En 2009 se aprobó en el Distrito Federal la Ley de Concordancia Sexo-Genérica, conocida como “Ley Trans”. El instrumento permite el cambio de identidad de género en actas de nacimiento sin requerir haber pasado por una cirugía de transgenitalización (requiere sí constancia de al menos cinco meses de terapia psicológica y/o de reemplazo hormonal). No obstante, como en el caso del la legalización del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo, el panorama en el nivel federal es otro. Es sólo en el territorio de la capital mexicana que una persona puede tener acceso a estos derechos.
Activistas transexuales y especialistas mexicanas y mexicanos de ramas de la medicina, biología, ciencias sociales y humanas, así como derechos humanos mexicanas declararon su apoyo a la campaña internacional Alto a la Patologización 2012, que busca erradicar la concepción de la transexualidad como una enfermedad mental. Para las y los adherentes a la campaña, se trata de hacer visible el debate sobre la patologización de la transexualidad para erradicar la transfobia que permea el tratamiento institucional de este tema.
El pasado 22 de octubre, en ocasión del Día Internacional de Acción por la Despatologización de las Identidades Trans, Angie Rueda, mujer transexual del Frente Ciudadano Pro Derechos de Transexuales y Transgéneros, dio a conocer el pronunciamiento de la coalición, conocida como “Frente Trans”, sumándose a esta campaña.
Para la activista es importante entender que la discordancia entre la apariencia corporal y la identidad sexual y la pertenencia a determinada categoría de género “como vivencia individual, subjetiva, íntima, no constituyen una enfermedad mental, sino una manifestación más de la diversidad humana.” Según explica Rueda, para las y los trans mexicanos, el hecho de realizar un tratamiento “no significa que haya una condición patológica subyacente, así como, por ejemplo, la intervención médica no significa que el embarazo y el parto sean enfermedades.” Por lo tanto, completa, “patologizar la condición trans es un etiquetamiento mecánico y reduccionista del modelo dicotómico salud-enfermedad.” Frente a ello, “despatologizar es un acto de justicia”, declara.
En la visión del Frente Trans, despatologizar la transexualidad “no exenta de responsabilidad a los sistemas de salud pública de brindar atención a este sector de la población”. Para la Organización Mundial de la Salud y el Protocolo de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, recuerda Rueda, “establece que el concepto de salud no significa solamente la ‘ausencia de enfermedad’, sino ‘el mayor nivel de bienestar físico, emocional y social’”.
Por ello quienes en México adhirieron a la campaña Stop Trans Pathologization disienten de la posición de la Asociación Mundial de Profesionales para la Salud de las Personas Transgenero (WPATH, por sus siglas en inglés), que en cuanto aboga por la despatologización de la condición trans, mantiene la “Disforia de Género” como trastorno, como resguardo del acceso y reclamo de atención por parte de servicios públicos y privados de salud.
Aportando otra visión del cuidado de la salud mental de las personas trans, la activista trans Angie Rueda agregó: “La atención que proporciona la psicoterapia de acompañamiento a las personas trans no pretende ser una ‘curación’, sino, en gran medida, un respaldo para dotarlas de elementos que les permitan tener recursos para resistir y superar la transfobia.” En ese sentido, “si algo merece ser patologizado es la transfobia”, ponderó.
Para quienes impulsan la campaña en México, las clasificaciones que guían a los y las psiquiatras de todo el mundo a la hora de establecer sus diagnósticos confunden de los efectos de la transfobia con los de la transexualidad. En vez de enfocar la violencia social ejercida contra quienes no se adecuan a las normas de género, se cuestiona esa inadecuación.
El Frente Trans propone establecer un Protocolo de Atención que sirva de base para emitir una Norma Oficial Mexicana para la atención a personas trans. Las reformas legislativas deben acceso a la atención integral en la red de servicios públicos de salud. Pugnan también por la elaboración de un Programa Nacional de Educación Sexual, que ponga énfasis en el respeto a la diversidad sexo-genérica y el reconocimiento del derecho a la libre expresión de la personalidad y de la individualidad de la persona respecto de su particular percepción sexual y de género, condición que influye decisivamente en su proyecto de vida y en sus relaciones sociales.
