Por Manuel Alejandro Rodríguez Rondón
Son varios y cambiantes los relieves tanto de la infancia como de las sensibilidades desplegadas en torno a esa figura occidental moderna. Como señala Philippe Ariès, la configuración del niño como un ser precioso, rico en promesas y futuro que debe ser protegido por sobre todas las cosas es reciente y se remonta al siglo XIX. En épocas anteriores, el niño no siempre gozó de la singularidad que lo caracteriza actualmente como objeto de tratos y políticas diferenciadas. En la Edad Media, por ejemplo, el “anonimato” y la “indiferencia” hacia dicha figura lo llevó a ser considerado como un adulto pequeño y débil que debía desempeñar trabajos semejantes a los de los demás. Fue con el tiempo que el niño adquirió visibilidad y profundidad como sujeto, explica el historiador francés. Frente a estos cambios, Ariès señala la importancia de resistir la tentación de pensarlos en términos morales y teleológicos, como si las sociedades avanzaran hacia un trato mejor y más digno de los niños y las niñas. Tales diferencias sólo dan cuenta de los cambios que hemos experimentado como sociedades, así como del carácter no natural de los atributos que le conferimos a la ‘niñez’.
Haciendo eco del llamado de Ariès, vale la pena examinar el modo como nos relacionamos con ese objeto tan preciado hoy en día como lo es la infancia. Si bien es cierto que en la actualidad existe un vasto despliegue de discursos y estrategias orientadas a garantizar mejores condiciones de vida a niños y niñas, también lo es que el modo en que es valorada la infancia suele remitir no tanto a lo que niños y niñas son en el presente como a lo que pueden llegar a ser. Varios discursos fundamentan la importancia de la niñez justamente en el supuesto de que en dicha etapa se formarán futuros ciudadanos, ajustados o no a patrones de comportamiento adecuados. Para muchos la infancia constituye también la oportunidad de formar hombres y mujeres perfectamente ‘definidos’ en términos de género y capaces de reproducir sexualidades socialmente deseables, de ahí que sea un importante objeto de disputa.
Aunque consideremos que las sociedades del presente poco tienen que ver con aquellas del pasado que propinaban tratos ‘crueles’ a sus niños, lo cierto es que el modo como vemos a los niños y las niñas en la actualidad recoge varios aspectos de un pasado no tan lejano. Muestra de ello son los sentidos que sobreviven a vocablos en desuso como ‘infans’ y ‘parvus’ que, según explica Ariès, en la antigüedad romana hacían referencia ‘al que no habla’, en el primer caso, así como al ‘objeto’ de juego de las nodrizas, en el segundo. Dichos sentidos ocupan un lugar importante en el modo como son definidos los niños y las niñas en la actualidad, si se tiene en cuenta la escasa voz que se les concede para emitir un discurso sobre sí mismos/as y sobre sus experiencias, más aún cuando estas refieren cuestiones relacionadas con el deseo, la sexualidad o las modalidades en las que viven el género. Tales sentidos también emergen en la formación de una niñez pasiva, que es objeto de políticas, intervenciones y representación.
En este panorama, trabajos como Chonguitas: masculinidades de niñas (2013, editorial La mondonga dark) representan un corte y una crítica fundamental. El libro virtual organizado por Valeria Flores y Fabi Tron presenta 44 relatos acompañados de fotografías de personas con edades entre los 22 y los 55 años que traen al presente experiencias de infancias masculinas “en cuerpos asignados como mujeres”. Aunque el proyecto fue planteado inicialmente para la Argentina, en tanto el uso del vocablo ‘chonga/o’ corresponde a dicho país, las compiladoras explican que su acogida entre otros países hispanohablantes las llevó a incluir además relatos de Chile, Perú, México y España. De este modo, Chonguitas… recoge una heterogeneidad de experiencias de contextos diversos relatadas por adultas que se desempeñan en oficios y campos variados como la docencia, las artes y las artesanías, el derecho, la psicología, el trabajo social y la salud, entre otros.
Aunque los relatos refieren un pasado, parte de la riqueza del volumen radica en que los ejercicios rememorativos no sitúan a esas chonguitas en términos de proyecto de adultez o potencialidad. Por el contrario, destacan el presente de esas infancias, lo que son (eran), sin por ello acudir a la idea de una presencia plena y fija, que habría sobrevivido con algunos cambios en la adultez de las autoras. En ese sentido, el libro evita llevar a cabo ese ejercicio hermenéutico de buscar en el pasado el sentido de la sexualidad del presente, que las más de las veces parte de la premisa según la cual un ejercicio retrospectivo permite encontrar la ‘explicación’ de la propia homosexualidad. Algo así como una autobiografía de la anormalidad. Por el contrario, y como señalan Flores y Tron, el libro “refiere a una infancia masculina, y no necesariamente lésbica” y busca “celebrar nuestras infancias chonguitas, marcadas por la estigmatización, el rechazo, la hostilidad, pero también, y fundamentalmente, cargada de deseos”.
