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¿MATRIARCADO ZAPOTECA?

En su libro Mujeres: género e identidad en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca (2010), la antropóloga mexicana Margarita Dalton Palomo cuestiona la idea ampliamente difundida de un matriarcado zapoteca y expone las formas de dominación de las cuales han sido objeto las mujeres de esta sociedad. En entrevista con el CLAM, la investigadora del CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social) comentó los hallazgos de más de 20 años de investigación con los pueblos zapotecas asentados en esta región.

Dalton abordó el poder y la autoridad de las mujeres zapotecas del Istmo con el fin de indagar hasta qué punto ellas ejercen el dominio social y cultural que se les atribuye. A partir del concepto de “amor propio” en sus relatos, analizó prácticas como la prueba de virginidad, a través de las cuales las mujeres se definen como tales. Partió de la hipótesis según la cual el rol protagónico y el carácter fuerte de las mujeres zapotecas se debe, en buena medida, a su principal actividad económica: el comercio en los mercados. Además de intercambiar productos y ganar dinero, a través de esta actividad las mujeres obtienen información sobre las actividades y comportamientos de distintas personas de la comunidad, lo que les permite ejercer un poder informal. No obstante, afirma la antropóloga, los espacios formales de decisión son dominados por los hombres.

Lo que caracteriza a las mujeres zapotecas y las hace sobresalir respecto a las de otros grupos indígenas, señala Dalton, es el “amor propio”. Este es un componente de la identidad femenina que les confiere sentido de autoridad y poder. El amor propio se evidencia en la forma como portan con orgullo sus trajes típicos durante las ceremonias, en su carácter abierto y sincero, en su actitud participativa, trabajadora y en su protagonismo en las actividades comunitarias.

El amor propio de las mujeres pervive porque socialmente se las considera representantes y guardianas de tradiciones. Sus vidas están marcadas por rituales y ceremonias en las que a través de sus atuendos y pertenencias se destacan al interior de la comunidad. Sin embargo, Dalton advierte que la idea generalizada de que existe un matriarcado zapoteca, entendido como forma de organización social en la que las decisiones y la vida en comunidad son determinadas por las mujeres, no es del todo cierta. Esta idea, ampliamente difundida en guías turísticas, literatura mexicana (véase al respecto algunas obras de Elena Poniatowska) y trabajos etnográficos, es puesta en entredicho por las mismas mujeres zapotecas, quienes señalan no sentirse con tanto poder como el que se les atribuye. En lugar de ello, señalan su subordinación al poder de los varones de la comunidad.

La autora explica que en comunidades como Juchitán existen albergues para mujeres golpeadas, hecho que refleja la vulnerabilidad de las mujeres en su vida cotidiana y en su relación con los hombres. En prácticas como la comprobación de la virginidad de las mujeres, afirma, es manifiesta la sumisión femenina al sexo masculino.

En su libro, Dalton también cuestiona la creencia de que los habitantes del Istmo de Tehuantepec tengan una actitud ‘abierta’ ante la sexualidad. Esta idea se ha constituido a partir de la “tolerancia” de la comunidad hacia categorías como las muxes –individuos de sexo masculino que adoptan una identidad y asumen papeles sociales femeninos– y del supuesto dominio femenino en determinados ámbitos de la vida social.

Con el objetivo de ahondar más en esta situación, Dalton desarrolla actualmente una investigación sobre las mujeres zapotecas que han logrado acceder a cargos políticos y las implicaciones sociales de este hecho. Su hipótesis es que la injerencia de las mujeres en espacios públicos, su rol como representantes de la cultura zapoteca y la noción de amor propio a partir de la cual se muestran orgullosas de su identidad, son hechos que han sido malinterpretados como evidencia de un dominio social femenino.

“El discurso sobre la mujer zapoteca del Istmo rompe algunos esquemas estereotipados de lo femenino, es decir, de la debilidad y la sumisión, de la dependencia económica. La mujer indígena zapoteca del Istmo tiene otros atributos y no por ello deja de ser seductora y segura de sí misma. Simplemente al bailar y presentarse engalanada con trajes tradicionales, permite apreciar a simple vista la síntesis de una historia en la que a través del tiempo se ha construido el amor propio y la valoración personal en la autocomplacencia esmerada”. Sin embargo, señala, amor propio no se traduce en poder político.

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