El libro Claroscuros, debates pendientes sobre sexualidad y reproducción, lanzado recientemente en Lima, hace públicas las tesis de alumnas y alumnos de las maestrías de Salud Pública y de Género, Sexualidad y Salud Reproductiva de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH). El programa, implementado gracias a un aporte de la Fundación Ford, posibilitó la creación de la Unidad de Sexualidad y Salud Reproductiva de la Facultad de Salud Pública (FASPA) de la citada alta casa de estudios. Sus miembros han desarrollado interesantes trabajos sobre violencia sexual, maltrato familiar y derechos sexuales y reproductivos. A través de sus programas se ha creado una red de investigadores en diez regiones del Perú, que difunde los resultados tendiendo un puente entre la actividad de investigación y el activismo. Claroscuros de alguna manera cristaliza este proceso de diez años, evidenciado en la calidad de los trabajos, su diversidad temática, geográfica y cultural.
Nancy Palomino, editora del libro y Coordinadora de la Unidad de Sexualidad y Salud Reproductiva de la UPCH, habla de la experiencia, relacionándola con el panorama de los derechos sexuales y reproductivos en el Perú.
¿Por qué el título Claroscuros?
Las editoras pensamos que Claroscuros expresaba bien la naturaleza de los estudios en sexualidad y reproducción como campos de conocimiento. El título evoca una sensación permanente en quienes investigamos, de estar moviéndonos siempre entre la certidumbre e incertidumbre acerca de temas complejos como los del cuerpo y la sexualidad. Probablemente la actividad de investigar, además de aclarar algunas cuestiones que entendemos como nuestros aportes, también nos advierta que estas certidumbres nos llevan a nuevas preguntas, a dudar de lo que acabamos de afirmar, tal vez ser más conscientes de nuestras limitaciones, lo que se transforma en estímulo para seguir investigando. Por otra parte, Claroscuros recoge investigaciones que se hicieron para lograr el título de maestría. En este sentido expresa la libertad de cada cual para escoger los temas y mostrar diferentes aristas, algunas más estudiadas y otras prácticamente ausentes de las temáticas de investigación en el Perú y en América Latina.
¿Difundir estos resultados ha sido el objetivo de la publicación?
Sí. Queríamos recopilar muchas de las investigaciones que se hicieron en el marco de diez años de trabajo de la Unidad de Sexualidad y Salud Reproductiva de la FASPA/UPCH. Por un lado, el haber incorporado el enfoque de género y de los derechos sexuales y reproductivos inspiró a estudiantes de la maestría de Salud Pública y de la maestría de Género Sexualidad y Salud Reproductiva a hacer sus tesis sobre estas temáticas y con estas perspectivas. Algunas de estas investigaciones fueron auxiliadas con un fondo de becas que creamos con el apoyo financiero de la Fundación Ford.
El libro comienza con un artículo de María Elena Planas que problematiza el para qué y para quiénes se investiga. Muchas de las valiosas investigaciones que se hacen dentro de los estudios de postgrado, por lo menos en el Perú, no son conocidas. Por ese motivo decidimos publicarlas.
En su calidad de editora pero también de asesora de muchas de las investigaciones de tesis que aparecen en este libro, ¿a qué tipo de lectores o lectoras al que está dirigido?
Pienso en las personas comprometidas con la salud sexual y reproductiva, que a su vez se mueven en distintos niveles de diseño y ejecución de programas y proyectos. Personas que trabajan con adolescentes, decisores de políticas, activistas, estudiantes, académicos, y público en general. El lenguaje del libro es claro y directo y podrá interesar a personas que no estén necesariamente en el mundo académico.
¿Cuáles son los temas más innovadores que presenta el libro?
La conexión entre la investigación y la abogacía, entre quienes producen conocimiento y quienes pueden usar la evidencia o la información, es un tema muy sugerente y que últimamente está siendo tratado en distintos foros. Un aspecto interesante es que las y los informantes se refieren a los nudos de esta relación a partir del contexto peruano. Otros temas poco abordados en la investigación son los que analizan la sexualidad desde sujetos poco visibles en la arena política, que tienden a ser estigmatizados o maginalizados. Un ejemplo de esto son las jóvenes o adolescentes llamadas “jugadoras” porque se permiten un ejercicio de su sexualidad que rompe con normas sociales convencionales. También se estudian casos como el de la sexualidad de personas con enfermedades que producen cambios corporales.
