Gustavo Ortiz Millán es académico del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en la actualidad es investigador visitante en el Departamento de Filosofía de la Universidad de California – Berkeley. Su trabajo se ha desarrollado principalmente en torno a los temas de teoría ética, psicología moral y la filosofía de las emociones. En 2009 publicó el libro La moralidad del aborto (Siglo XXI Editores), donde analiza las posiciones que confluyeron antes y después de que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobara el 24 de abril de 2007 las reformas al Código Penal de la Ciudad de México para permitir la interrupción legal del embarazo antes de las primeras 12 semanas de gestación.
Ortiz afirma que en el tema de la interrupción del embarazo existen términos medios entre las posturas que suelen llamarse liberales y conservadoras al respecto. En esta pluralidad de posiciones se encuentran las que le dan valor exclusivo a la vida del feto, así como aquéllas que defienden única e inexcusablemente el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo en cualquier momento de la gestación.
En entrevista con el CLAM, Ortiz explica por qué considera que el marco jurídico vigente en la capital de México se encuadra en una postura “liberal moderada”. También habla sobre el apoyo que 17 de los 32 Congresos de la República han decidido dar al pensamiento conservador de “defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural” tras la despenalización parcial del aborto; en qué aspectos este proceso se parece al de la legalización de los matrimonios de personas del mismo sexo, así como la importancia de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación se haya pronunciado a favor de la decisión de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y recientemente de la Norma Oficial Mexicana 046 (NOM-046-SSA2-2005), sobre Violencia familiar, sexual y contra las mujeres. Criterios para la prevención y atención, que obliga a todos los hospitales a proporcionar a las mujeres víctimas de violación la píldora del día siguiente.
¿Qué encuentra común entre la prohibición del aborto terapéutico en Nicaragua, la postura del Vaticano sobre este tema y las reformas constitucionales aprobadas hasta la fecha en 17 estados de México, que hablan sobre la defensa de la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural?
Todas las posturas que menciona tienen en común la idea de que la vida humana empieza en el momento de la concepción y que desde ese momento el cigoto tiene derecho a la vida. Según estas posiciones conservadoras, interrumpir intencionalmente el embarazo en cualquier momento significa violar ese derecho e implica cometer un asesinato. A lo que aspiran quienes sostienen este conservadurismo extremo (como el Vaticano, el gobierno nicaragüense que prohibió el aborto terapéutico o algunos de los legisladores mexicanos que han votado por defender el derecho a la vida desde la concepción) es a una prohibición total del aborto, eliminando todas las causales hasta ahora permitidas en los códigos penales, como violación, riesgo de la vida de la madre o malformaciones genéticas o congénitas. Para esta posición conservadora extrema ninguna de estas circunstancias tendría por qué quitarle al “concebido no nacido” el derecho a la vida puesto que es un derecho inalienable. Personalmente creo que sería un retroceso en nuestras legislaciones impedirle el aborto en condiciones seguras a las mujeres que han sido violadas, aquellas cuya vida está en riesgo de continuar su embarazo, o cuando se sabe que el producto tiene malformaciones serias.
Por su parte, la posición liberal moderada cuestiona la premisa de la que parte la conservadora, es decir, si efectivamente un cigoto tiene derechos. ¿Sobre qué base atribuimos derechos? ¿Sobre la base de la información genética o de la pertenencia a la especie? No, no es así y no debe ser así. Atribuimos derechos a las personas, y alguien es persona sólo si tiene ciertas características psicológicas: la más importante, aunque no la única, es la conciencia. Para tener estas características, un feto tendría que haber desarrollado las condiciones cerebrales necesarias que, según nos dicen las neurociencias, no aparecen en el momento de la concepción sino mucho después. No es sino hasta entonces que podemos hablar de la existencia de una persona. Antes de ese momento, la interrupción del embarazo no constituye un asesinato ni se está violando el derecho a la vida de nadie.
En su libro señala que dentro de las posturas liberales hay quienes asocian moral y religión de manera inmediata, sin reconocer que al defender la despenalización del aborto también esgrimen argumentos morales. ¿Puede hablarnos un poco más sobre esta distinción?
