Yo había sido un ángel tan pero tan gordo, que se cayó de la nube en la que estaba y fue a dar con sus alas rotas (hubo que podarlas) justo encima de la cama de mis padres. Esa fue la explicación que durante mi primera infancia intentó satisfacer mi curiosidad acerca de cómo venían los niños al mundo. Una pura cuestión de obesidad angelical.
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