En Chonguitas…, la infancia, afirman las compiladoras, es pensada “como un espacio político de intensa pugna de poder, que construye el cuerpo de l*s niñ*s como escenarios de ansiedades culturales y pánicos morales”. Por ello se propone “pensar colectivamente el cuerpo de la infancia como cuerpos en devenir, objeto/sujeto de las programaciones de género y sexuales, y también como sujetos de derecho cuya garantía debe conjurarse no sólo en un corpus jurídico-normativo sino, y especialmente, en la trama de prácticas y significaciones cotidianas”. Así, el tiempo en el que se sitúan los relatos es simultáneamente presente indeterminado y pasado no determinante. Y la voz, aunque sea la de la adultez, se articula en un ir sin regreso a la infancia.
Los relatos dan cuenta de experiencias variadas que transcurren la mayoría de las veces en el espacio público. Allí las chonguitas juegan fútbol, trepan árboles, montan a caballo y desafían los códigos de comportamiento asociados a las niñas en ámbitos como la familia y la escuela. Su cuerpo, frecuentemente marcado por cicatrices, rasguños y moretones, es intervenido por ellas de forma creativa. Puede ser objeto de rechazo y sufrimiento debido a lo que éste parece imponerles, pero también un importante espacio de libertad. Son chonguitas rudas, valientes e independientes, que son vistas como ‘salvajes’ por otras/os niñas/os y adultos. Chonguitas que desean a otras niñas o a otros niños y que buscan socializar con varones en calidad de iguales, algo que a veces logran, pero que también las hace blanco de golpes e insultos. Chonguitas que orinan de pie y se revuelcan de dolor tras haber sido golpeadas en sus genitales imaginados durante juegos de contacto físico: “me rompiste las bolas”, se lee en un relato. Algunas asumen el rol de hombre de la casa cuando están solas con sus hermanos, otras representan a los padres de la patria en los rituales nacionalistas de la escuela y algunas se identifican con los héroes de novelas de aventuras.
Los relatos transcurren en distintos contextos. Algunos tienen como plano de fondo las dictaduras de España, Chile y Argentina. Se desarrollan en el campo o en la ciudad. En algunos casos hablan de madres y padres amorosos que les enseñaron a sus hijas a afeitarse o a no aceptar los roles fijados en función de su sexo. En otros, los padres buscan corregir niñas obstinadas en no serlo. Dan cuenta de infancias fuera de lugar sometidas a la vigilancia de los adultos. Infancias dislocadas del mundo donde viven, del género femenino y a veces también del masculino. Infancias que se debaten entre la humillación y la soberbia, entre ser objeto de burlas y agentes de resistencia, ya sea de forma consciente o inconsciente. Infancias marcadas por una masculinidad que obedecía a un deseo propio o ajeno, como el de padres y madres que anhelaban tener hijos varones. En síntesis, son relatos que dan cuenta de la difícil y violenta formación de cuerpos generizados, así como de los fracasos de dicho proceso, donde la resistencia a una inteligibilidad adecuada en términos de masculino y femenino puede traer consecuencias inusitadas.
Flores y Tron señalan que el libro obedeció al propósito de “revelar señales, huellas, rastros, marcas, cortes, cicatrices, pistas, residuos, vestigios, como un trabajo arqueológico de masculinidades no hegemónicas”. De este modo, el libro en su conjunto da cuenta de otros discursos y experiencias que no responden a visiones unificadas sobre la verdad y el deber ser de los sujetos ‘niño’ y ‘niña’. No obstante, sería justo señalar que el proyecto va aún más allá. Chonguitas: masculinidades de niñas no sólo recopila diferentes experiencias de masculinidad, como si de un ejercicio empírico tratase, sino que también las pone en relación con esos discursos y saberes universalizantes sobre la niñez. Al sacar a flote el modo como agentes, discursos, instituciones y prácticas se movilizan para normalizar los cuerpos chongos de niñas, este libro ofrece una importante crítica de los juegos de poder anclados en el género, que trasciende los señalamientos morales del mismo para exponer sus mecanismos de funcionamiento.
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