Las mujeres realizan dos tercios del trabajo que se necesita para que gire el mundo, pero reciben sólo el diez por ciento de las remuneraciones y apenas registran el uno por ciento de las propiedades. Como si la desigualdad fuera poca violencia, la necesidad de conservar el trabajo las expone al acoso sexual en ese ámbito, una de las violencias más difíciles de denunciar y probar.