CLAM – Centro Latino-Americano em Sexualidade e Direitos Humanos

Não pense, não diga

Los medios de comunicación nos tienen acostumbrados a crónicas que apelan al uso de un lenguaje que enfatiza las diferencias, en sentido amplio, como rasgo negativo. Ser diferente es percibido como algo malo, que a la vez puede implicar algún grado de peligro para el resto de la sociedad.

Las coberturas periodísticas producen y reproducen a diario en sus crónicas situaciones de discriminación que se cuentan por cientos. En Argentina, por ejemplo, es común que las travestis aparezcan mencionadas prácticamente siempre en el marco de una crónica policial, lo que implica una asociación casi lineal entre travesti y delincuente.

La discriminación en el discurso no es una cuestión de gramática o de léxico; no se soluciona cambiando unas palabras por otras o consultando un manual de estilo. Muy por el contrario, su erradicación implica un cambio de actitud tanto personal como editorial.

A pesar de que en la Argentina las prácticas discriminatorias son ilegales y punibles muchas veces se recurre a ellas desde los medios de comunicación. Ellos ejercitan una naturalización de enunciados discriminatorios, que algunas y algunas oestán dispuestos a combatir.

Haciéndose eco de estas situaciones, un grupo de personas con inserción en diferentes espacios de la sociedad civil –organizaciones y universidades- comenzó a promover una discusión ideológica sobre el tema.

Fue presentado en Buenos Aires el documento “Medios de comunicación y discriminación: desigualdad de clase y diferencias de identidades y expresiones de géneros y orientaciones sexuales en los medios de comunicación”. La edición corrió por cuenta del Área Queer, dependiente de la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. También colaboraron en la publicación la Cátedra de Comunicación y Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata (provincia de Buenos Aires), la Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Rios, el Observatorio de Medios de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires, la Federación LGTB y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.

Según señalan los autores, “en Argentina es frecuente que la cobertura periodística de problemas relacionados con desigualdad de clase y diferencias por edad, etnias, géneros, identidades de género, orientación y prácticas sexuales no normativas, sostenga discursos discriminatorios que ayudan a legitimar ideologías represivas vinculadas con la xenofobia, el racismo, el sexismo, la homofobia, la lesbofobia, la travestofobia y la transfobia”.

La producción del documento, según señalaron los autores, fue “un proceso de producción complejo que incluyó el debate grupal y la consulta con varios referentes, particularmente sobre la cuestión trans e intersex, travesti y transexual.” Su densidad pretende por un lado, introducir una discusión sobre el carácter discriminatorio de los medios –en el sentido explícito de producción de estereotipos y criminalización de jóvenes, de la pobreza y de todo grupo articulado a través de la desigualdad, pero también de la etnia, el color de piel, la edad, la orientación sexual, el género o las prácticas de identidad de género. Por el otro, el objetivo del documento es servir como un protocolo que proponga discusiones ideológicas en los medios cuando se habla de un grupo o un colectivo.

La intención no es promover palabras que deban ser usadas y otras que no. El problema no son las palabras, sino el modo en que están vinculadas con luchas históricas y el uso que de ellas se hace. En ese contexto, el desafío mayor que afrontó el grupo fue no generar un nuevo conjunto de reglas escritas que los periodistas o las empresas de medios de comunicación pudieran adoptar, ya que existen muchos diccionarios y manuales de estilo de calidad.

La discusión ideológica sobre este y otros temas gira en torno de la imposibilidad de encontrar un punto medio. Detrás de las imágenes y las representaciones que ilustran las crónicas periodísticas hay tramas, en las que se incluye a un grupo o a un colectivo y son justamente esas tramas el hecho social sobre el que se debe poner el foco del análisis. Por otra parte, la discriminación actúa convocando formas represivas.

El planteo fundamental del protocolo gira en torno del espacio que debe tener en la formación de los profesionales de los medios de comunicación este tipo de debate.

Dos cuestiones centrales organizan las secciones del documento, por un lado, el debate ideológico más amplio y, por otro, recomendaciones concretas. El debate, de interés para los movimientos sociales y grupos organizados contra la exclusión, la discriminación y la represión pretende comprometer, en este caso, a los profesionales de la comunicación.

Entre los propósitos del instructivo se enuncian cuatro recomendaciones: a) advertir sobre el uso de términos e imágenes que sostienen prejuicios, estigmas o prácticas de discriminación y exclusión; b) fomentar el trato no discriminatorio ante situaciones y experiencias no normativas; c) contribuir al análisis crítico de los usos del lenguaje; d) fomentar la inclusión de voces diversas y de información crítica que denuncie el vínculo entre prejuicio, discriminación y represión y violación de los derechos humanos en condiciones históricas concretas. Otra de las secciones del protocolo presenta la terminología que con mayor grado de frecuencia se utiliza para referirse a la homofobia, lesbofobia, sexismo, transfobia o travestofobia.

El próximo paso será la distribución masiva del protocolo tanto entre quienes se están formando como periodistas y comunicadores sociales como entre los trabajadores de los medios de comunicación, para lo cual se ha comprometido la colaboración del gremio que los agrupa. Promover discusiones ideológicas en las redacciones y en los espacios de producción de medios es sin duda uno de los objetivos de la publicación.

El lanzamiento del protocolo tuvo lugar el jueves 24 de mayo de 2007 en la sede de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.