Para mucha gente moral y religión son lo mismo; sobre todo porque tradicionalmente una de las principales funciones de la religión ha sido la de normar moralmente la vida de los creyentes. Pero aunque la moral ha dependido históricamente de la religión, teóricamente moral y religión son independientes. Sin embargo, dada la asociación tan estrecha que existe entre moral y religión, los liberales creen que poner el debate acerca del aborto en términos morales lleva agua al molino de quienes se oponen al aborto por razones religiosas. Esto no significa que los liberales no se asuman como seres morales, sino que prefieren apoyar la despenalización del aborto diciendo que se trata de una cuestión de salud pública y no de moral. De este modo buscan sacar el problema del ámbito de lo religioso. Pero tras la afirmación de que el aborto es un problema de salud pública está también la posición moral de que las consecuencias de la penalización son negativas. En la afirmación de los derechos de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo se encuentra también una posición moral a favor de la autonomía moral de las mujeres. Lo que yo he argumentado en mi libro La moralidad del aborto es que hay razones morales muy poderosas a favor de la despenalización del aborto; de hecho, más poderosas de las que existen a favor de la penalización.
¿En qué medida las posturas ideológicas de los polos enfrentados favorecen o le quitan mérito al debate público?
Ese enfrentamiento no contribuye al debate público porque una vez que la discusión se ha polarizado es difícil entender la posición del otro o incluso llegar a un consenso, puesto que se está a favor o se está en contra. Pero por principio de cuentas, tendríamos que tratar de entender de dónde surge la posición opuesta, y luego tendríamos que ver que hay más posiciones que la mera dicotomía “a favor o en contra”. Yo creo que la mayor parte de las personas estamos en algún lugar cerca del centro y pensamos que en ciertas circunstancias debe permitirse la interrupción del embarazo y en otras circunstancias no; la cuestión es determinar en qué circunstancias debe permitirse.
¿A quién cree que le conviene más la retórica de la polarización?
Creo que la polarización le conviene a los dos bandos: les conviene porque así es más fácil tener una bandera clara que seguir: “sí a la vida” o “sí al derecho sobre mi propio cuerpo”, y porque también así es más fácil identificar y satanizar al contrario. Lo malo de esto es que casi siempre se termina por caricaturizar al contrario, lo que conlleva a la pérdida de matices en el debate y eso no contribuye a un diálogo razonado y mucho menos a posturas que busquen mediar los intereses de ambas partes. Una vez que se polariza el debate parece imposible llegar a algún acuerdo o a una posición negociada entre las partes. Por eso también podemos decir que la polarización no conviene a ningún polo; mucho menos conviene a la sociedad en su conjunto, porque este tipo de polarización nos divide y nos impide llegar a acuerdos racionales.
En su libro evidencia la pluralidad de posturas que confluyeron durante y después de la aprobación de la interrupción legal del embarazo hasta las 12 primeras semanas de gestación. ¿En qué aspectos se asemejan y diferencian este debate y el relacionado con la legalización de las sociedades de convivencia y el matrimonio entre personas del mismo sexo?
Creo que con la discusión sobre las uniones de personas del mismo sexo también se ha polarizado la discusión y se ha satanizado al contrario. Es preciso examinar con cuidado cuáles son los argumentos de cada una de las partes. Los argumentos que están detrás de las posturas tanto a favor como en contra de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo son de carácter moral. Pero, de nuevo, hay que separar moralidad y religión aquí también. En el contexto de un Estado laico como el mexicano los argumentos con trasfondo religioso no deben tener peso, a menos que tengan una justificación de otro tipo que los apoye. Sin embargo, una vez que se hace esto se ve que en realidad no hay razones morales para oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo, y sí las hay, en cambio, para apoyarlo. Se trata simplemente de un asunto de discriminación por orientación sexual, que debería desaparecer de cualquier sociedad que se precie de ser igualitaria.
¿Cuál cree que es el trasfondo de la declaración “adopción sí, aborto no”, emitida por algunos grupos conservadores que también sostienen que las parejas homosexuales no deben adoptar?
