La experiencia de la maternidad en clases populares se construye más allá de la vida doméstica y de la familia nuclear, ámbitos en los que suele ser estudiada, de ahí la importancia de abordar esos otros marcos sociales que la modelan, afirma la socióloga argentina Alfonsina Faya Robles. Esta consideración cobra particular relevancia en contextos como los sectores populares de Recife, donde existe una cierta disociación entre el lazo biológico y el lazo cotidiano de filiación, explica la investigadora en su tesis doctoral De la maternité en milieu populaire à Recife. Enjeux et arrangements entre dispositifs de régulation et expérience sociale (2011), de la Universidad de Toulouse.
En este trabajo, Faya Robles analiza la construcción de la experiencia de la maternidad en mujeres de bajos ingresos del nordeste brasileño, describiendo los cambios en las relaciones familiares en un contexto de crecientes regulaciones sobre la maternidad por parte de dispositivos de salud pública. Para tal fin, llevó a cabo una extensa observación etnográfica en hospitales maternos ubicados en la capital del estado de Pernambuco, así como en un barrio popular de la ciudad.
Entre sus principales hallazgos destaca la identificación de un dispositivo de regulación de la maternidad desplegado por parte de los servicios públicos de salud, que individualiza y biologiza la construcción de esta experiencia en mujeres de clases populares. A diferencia de lo observado en países como Francia, señala Faya Robles, esta regulación es más de tipo sanitario que médico y se diferencia del llamado “modelo reproductivo contemporáneo” –según el cual todo nacimiento debe ser deseado y programado–, ya que interviene después del engendramiento en la definición de un “proyecto de hijo”, en mujeres que no habían planificado esos embarazos.
En entrevista con el CLAM, la investigadora ahonda en estos aspectos y destaca algunas de las particularidades de la regulación de la maternidad en Brasil frente a lo que ocurre en contextos europeos como el francés.
¿Cuáles son las principales características de la regulación de la maternidad en Recife y sus diferencias con el contexto francés?
Lo que vi en Recife durante mi trabajo de campo me pareció bastante original con respecto a otras experiencias en América Latina, particularmente en la relación del Estado con las poblaciones de bajos recursos, que suelen estar marginalizadas del Estado y cuya relación con el mismo suele ser esporádica, muchas veces violenta, teatralizada o clientelista. En Recife la experiencia de las mujeres embarazadas es distinta, porque hay una presencia cotidiana del Estado, evidente en las visitas de los Agentes Comunitarios de Salud (que son los principales intermediarios entre las personas de barrios perifericos y el sistema público de salud), en la presencia de puestos de salud en medio de los barrios y en un control más asiduo de los aspectos relacionados con el embarazo y la maternidad por parte del Estado.
Sin embargo, esta presencia no significa que la intervención del Estado en Recife se construya a partir de una organización jerarquizada, formalizada e institutionalizada. Lejos de ser un dispositivo disciplinario como el descrito por Foucault, la red de salud pública se presenta a los usuarios como un conjunto heterogéneo de reglas contradictorias, de discursos polifónicos, de técnicas políticas diversas y de prácticas profesionales heteróclitas. Ese conjunto no es coercitivo, pero busca crear efectos de regulación que serán negociados con las mujeres y sus redes en cada etapa de la experiencia de la maternidad.
En Europa, la presencia de instituciones estatales en la vida cotidiana es más antigua y tiene que ver con el desarrollo del Estado de bienestar. También hay diferencias respecto a la construcción de la experiencia y la individualización: en Europa los procesos de individualización parecen estar más ligados a las instituciones, mientras que en América Latina la individualización se construye a través de otros caminos, como el de las relaciones sociales. Se podría hablar de una “individualización relacional”. Por eso, la presencia de instituciones en las experiencias maternas en Recife me pareció bastante original.
¿Considera que las características del dispositivo en Recife son extensibles a todo Brasil?
En la esfera de la salud materno-infantil se podría hacer una generalización. Programas como Rede Cegonha responden a políticas que buscan estar ahí, cotidianamente, en la experiencia de las mujeres, regulando esa experiencia e introduciendo nuevas normas.
En el caso estudiado, usted habla de una regulación del embarazo y la maternidad que opera a través de la sanitarización más que de la medicalización. ¿Podría ahondar un poco más en esa diferencia?
