CLAM – Centro Latino-Americano em Sexualidade e Direitos Humanos

“É necessário empoderar-se”

En octubre del 2009, Elena Reynaga, secretaria ejecutiva de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex) fue declarada “Personalidad Destacada de los Derechos Humanos de las Mujeres” por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Reynaga integra además la Mesa Nacional de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y es secretaria general y fundadora de AMMAR, Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina que actualmente cuenta con alrededor de 1700 trabajadoras sexuales afiliadas en 11 provincias de ese país. En entrevista con el CLAM, Reynaga habla sobre la conformación de la Red y los pasos a seguir para lograr los anhelos de justicia y equidad de las organizaciones de trabajadoras sexuales.

¿Cuál es el objetivo de la RedTrasex?

El objetivo principal de la Red es empoderar a las organizaciones de trabajadoras sexuales para incidir en las políticas públicas de cada país. Esta red nuclea organizaciones formadas por trabajadoras sexuales y está dirigida a su ayuda. Cuando fundamos la red en el año 1997 había muchas organizaciones que trabajaban para ellas y querían formar parte de la red. El problema que vimos es que estas instituciones no tenían como objetivo empoderar, sino que apuntaban a informar a las mujeres en prevención contra el VIH-Sida y en repartir profilácticos, en vez de formarlas para que obtengan incidencia política en su país.

Nuestra lucha es por el respeto de los derechos de las trabajadoras sexuales en toda Latinoamérica y para eso es necesario preparar a las compañeras. Realizamos un trabajo a nivel regional y sub-regional, hemos confirmado que cada lugar tiene una realidad particular. Por este motivo nosotras trabajamos a partir de los marcos legales de cada país, explicándoles a las colegas que la legislación de ninguno de los países de Latinoamérica considera al trabajo sexual como un delito sino como una contravención. La idea es que nuestras organizaciones logren la derogación de los artículos o edictos con los que se criminaliza el trabajo sexual. También buscamos ocupar espacios dentro de las comisiones multisectoriales en las que se definen las políticas públicas importantes para nuestro sector: nos cuesta muchísimo formar parte de estos espacios de decisión.

¿Cuál ha sido su estrategia?

La Red ha ido ocupando espacios y ya hemos integrado dos Foros: el Centroamericano y el Latinoamericano de VIH-Sida. Hemos sido coorganizadoras de esos eventos junto con los gobiernos de los países en donde se realizaron. En el primer encuentro latinoamericano, que se llevó a cabo en 2000 en Rio de Janeiro, yo era la única trabajadora sexual extranjera del evento. A medida que fuimos entrando en la organización aumentó la participación e inclusive el cierre del Foro de 2003 estuvo a mi cargo. En 2005 en El Salvador, donde se hicieron ambos Foros juntos –el Latinoamericano y el Centroamericano– ya fuimos 23 las participantes y conferencistas. En el encuentro de 2007, realizado en Argentina, ese número subió a 42, entre argentinas y extranjeras, y en 2009, en Perú, fuimos alrededor de 60. Esto fue posible también porque la Red consiguió recursos para movilizar a toda esa gente.

¿Cuál es el mensaje que llevan a esos foros?

La prevención del VIH es uno de los principales objetivos de la Red, pero en comunión con la defensa de los derechos humanos. De nada sirve que nos sigan dando condones si las condiciones de los lugares en los que trabajamos son inhumanas y la policía tiene un régimen represivo. Para reducir el VIH-Sida primero hay que respetar los derechos humanos y derogar los códigos contravencionales. Por eso el trabajo de concientización y empoderamiento que realizamos está destinado a que todas seamos parte de esos cambios profundos. Esto también supone que el dinero que se recibe vaya a las organizaciones de base para no ser apenas mano de obra de algún proyecto de las grandes organizaciones. En este momento, muchas organizaciones de base han obtenido personería jurídica, indispensable para captar recursos. En los países donde es más difícil conseguirla buscamos alguna ONG afín con nuestras reivindicaciones, con la que entablamos un convenio de administración del dinero pero sin decisión sobre el mismo, para evitar el paternalismo.

¿Qué significa reconocerse como “trabajadora sexual”?

Primero, reconocernos como personas, poder hablar por nosotras mismas y de ese modo salir de la victimización en la que estamos –o estábamos– sumergidas, entendiendo que la universidad no te da todo. A la gente pobre le meten en la cabeza que sin estudios no será capaz de cambiar nada, no será capaz de organizarse. Nosotras tenemos un saber y tenemos que ser capaces de organizarnos a través de él. Nosotras sabemos mejor que nadie lo que nuestra población necesita; somos trabajadoras sexuales y reconocerlo es muy importante para desvictimizarnos y organizarnos.