Aquí hay una clara contradicción. Por un lado, los conservadores creen que la adopción puede ser una solución a la cuestión del aborto, es decir, habría que cambiar abortos por adopciones. Esto es irreal, simplemente porque no hay suficientes solicitudes de adopción y hay demasiados niños en situación de adopción tanto en México como en el resto del mundo. Si efectivamente se pudieran convertir todos los abortos en adopciones, esto llevaría a la quiebra al sistema de adopciones de cualquier país, dado que el balance entre solicitudes de adopción y niños por adoptar es muy grande. Por otro lado, son los conservadores quienes se oponen a que parejas del mismo sexo adopten, usando argumentos muy debatibles. Esto es contradictorio, porque si a las parejas del mismo sexo se les permitiera adoptar, seguramente el número de solicitudes y de adopciones aumentaría.
Aquí, por cierto, hay muchas ideas que deberían desmentirse sobre la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo. Varios estudios serios – el más relevante tal vez sea el realizado por la Asociación Psicológica Americana en 2005 – muestran que los hijos adoptivos de parejas del mismo sexo tienen tantas posibilidades de tener problemas psicológicos o sociales, o de ser homosexuales, como las que tienen los hijos de padres heterosexuales.
Recientemente, el máximo tribunal mexicano también emitió un fallo favorable para la píldora del día siguiente, después de que el gobierno de Jalisco impugnara su uso por parte de mujeres violadas, como lo ordena la Norma Oficial Mexicana NOM-046 -SSA2-2005 de la Secretaría de Salud. ¿Cómo cree que estas acciones afectan el panorama de los derechos sexuales y reproductivos en el país?
La lucha por el reconocimiento de los derechos reproductivos en México y por la despenalización del aborto no es nueva; se remonta a ya más de treinta años, pero la reciente decisión de la Corte es una de las más grandes victorias para este movimiento. El fallo de la Corte sobre el uso de la píldora del día siguiente es otra victoria, pero van a llegar más casos a la Corte sobre cuestiones de derechos reproductivos, como sigue sucediendo en Estados Unidos donde la Corte continúa resolviendo casos relacionados con el aborto después de casi cuarenta años de su despenalización. Actualmente la Corte estudia las modificaciones hechas a la Constitución estatal de Baja California, con el argumento de “proteger la vida desde el momento de la fecundación o la concepción hasta la muerte natural”. 17 estados han hecho modificaciones similares, que dependen de la decisión de la Corte; y existe la posibilidad de que los mismos grupos quieran introducir esta modificación en la Constitución Federal, lo que echaría abajo la despenalización del aborto en el Distrito Federal. El panorama sobre esta decisión y sobre lo que hagan los congresos locales (e incluso el federal) es bastante incierto.
Hay quienes afirman que el Distrito Federal se diferencia del resto del país por ser un “oasis de libertades”. ¿Cómo ve al resto del país frente a los avances que se han dado en el DF?
Creo que México se está polarizando mucho, y no sólo en lo político y en lo económico, también en lo moral. El DF se está moviendo más y más hacia posiciones liberales, mientras que muchos estados del resto del país están tomando posiciones más conservadoras. Lo que para unos es un oasis de libertades, para otros es un lugar inmoral donde están pasando cosas que no deberían pasar. Yo creo que en el DF se están reconociendo derechos que son consecuencia directa de un reconocimiento más amplio de los derechos humanos.
Por otro lado, con el triunfo de gobiernos panistas (del Partido Acción Nacional – PAN) la Iglesia católica ha tenido más influencia en cuestiones morales y políticas. Los partidos políticos le temen a esta influencia y están aprobando leyes y políticas públicas que responden mayormente a los intereses de la Iglesia, relacionadas no sólo con la cuestión del aborto sino con otros temas como la educación. Esto ha puesto en peligro la tradicional laicidad del Estado mexicano, es decir, la separación de la Iglesia y el Estado que viene desde Juárez. Creo que por muchas razones —una de ellas el pluralismo religioso que cada vez es más visible en México, pero también por razones que tienen que ver con el reconocimiento de derechos humanos fundamentales—, tendríamos que defender la laicidad del Estado mexicano. Parte de esta defensa pasa por la defensa de los derechos reproductivos y del derecho al aborto seguro. Esto es algo que tiene que defenderse, no sólo en el DF, sino también en el resto del país.