Las investigadoras norteamericanas Jenny Hislop y Sara Arber establecen una diferencia entre ambos términos: la medicalización responde a una etiología y al uso de un lenguaje de raíz médica y tecnológica sobre la enfermedad, la patología; mientras que en la sanitarización la explicación del mundo y del cuerpo del otro es culturalizada, somatizada y planteada en términos de bienestar.
En Francia, en lo que atañe a la maternidad, las mujeres se relacionan con el médico más que con profesionales del Estado. Tal vez sea así porque en Europa existe una mayor tradición de las instituciones médicas y porque en las personas se ha dado una interiorización más fuerte de las normas medicales. En Recife observé que la regulación de la maternidad y del embarazo pasa por otros profesionales de la salud, que son las Agentes Comunitarias de Salud. Ellas manejan otro tipo de prácticas y de normas que no son medicalizadas, sino que vienen de una epistemología de la epidemiología, de la salud sanitaria. Entonces las normas que van a transmitir son más de tipo sanitario que médico, la regulación pasa por otro tipo de discursos y de prácticas que tienen que ver con el bienestar, la somatización, la psicologización. Esto se debe probablemente a que en Brasil las instituciones del Estado son aquí más inestables y por eso más permeables, a que hay más movimientos sociales que influyen en esas instituciones en aspectos como la humanización de la maternidad y a que se da mayor relevancia a los saberes comunitarios, que terminan influenciando las normas mismas del dispositivo. Así, las negociaciones entre los saberes que traen las mujeres cuando llegan a un puesto de salud son de otro tipo.
Su investigación reveló que, en Recife, el dispositivo sanitario opera a través de dos técnicas relacionadas con el bienestar y el riesgo. Respecto al segundo, usted describe un proceso similar al del Sida, en el que la definición de factores de riesgo derivó en constitución de poblaciones de riesgo, que en el caso estudiado se refiere a mujeres que presentan conductas consideradas indeseables. Además de las regulaciones directamente relacionadas con el cuidado y el bienestar para el desarrollo de un buen embarazo, ¿qué otras normas o modelos de comportamiento son movilizados a partir de la definición de ‘embarazos de riesgo’?
Este proceso tiene que ver con la indefinición y la movilidad de la noción misma de riesgo. Entre los factores de riesgo para el embarazo, el Ministerio de la Salud considera “aspectos individuales y sociodemográficos” como puede ser una “familia inestable”, aunque no aclara qué es una familia inestable. Es a los profesionales de la salud a quienes les corresponde interpretar lo qué esto significa. Las familias diferentes al modelo nuclear pueden ser consideradas como inestables, porque hay muchas separaciones, circulación de niños, circulación de hombres dentro de la familia. Los profesionales de la salud me decían: “esta mujer es de riesgo porque no tiene una pareja estable” o “porque ella permite que varios hombres entren a su casa”. Tener varios compañeros sexuales no tiene nada que ver con las condiciones médicas del embarazo, sin embargo, sitúa a estas mujeres en esa categoría de “embarazo de riesgo”. Vemos entonces cómo en la definición de embarazo de riesgo intervienen concepciones sobre lo que debe ser una buena mujer y una buena madre, así como otras situaciones sociales y culturales. La noción de riesgo es abierta y puede conformar una comunidad que incluye a mujeres con modelos familiares “diferentes”.
Si bien esto responde a una norma de género, respecto a los hombres no vi algo similar, porque, en materia reproductiva, la salud pública suele excluir al hombre de la esfera de la salud materno-infantil.
Usted también destaca que, a diferencia de Francia, en donde la humanización de la maternidad y del parto se desarrolló por fuera de las instituciones médicas clásicas (por ejemplo, el parto en casa), la humanización de la maternidad en Brasil aparece en el seno mismo de la salud pública. ¿Cree que esto ha conllevado formas de regulación del cuerpo de la mujer?