La campaña
La Red Internacional por la Despatologización Trans, conformada por más de 300 grupos de activistas, lanzó la Campaña Internacional Stop Trans Pathologization 2012, denunció una vez más la psiquiatrización de sus identidades y las consecuencias del llamado “trastorno de identidad de género” (TIG) y alerta acerca de la violencia a que las personas intersexuales son sometidas mediante procedimientos médicos.
Según la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud, actualmente vigente, la transexualidad es considerada un “trastorno de identidad sexual”. Su agrupamiento como patología mental está en línea con el DSM-IV-R, Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales de la APA, Asociación de Psiquiatría Norteamericana.
Un comité de la APA se encuentra, desde hace dos años, abocado a la revisión periódica del DSM. Los cambios en la clasificación de patologías enfermedades, de gran influencia en los sistemas de salud, derivarán en la confección del DSM V. Ya se han hecho públicos los nombres de los psiquiatras que, en ese contexto decidirán el futuro del trastorno de identidad sexual (TIG). Entre ellos, ha sido denunciada la participación de Kenneth Zucker y Ray Blanchard, psiquiatras conocidos por utilizar ‘terapias reparativas’ en homosexuales y personas trans, además de estar vinculados a clínicas que intervienen a intersexuales.
Las y los activistas que adhirieron a la campaña en más de 60 países exigen retirar a la transexualidad de los manuales de enfermedades mentales (DSM-TR-IV y CIE-10) y reivindican: el derecho a cambiar su nombre y sexo en los documentos oficiales sin tener que pasar por evaluación médica o psicológica alguna; el derecho al propio cuerpo y a decidir libremente si quieren o no modificarlo; detener las operaciones a recién nacidos intersex; garantizar el acceso al trabajo; asilo político en otros países en caso de ser necesario; erradicar las agresiones, asesinatos y también el suicidio de personas trans a causa de la transfobia.
Especialistas mexicanos opinan: transexualidad
En entrevista con el CLAM, Rafael J. Salín, coordinador de la Clínica de la Diversidad Sexual de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (Divergen-UNAM), concordó con la campaña en que es necesario definir la transexualidad no como una enfermedad, sino como una variación de la especie humana, que incluso podría estar relacionada con un mecanismo regulador de las poblaciones.
En clave biológica, el especialista ilustró su idea de variación de la constitución fisiológica de la sexualidad humana. Aunque en tensión con una perspectiva patológica, esta propuesta no dispensa del auxilio médico. Para este experto, “el género esta en el cerebro, y por tanto, para atender a una persona transexual se deben hacer ejercicios de rehabilitación, que no es lo mismo que intervención, para lograr una coherencia entre la apariencia y la percepción de la persona”, según explicó.
Para fundamentar ese abordaje, relató que algunos fisiólogos que investigan variables hormonales prenatales que podrían incidir en la constitución genital y caracteres sexuales secundarios sugieren que durante las primeras 14 semanas de gestación el cerebro del feto sería “femenino”, debido al influjo de las hormonas maternas. Pero si el producto tiene cromosomas XY, los testículos comienzan a producir testosterona, “la cual bloquea dichas hormonas y el circuito cerebral o hipotálamo comienza a cambiar, es decir, a masculinizarse”.
Según la hipótesis de estos investigadores, “una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales determinarán la historia sexual del nuevo ser. Los factores biológicos son los cromosomas (XX y XY); las gónadas (testículos y ovarios), los órganos reproductivos internos y externos (pene y vagina)”, los caracteres sexuales secundarios y lo que ellos denominan “sexo neuroendócrino cerebral del hipotálamo”, que caracterizan como “tónico en el hombre y cíclico en la mujer”. Finalmente, “los factores psicológicos y sociales tienen que ver con el sexo que se asigna a la persona al nacer, el género con el que se le cría y la identidad de género que desarrolla”, agrega.
