El alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, ha hecho una política audaz, ambiciosa e innovadora a favor de los gay. Pero todavía es insuficiente. Es miércoles y en Chapinero, a la altura de la calle 66, se ve una casa desbordada por la gente. En su sencilla fachada de ladrillo cuelga un gran pendón con la bandera arco iris y unas siglas que resaltan: Lgbt. Se ven jóvenes conversando y preparando con pinturas de colores sus distintivos para la marcha del domingo.