica, como hermanos, no podemos celebrar.

¿Qué podemos hacer de ahora en adelante?

Lo que aprendí en esta conferencia es que los lazos entre los países deben ser más fuertes. Es necesario que tengamos la capacidad de concretar una unión real entre los movimientos LGTB de todos los países latinoamericanos. Si logramos un núcleo fuerte, tanto Naciones Unidas como nuestros propios Estados y gobiernos tendrán que escucharnos, ya que ningún país tiene una buena imagen en el exterior si discrimina a su población.

Sin embargo, Chile apoyó la Resolución de la OEA en Medellín. ¿Esto no es una contradicción con sus políticas internas?

Chile es muy bueno para dar discursos, pero en la práctica las cosas son diferentes. Por ejemplo, el gobierno chileno se considera laico y dice luchar por los derechos de todas las personas, pero ¿cómo un gobierno va a aprobar una Resolución como la de Medellín, si los gays, lesbianas y trans no existen en la legislación chilena? El discurso externo es para que Chile logre inversiones, sin embargo la realidad interna es distinta. Por ejemplo, tenemos un dicho que dice “Chile es blanco por fuera, pero negro por dentro” que muestra la fuerza de los prejuicios, en este caso el racismo, en nuestra sociedad.

Es cierto que tenemos una presidente mujer, pero la verdad es que Bachelet no es un referente político real para las mujeres ni para el movimiento LGTB en Chile; es un espejismo creado por el patriarcado político del país. Desde que terminó la dictadura en Chile, el movimiento LGBT ha enviado cartas para que los presidentes nos reciban y no lo hemos logrado ni una vez. Treinta y tres años de democracia y nunca nos recibieron. Ni siquiera hemos logrado una respuesta diciendo que no quieren recibirnos. Durante las elecciones, Michelle Bachelet dijo que lesbianas, gays y transexuales no eran parte de su plan de gobierno. Sin embargo después tenía fotos de campaña con dos hombres besándose como fondo… estas contradicciones son las que marcan nuestro país.

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