La marcha en contra de los derechos de las personas LGBT, que tuvo lugar el 28 de septiembre pasado en Bogotá (Colombia), evidenció las tensiones sociales en relación con la conquista de derechos sexuales y reproductivos, así como la fuerte influencia de los fundamentalismos cristianos en contra de la consolidación de sociedades basadas en éticas laicas.
A inicio de septiembre comenzaron a circular unos volantes firmados por ADME (Asociación de Ministros del Evangelio) y Cedecol (Consejo Evangélico de Colombia), que invitaban el 28 de septiembre a una marcha con el siguiente título:“Gran marcha de protesta contra el LGBT del Alcalde Lucho Garzón”, “Bogotá en resistencia civil, moral y espiritual”. No se sabía que tanto éxito iba a tener esta invitación, pero efectivamente el 28 de septiembre hubo unas 3.000 personas entre niños, mujeres y hombres que acudieron a la invitación de los pastores de diversas iglesias cristianas.
Para entender mejor los motivos de la manifestación es necesario recordar que en Bogotá comenzaron a darse pasos para la consolidación de una política pública para el sector LGBT: se creó la Alianza por la Ciudadanía LGBT, se propuso la creación de un centro comunitario en el barrio Chapinero para personas LGBT y empezó a tramitarse en el Concejo de la ciudad de Bogotá un proyecto de acuerdo para ordenar la creación de una política pública distrital para el sector LGBT. Esta acciones estuvieron acompañadas por una campaña de comunicación que divulgó imágenes de “el LGBT” por toda la ciudad. Aunque al inicio muchas personas no entendieron de qué se trataba, luego fueron comprendiendo que detrás de aquellas misteriosas letras había lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas. Así fue como comenzaron algunas reacciones negativas contra esa campaña.
Los primeros en mostrarse preocupados -sobre todo por el rumor de que la política LGBT se iba concentrar en la localidad de Chapinero- fueron algunos comerciantes que manifestaron su portemos de que la zona se fuera a desvalorizar y “llenarse de inmoralidad” Chapinero es una localidad fuertemente comercial, central y con el mayor número de bares, saunas y sitios de encuentro para gays y lesbianas de toda la ciudad.
Se anticipaban reacciones negativas, pero ni el sector LGTB ni la Alcaldía Distrital se esperaban una manifestación masiva en contra de esa política pública. Más aún cuando aún no han sido implementadas medidas concretas, fuera de la mencionada campaña publicitaria. El proyecto de acuerdo aún no ha sido aprobado y la segunda fase de la campaña de comunicación masiva -esta vez de tipo informativo- no ha tenido curso hasta el momento, aunque la Alianza por la ciudadanía LGBT venga desarrollando una serie de acciones en la ciudad.
Los funcionarios de la Alcaldía dieron permiso a la marcha, no encontrado argumentos para no hacerlo, dado que esta había sido presentada como una manifestación contra la acción de un funcionario público –el Alcalde Lucho Garzón– y contra una inversión de recursos públicos que los organizadores consideraban inadecuada: habiendo tantos problemas sociales como la pobreza, los niños, los ancianos, ¿cómo podría justificarse un gasto en las personas LGBT? En la víspera de la marcha, la periodista Olga Lucía Lozano alertó sobre los riesgos de que un segmento de la población organice marchas en contra de una minoría, en este caso la comunidad LGBT. El título del artículo, publicado en la revista Semana, fue “¿Marchar contra la diferencia?“
El debate esta fuertemente polarizado y las iglesias católica y evangélicas, antes cada una por su lado y ahora en alianza, hacen un fuerte lobby para impedir la aprobación del proyecto de Ley sobre la seguridad social y los derechos patrimoniales de las parejas del mismo sexo. El actual presidente colombiano durante su campaña se manifestó favorable a un proyecto de ley para las parejas del mismo sexo y luego lo ratificó en una entrevista concedida cuando ya había sido reelegido. Pero al interior de los partidos no hay consenso sobre el tema. Los partidos que apoyaron al actual Presidente, el Partido de la U y Cambio Radical, están divididos en torno de este y otros temas. En Partidos como el Liberal y el Polo Democrático, que manifestaron públicamente como bancada estar a favor del proyecto, algunos senadores han dado declaraciones individuales en contra. A esto se le suma la poca importancia que el tema tiene en el Congreso lo que lleva a que en las sesiones no haya quórum para votar.