Asimismo me parece novedoso el tratamiento que se da en los estudios a las políticas estatales y a los actores sociales. Por ejemplo, los estudios acerca de las visiones culturales sobre el embarazo y el parto, así como los esfuerzos del sector salud por una respuesta intercultural a la atención del parto, analizan los aciertos y los problemas de los distintos sistemas de salud que emergen de la diversidad cultural del Perú. Creo que estos estudios logran un valioso equilibrio que no cae ni en la crítica despiadada que deslegitima cualquier esfuerzo ni en la aprobación autocomplaciente que a veces tienen los informes de proyectos o programas de intervención con la comunidad.
A su vez, el análisis de la tensión entre el Estado, la Iglesia y los movimientos feministas acerca de los derechos reproductivos durante la década de los 90 y las posibilidades y barreras para lograr consensos puede ayudar también a reflexionar sobre otros momentos históricos y otros contextos.
Precisamente, en el artículo que usted publicó en Claroscuro analiza el debate que se dio en los 90 con respecto a este tema que es muy espinoso y complicado para toda América Latina: la relación del Estado y la Iglesia en las decisiones que se toman sobre los derechos reproductivos, en particular el aborto. ¿Podría explicarnos cuáles fueron sus hallazgos?
Mi interés inicial era estudiar los discursos feministas que habían llegado a hacerse públicos a través de los medios de comunicación escritos. Para ello analicé los modos en que el discurso feminista se fue construyendo en debate justamente con las posiciones más conservadoras y cómo fueron logrando adhesiones a la despenalización del aborto por violación a comienzos de los 90, momento en el que se reformó el Código Penal en el Perú. Hay una densidad desafiante en el discurso feminista que se confronta con un pensamiento prepolítico de lo que debe ser el Estado. Aquí no estamos ni siquiera ante la discusión sobre la ciudadanía o sobre un contrato social que excluye a las mujeres, sino ante la idea de un orden divino que antecede o subordina el ordenamiento social y político. El debate sobre un Estado que funde su legitimidad en un acuerdo o contrato social entre sus ciudadanas y ciudadanos y que establece una clara separación con el poder eclesial ha sido muy pobremente abordado en el Perú. Por el contrario, persiste, un conjunto de símbolos y prácticas que oficializan la presencia de un poder religioso hegemónico en un conjunto de actos e instituciones que deberían ser civiles. Desde esta perspectiva, las mujeres son invisibilizadas como sujetos con derecho a la vida y se les niega o no se reconoce su derecho a tomar decisiones éticas.
Con respecto al aborto ¿Cree que la situación ha progresado, ha empeorado o simplemente se ha estancado?
Creo que el debate sobre el aborto se ha estancado en el Perú. No parece que las fuerzas políticas, aún cuando estén de acuerdo con la despenalización del aborto, vayan a tomar este riesgo de enfrentarse a las fuerzas que moviliza la jerarquía de la Iglesia Católica cada vez que se abre la discusión de este tema. La otra cara de este asunto es la magnitud de las cifras del aborto en el Perú. Investigaciones realizadas por Delicia Ferrando estiman que en el país se realizan no menos de 350 mil abortos anuales. Obviamente el impacto mayor en la vida y la salud la sufren las mujeres en situación de pobreza, como ocurre en todos los países de América Latina. Algo importante es que en los últimos años ha comenzado en algunos círculos académicos y de activistas de derechos sexuales y reproductivos la discusión acerca de la necesidad de construir un Estado laico.
¿Qué esperan las feministas con respecto a la agenda de derechos reproductivos en el Perú? Si tuviera que plantear un mínimo, ¿cuál sería?
El movimiento feminista no debe perder la perspectiva de afirmar la autonomía y libertad reproductiva de las mujeres dentro de un contexto de búsqueda de justicia social. Pienso que el movimiento feminista debe fortalecer su presencia en los medios masivos de comunicación con contenidos que puedan ser comunicables a amplias mayorías sin caer en las trampas que colocan los conservadores.