Organizado por el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y el Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín, tuvo lugar en Buenos Aires el II Coloquio de Investigación: Género y Ciencias Sociales, en el marco del Programa de Docencias Cortas del Servicio Alemán de Intercambio Académico –DAAD. El encuentro retomó las discusiones de la primera versión del coloquio, realizada en 2009, en torno a los estudios de género, cuerpo, globalización, antropología política, salud, identidades y estudios de mujeres en América Latina, a partir de la presentación de avances de investigación en estos temas. En la edición de este año se evaluaron los aportes conceptuales y metodológicos de los estudios de género de la Argentina a la formulación de una perspectiva interdisciplinaria.
La Mesa redonda de cierre, integrada por destacadas figuras del quehacer científico argentino, dialogó en torno a la circulación de conceptos y metodologías en los estudios de género, investigaciones sobre saberes científicos, violencia, justicia y salud, a partir de una reflexión epistemológica situada de los fenómenos sociales.
Dora Barrancos, directora del CONICET por las Ciencias Sociales y Humanas, abrió el debate con un mapeo de los postulados epistemológicos que ponen en relación al género y al campo científico a través de los aportes del feminismo. La entrada de la perspectiva interpretativa desestabilizó la hegemonía del paradigma positivista y la unicidad del método científico, lo que permitió la inclusión del género como categoría de análisis, explicó. La obra de Thomas Kuhn es central en el pensamiento de epistemólogas fundamentales como Sandra Harding y Donna Haraway. Con un enfoque historicista del desarrollo científico, Kuhn plantea la existencia de paradigmas teóricos de pensamiento que se imponen en determinados momentos de la historia de la ciencia y se constituyen en lo que él denomina ciencia normal. Según el filósofo estadounidense, este estatus se mantiene hasta que una nueva visión de los hechos, ciencia extraordinaria, interpela a la ciencia normal provocando una crisis en el paradigma, lo que conlleva a una revolución científica. “Si en este momento existe una primacía de la voz del sujeto en las ciencias sociales, se debe justamente a esa apertura que permitió la puesta en cuestión de un universalismo estructurante a favor del conocimiento local y situado como base posibilitadora del conocimiento científico actual. Este modo de acercamiento epistemológico de Harding y Haraway trajo lo que puede ser considerada una nueva óptica dentro del pensamiento feminista que se extendió no sólo a las ciencias sociales sino a la biología; lo que significó una revolución epistemológica más amplia” , explicó Barrancos.
De este modo, en los años 1970 y 1980 ocurrieron transformaciones en la producción del conocimiento que reordenaron los intereses y los modos de hacer ciencia. “Nuestros colegas científicos se asustan cuando nosotras decimos que hacer ciencia es hacer política, pese a que resulta claro que la división de temas, la selección de tópicos de conocimiento e inclusive de revistas para publicar, supone un posicionamiento que podemos llamar político” , afirmó.
La investigadora del CONICET cuestionó el planteo de Haraway respecto a que estas transformaciones impactaron “el pensamiento feminista”, ya que evoca un supuesto universal compartido por todas las feministas, lo que se contradice con la noción de conocimiento situado esgrimida por la pensadora estadounidense. Para resolver esta dificultad, Barrancos propuso la adscripción a la noción de Haraway de conocimiento situado, desde una epistemología que permita pensar escenas de interpretación acordes a las situaciones analizadas.
Al abordar el lugar de la mujer en la academia argentina, Dora Barrancos señaló la dificultad para elaborar una historia reciente de la situación de las mujeres en las ciencias naturales y sociales. Comentó que, en 2003, la filósofa Diana Maffía desistió de llevar a cabo un estado de la situación sobre el tema en la historia reciente de América Latina debido a la falta de fuentes. Esta realidad también se evidencia en la conformación y división de género del cuadro de científicos y científicas de la academia en Argentina. Según datos aportados por Barrancos, en el CONICET todavía prevalecen en número los varones sobre las mujeres; particularmente en escalafones más elevados como el de investigador principal. La única excepción es el área de Literatura.
