El policía ideal es muy masculino, sea cual fuere su sexo. Lo civil se asocia con lo femenino, y debe ser dejado de lado. Para la antropóloga Mariana Sirimarco, autora de De civil a policía, las escuelas de formación de oficiales son espacios de transición donde el cuerpo mismo de los y las aspirantes debe despojarse de cualquier signo de debilidad, cualquier marca que melle apenas la rígida postura del macho. Así, quienes enseñan hablarán de hombre a hombre y quienes demoran en aprender serán tratados de “loquitas” o “mujercitas”. Aun cuando la formación se termine en la calle, en la escuela se aprende que el uniforme es más que aquello que se lleva sobre la piel.