“No es una marcha contra los homosexuales” -¿No lo es?
A pesar de que los pastores organizadores consultados acerca del carácter de la marcha, insistieron en que no se trataba de un acto contra los homosexuales, que no estaba orientado a la discriminación o la intolerancia como, según ellos, habían expresado equivocadamente algunos medios, las consignas revelaron el carácter hostil de esta marcha y cómo no hacía más que promover la discriminación.
“El sida mata, ¿la solución es estimular y dar beneficios a los contagiados?” La frase citada, agresiva y estigmatizante para las personas viviendo con VIH y sida pertenece a Radio Berakah, emisora evangélica. En Colombia el decreto 1543/1997 del Ministerio de Salud Pública, que reglamenta el manejo de la infección por el VIH/sida y las otras ETS, en su apartado sobre el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes dice que las personas que viven con VIH y sida no serán discriminadas por ningún motivo y que las estrategias comunicativas deben incluir componentes en relación con la discriminación. Es urgente la aprobación del Estatuto Antidiscriminación que otorgará mecanismos eficaces para documentar y sancionar los actos que promueven el racismo, la homofobia y el sexismo y para que no se confundan la libertad de expresión con actos abiertamente discriminatorios.
La contribución de otras consignas al éxito de la marcha: el pánico moral. Los “valores familiares” y la educación
Las mutaciones que la marcha fue sufriendo a partir de su convocatoria resultaron útiles para la comprensión . Si bien fue anunciada como una manifestación en contra de la política LGBT de Bogotá, terminó siendo también fundamentalmente una marcha contra el aborto. Lo que era en contra de una política local, se convirtió en una protesta nacional contra la reciente despenalización parcial del aborto y el proyecto de ley sobre derechos patrimoniales y seguridad social para parejas del mismo sexo que cursa en el Congreso.
También se pudo identificar el papel fundamental de la senadora evangélica Claudia Rodríguez de Castellanos, destacada por su lobby en contra del proyecto de ley de parejas del mismo sexo. Tal vez no sea casual que el debate de esa ley se atrasara precisamente hasta después de la realización de esta marcha.
La unión de estos dos temas, aborto y diversidad sexual, muestra cuáles son los valores que están en juego. Como bien lo advertían algunos de los lemas principales de la marcha, la familia estaba en el centro de las preocupaciones. En la visión de los grupos promotores de la marcha, esa institución se encuentra fuertemente amenazada por los derechos de las mujeres. Según su planteo, los cambios en los roles de género estarían causando la desintegración de la familia tal como ellos la conciben. Otro fantasma movilizado es el de la homosexualidad, centrado en la educación de los niños y en la función reproductiva de la sexualidad y de la familia.
En las sociedades contemporáneas los niños y niñas representan un foco de ansiedad moral, manifiesto en las discusiones sobre adopción por parte de parejas del mismo sexo, el aborto y la pedofilia. Los gestores de estas manifestaciones conocen bien el impacto que genera la causa de la infancia. En la víspera del fallo de la Corte Constitucional fue denunciada la manipulación de niños y niñas, que escribían a la Corte y al Congreso cartas en contra del aborto.
Un panfleto repartido en el Congreso explotó al máximo esta sensibilidad moral, al mostrar diversas fotos de lesbianas y gays besándose, teniendo sexo o en posiciones “provocativas”, con una frase que decía: “estos pueden ser los próximos profesores en nuestros jardines infantiles”. Varios congresistas manifestaron su indignación ante este documento, calificado de «panfleto homofóbico y fascista, que incita al odio”por el Senador Petro (Polo Democrático Alternativo, PDA).
La legitimidad de la marcha y la ética del agresor
Algunos líderes del movimiento LGBT y funcionarios públicos consideraron la marcha una expresión legítima de disenso. Sin embargo, existen claras diferencias entre una expresión de puntos de vista alternativos y una manifestación que promueve la discriminación y la hostilidad contra los derechos de las ciudadanas y ciudadanos. Si bien se trató de una movilización pacífica, genera un saldo de prejuicios, intolerancia y desinformación en el resto de la población. La marcha “contra el LGBT” no puede ser comparada, como fuera sugerido, con la marcha por la ciudadanía LGBT. Es necesario tomar medidas que aseguren la equidad y la libertad tales como las que impulsa el gobierno de la ciudad de Bogotá en pro de la creación de una política pública dirigida a las personas LGBT.