El Encuentro Nacional de Mujeres, desde hace tres años cada vez más masivo y más comprometido con esa demostración de fuerza en favor de la despenalización del aborto, es un espacio al que los sectores fundamentalistas de la Iglesia miran con recelo pero también con ansia. No en vano mejoran sus estrategias para tratar de poner en palabras un estereotipo de mujer (y de varón) que niega 50 años de cambios en la vida de unas y otros. Algunas reflexiones y unas cuantas postales de un encuentro con vida propia.
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