La crítica epistemológica elaborada por Barrancos fue compartida por Nora Domínguez, directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (FFyL, UBA). El título de su ponencia, Género: Un punto de tensión entre las ciencias sociales y las ciencias humanas, deja entrever el carácter de la discusión que colocó en la mesa: tensiones entre los instrumentos teórico-metodológicos de cada disciplina y los propuestos por los estudios de género. Domínguez planteó esta tensión al interior de los estudios de género respecto a las investigaciones centradas en derechos y las que se ocupan de otros aspectos aparentemente “menos políticos”: “cuando se trata de espacios académicos de estudios de género en los que, por ejemplo, los trabajos que hacen hincapié en las prácticas y los derechos van en detrimento de aquellos centrados en las representaciones y los discursos, pareciera que fuéramos menos feministas o menos comprometidas al no ocuparnos de temas políticos” . Para la investigadora, la centralidad que ocupan las temáticas relacionadas con la igualdad de derechos “deja escapar un orden de discursos y representaciones en donde está en juego el deseo” . En este sentido, trajo a colación el trabajo de la filósofa feminista italiana Rossi Braidotti quien “rescata a feministas que tienen en cuenta el inconsciente y el deseo como órdenes de análisis” . Domínguez llamó la atención sobre la necesidad de ser sensibles a la actualización teórica de términos y conceptos utilizados, tales como ‘igualdad’, ‘diferencia’, ‘femenino’ y ‘masculino’, ya que su carga semántica se transforma de acuerdo con los contextos histórico-políticos en que son enunciados.
Ana Domínguez Mon, integrante del IIEG/FFL (UBA), centró su atención en las investigaciones sociales en salud, particularmente en las que abordan las relaciones de género en los casos de padecimiento de enfermedades crónicas. Explicó la importancia del trabajo de campo etnográfico para estudiar las relaciones de poder que existen en todo grupo social. Para Domínguez Mon, esta premisa es esencial en el análisis de las relaciones de género, ya que supone dimensiones sensibles al poder y la desigualdad. “La perspectiva de género amplió la mirada acerca de la diversidad y la diferencia respecto a la forma como los géneros disputan sus lugares para ser legitimados. En este sentido, develar prácticas sociales y discursivas así como interacciones gestuales fue un aporte del feminismo al abordaje de la producción de conocimiento de un grupo humano considerado inexistente en la base de los derechos de los trabajadores: el trabajo doméstico de las mujeres como fuerza productiva” , puntualizó.
En el campo de la salud, Domínguez Mon reconoció el trabajo de Emily Martin Women in the body, pionero en el análisis de la ginecología y la obstetricia como sistemas culturales. Este texto, señaló, puso en tensión una discusión del feminismo de ese momento sobre la validez exclusiva de los trabajos realizados por parte de personas de la comunidad investigada: mujeres investigando mujeres. Este camino fue fecundo puesto que “ayudó a desenmascarar miradas esencialistas de pensamientos considerados masculinos o femeninos, extrapolados a concepciones morales en torno a los cuidados y la justicia” .
Las oradoras coincidieron en la importancia del giro lingüístico como herramienta que, junto a los aportes de la epistemología feminista de los años ochenta, permitió superar esa “trampa esencialista” para dirigirse hacia una antropología de la reflexividad.
“La perspectiva de género obliga a una metodología mucho más flexible para poder abordar problemas complejos, quebrando las miradas universalizantes de división de grupos raciales, etarios, de clase o de género, evitando articular fenómenos concentrados en los diseños preconcebidos haciendo estallar las propias categorías”, señaló Domínguez Mon.
Por su parte Claudia Lozano, investigadora de la Universidad Libre de Berlín/DAAD, hizo un análisis puntual sobre la relación entre violencia, género y derecho en los sistemas de justicia. Su presentación sobre Los aportes de los estudios de género a la reflexión sobre violencia y derecho explicó que en América Latina los conceptos de violencia y justicia son inestables, lo que trae aparejado que el Estado también lo sea. Este es el marco de situación que debe ser tenido en cuenta a la hora de analizar situaciones de conflicto en nuestra región, a diferencia de los puntos de vista dicotómicos presentes en pensadores europeos y norteamericanos, afirmó. En este sentido, la performance y la perspectiva de género, son herramientas fundamentales para estudiar cómo se aplican los modelos de género a la justicia y a los aparatos de Estado, y permiten ver el androcentrismo como un modelo implícito en los discursos y las prácticas de la justicia y de los aparatos de seguridad. Desde esta perspectiva, el problema planteado por Lozano puede sintetizarse en “cómo se profesionaliza, dentro del aparato del Estado, una mirada de género no androcéntrica basada en la diferencia, que continúe cumpliendo discursivamente el papel performativo de ‘impartir justicia’. Esto se hace particularmente patente en situaciones límite como las que viven poblaciones indígenas, donde confluyen distintos sistemas de derecho y justicia. Por ello, es necesario pensar una grilla que contemple el procesamiento de las diferencias en general: sexual, de género, de clase” .
Como corolario del Coloquio la profesora Ana Amado retomó en sus comentarios de cierre la importancia del uso de la palabra ‘perspectiva’, en alusión a un espacio, un punto de vista y una manera de mirar, y del concepto de ‘performatividad’ para rescatar el valor del lenguaje en el análisis de los campos del conocimiento científico y social.