Seguro que sí, aunque se trata de otro tipo de regulación. El dispositivo que estudié en Recife es heterogéneo: hay elementos de la tradición médica y también aspectos relacionados con la maternidad humanizada. En este caso, la regulación se da, por ejemplo, al limitar el acceso a la esterilización. También en la restricción de cesáreas para favorecer el “parto natural”, de acuerdo con un discurso que considera natural el parto normal y que implica en realidad una serie de procedimientos técnicos. También pude estudiar las regulaciones ejercidas a través de programas para favorecer el amamantamiento materno, donde se valoriza la perfecta armonía de un encuentro supuestamente natural entre madre e hijo a través de esa práctica, y que en realidad supone todo un aprendizaje gestual, postural y de organización que las madres deben aprender.
La humanización del parto suele ser vista como algo que escapa a las regulaciones médicas…
Sí, pero mi visión al respecto es foucaultiana, en el sentido de que no hay un “afuera de la regulación”. Sólo hay otro tipo de regulaciones que se confrontan, que vienen a ocupar los espacios dejados por otras regulaciones. Justamente en mi trabajo observo que en esa confrontación, en ese conflicto entre regulaciones diferentes dentro del dispositivo de salud, las mujeres crean su experiencia, negociando con instituciones, servicios públicos y profesionales.
Usted aclara que la relación de estas mujeres con el dispositivo no es de adoctrinamiento, pues ellas no son receptoras pasivas de normas, y que ellas desarrollan tácticas para resistir los constreñimientos y redireccionarlos hacia otros lados. ¿Podría hablar un poco más sobre eso?
Para mi es importante destacar que no se trata de estrategias desplegadas por un individuo que se ve a si mismo como racional, empoderado, que se opone a una institución, como se puede observar en mujeres de clase media en Francia (y seguramente en Brasil también), en donde existe una definición de “sí mismo” como un “ser estratégico” muy incorporada. Allá existe todo un discurso enunciado por las mujeres respecto a la decisión sobre qué técnicas de amamantamiento les convienen, qué prefieren hacer, qué parto prefieren. En Recife no aparece ese “yo todopoderoso”, pero las mujeres hablan de estrategias que pasan por un “yo relacional”. Por ejemplo: “dejé de amamantar a mi hijo, porque mi patrona no me dio más días de descanso”, “porque tenía que venir más temprano a trabajar” o “porque mi marido estaba reclamando un seno más erótico”… Siempre hay un “porque el otro me dice” y en eso ellas van construyendo lo que van queriendo hacer. Se trata de un “yo” que se construye por las relaciones. Son estrategias de un “yo no estratégico”, o por lo menos no estratégico como se lo suele considerar en Occidente, en donde es racional…
Que encara el poder…
Exactamente. Por eso hablo más bien de tácticas y no de estrategias. Porque no hay una contraposición a “la regulación” o “al discurso del poder”. Se trata más de bifurcaciones de la regla.
Teniendo en cuenta las diferencias señaladas entre Europa y América Latina, Francia y Brasil, ¿qué retos o dificultades implicó abordar un contexto como el estudiado, partiendo de conceptos sobre el cuerpo, la sexualidad, la maternidad, la disciplina, desarrollados por autores europeos como Foucault o Boltanski?
Al principio, yo venía con una visión muy foucaultiana del dispositivo que regla automáticamente la vida de las mujeres, pero después el trabajo etnográfico mostró que las prácticas no se ajustaban a esa disciplina. La dificultad está en confrontar la teoría con los datos y no aplicarla simplemente. Diversificar la teoría me permitió interpretar los datos etnográficos, que es algo que no habría podido hacer con una sola teoría.
¿Qué autores latinoamericanos le permitieron hacerlo?
Al respecto me ayudó la lectura de Danilo Martuccelli, que habla sobre los distintos modelos de individualización en Europa y América Latina. Cuando abordas los procesos de individualización en América Latina a partir de autores eurocentrados te encuentras con una realidad que no se ajusta a esos modelos. Los individuos en América Latina se construyen de manera diferente, a través de otro tipo de relaciones, de relatos históricos, de instituciones, de relaciones con el Estado diferentes. Y aparecen aún más como individuos, porque se constituyen sin ese Estado de bienestar, que los que lo hacen a partir de esas instituciones individualizantes. También fue importante la lectura de antropólogos brasileños que trabajan cuestiones de familia, salud, género, como Parry Scott, Claudia Fonseca y Maria Luiza Heilborn.