Fundamentalmente, para Salín “tampoco es correcto confundir los términos de transexualidad con disforia de género, ni es correcto, como lo hacen algunos grupos, considerarla un trastorno mental”. En su opinión, “las mujeres u hombres transexuales no soportan su genitalidad y por tanto deben modificarla, lo cual, responde a una rehabilitación para lograr esa concordancia sexo-genérica, de la que requieren las personas transexuales”.
Para el investigador de la UNAM, el beneficio de despatologizar a la transexualidad es quitar el estigma, porque deja en claro que no es voluntad de las personas ser así, es decir, ellos no lo eligieron, ya que viven un estado en el que hay una incoherencia entre cómo se sienten y cómo son.
Salín reflexiona que el problema de base es social, pues en su perspectiva, “si fueran aceptadas como son”, las personas transexuales no necesitarían recurrir a adecuaciones de identidad sexo-genérica tal como lo hacen actualmente.
David Barrios Martínez, el cirujano especialista en atención a personas transexuales y transgénero, coincidió en que despatologizar la condición transexual traería como beneficios “inscribir el tema en la agenda de los derechos humanos y favorecer cambios legales que garanticen respeto y ciudadanización plena a las personas transgénero y transexuales”.
Para el médico, otro beneficio sería que “muchas personas con discordancia sexo-genérica saldrían del clóset y su visibilización social favorecería el respeto a la diversidad y disminuiría el temor y la desconfianza que por ignorancia y transfobia permea la sociedad”.
Sin embargo, el beneficio más importante en la visión de Barrios Martínez, sería que “las personas transexuales recibirían atención médica, sexológica y psicoterapéutica sin que se les vea como seres con transtornos mentales, sino como individuos con anhelos y derechos plenos para acceder a niveles deseables de bienestar físico y emocional”.
Intersexualidad
La campaña reivindica el fin de las intervenciones quirúrgicas de asignación sexual a personas intersex durante su infancia. Al respecto, Eva Hernández Alcántara, académica de la Universidad Autónoma Metropolitana – Xochimilco, puntualizó que es necesario distinguir entre las intervenciones quirúrgicas, que salvan la vida y mejoran el metabolismo y las cosméticas, que deben ser practicadas sólo cuando la persona lo solicite al crecer. Para la especialista, “tan malo es un protocolo que obligue a los médicos a realizar intervención en todos los casos en la primera infancia como un protocolo que les prohíba hacerlo”.
“La palabra intersexualidad no tiene una definición unívoca”, explicó la psicóloga social. “Fue utilizada para referir a ciertos estados donde las características biológicas que se consideran como sexuales no coinciden en lo que es biológicamente definido como un hombre y una mujer, pero nunca ha sido un diagnóstico médico”; mientras que desde el punto de vista político la palabra ha englobado “una serie de situaciones corporales que no logran definirse en el imaginario como completamente de hombre o completamente de mujer”, completó la investigadora.
Para la autora de Pobreza y condición intersexual en México: reflexiones y preguntas en torno al dispositivo médico, las soluciones médicas responden a una demanda social en donde estos infantes nacen, en un entorno que generalmente responde con hostilidad y los médicos piensan que deben atenuar esa posibilidad.
Sin embargo, consideró que es difícil conocer el impacto de los tratamientos porque no se les da seguimiento. Por tanto, no se puede saber son benéficos o no para la persona. Alcántara propone realizar en una primera instancia un diagnóstico de la situación, para luego, en caso de ser necesario, proponer un cambio.
Para la investigadora, la campaña por la despatologización trans lo que defiende es “la posibilidad de que todos seamos considerados humanos, independientemente de qué tan distinto pueda ser tu cuerpo respecto a los parámetros estereotipados de los masculino y lo femenino”.
Por su parte, David Barrios Martínez, quien también ha trabajado con personas intersexuales, indicó que el beneficio concreto para la persona intersexual “no es tanto que se evite cirugía de reasignación sexual o administración de hormonas, sino más bien que se permita elegir a la persona si desea o no dicho procedimiento. Es frecuente que se intervenga a menores de edad sin su anuencia, sólo tomando en cuenta el juicio médico o el criterio de los padres. Un derecho humano inherente a la propia persona es que ella misma tome dicha decisión, con base en su bienestar orgánico y emocional, considerando su identidad de género”, acotó.