Incorporar el término trabajadora significó una discusión dentro del movimiento latinoamericano –que de ningún modo está cerrada. Es algo que siempre estamos discutiendo y depende de lo que nosotras sentimos: ¿es o no trabajo? Nosotras brindamos un servicio sexual a cambio de dinero para obtener mejores condiciones de vida para nosotras y nuestra familia. Ese es nuestro trabajo, no lo elegimos, como se hace cuando se va a la universidad, se es profesora o periodista. Pero eso no quiere decir que nuestro trabajo no sea digno y que no pueda ser considerado un trabajo. Indignas en todo caso son las condiciones en que trabaja la clase obrera; por eso nosotras, al organizarnos, fuimos haciendo cambios en nuestras condiciones.

¿Esto implica sindicalizarse?

Sí, pero eso depende de cada país y de cada región. Nosotras en la RedTraSex no obligamos a nadie a seguir el mismo camino, cada grupo tiene su propia trayectoria; no es lo mismo Centroamérica que el Mercosur o la región Andina. En los países del Mercosur hay una fuerte tradición sindical, una historia de militancia que no está presente en otras regiones donde el gremialismo está asociado a la corrupción.

Para nosotras, en AMMAR, estar sindicalizadas se relaciona con nuestro pedido de ser reconocidas como trabajadoras sexuales y así tener los mismos derechos y las mismas obligaciones que tienen todos los trabajadores, como los aportes para la jubilación o la obra social. No queremos ningún régimen especial, sólo queremos sacar a la policía de nuestras espaldas y no tener que pagarles a ellos porque eso no le reditúa al país ni a nosotras: queremos que nos dejen trabajar en paz.

¿Cómo es la relación con el movimiento feminista?

El problema con el movimiento feminista es que por muchos años discutió, debatió y decidió por nosotras. Una cuestión que tiene que ver con el respeto por los derechos humanos es tener nuestra propia voz; queremos debate, pero ser nosotras las que hablemos por nosotras mismas, que nos escuchen. Hace poco hemos comenzado a tener diálogo a partir de los encuentros de mujeres. Ahora nos invitan y nos escuchan, más allá de que concuerden o no con nuestras posiciones. Esta es la primera vez que la Red participa en la construcción del documento latinoamericano para Beijing + 15.

La primera invitación que Argentina recibió para un congreso feminista de América Latina y el Caribe fue en el evento que se realizó en México en 2009. Allí, las compañeras de la Red de México prepararon un taller sobre mitos y realidades de las trabajadoras sexuales en el cual se pidió a las participantes que dibujaran un día en la vida de una trabajadora sexual, para saber justamente cuál era la idea que tenían sobre nosotras. Algunas nos dibujaron como cualquier otra mujer, que es lo que somos en realidad: somos jefas de hogar, hacemos las compras, cocinamos, llevamos los chicos a la escuela, tenemos alegrías y tristezas… La gente a veces piensa, por ejemplo, que nos encanta acostarnos con todos los hombres y no es así. Es lógico que con algunos nos gusta, porque justamente trabajamos con la sexualidad y hay días en los que le damos vuelo porque recibimos a alguien que nos despierta algo que nos gusta. Lo importante es no sentirnos culpables de que nos guste porque lo único que es nuestro es el cuerpo; entonces, ¿porqué los otros tienen que decidir qué hacemos con él?

Desde que vamos a los encuentros nacionales o regionales de mujeres vemos que tenemos muchas coincidencias: le decimos no a la trata de personas, a la explotación sexual de niñas y niños, a la esclavitud, al hambre y a la pobreza. El único punto en que no tenemos un acuerdo es si la prostitución es trabajo o no. Entonces, ¿cómo puede ser que teniendo tantos puntos en común sigamos tratándonos como enemigas, gastando horas y horas en discutir una sola cosa en la que discordamos, en vez de ponernos a pensar cómo hacer para trabajar juntas? En algunos encuentros a los que asistimos sólo faltó que nos apedrearan como a María Magdalena. Al final, las que más nos discriminan son las mujeres, siendo que nosotras, antes de ser trabajadoras sexuales somos mujeres, somos seres humanos. Yo no me voy a pelear en los Encuentros con algunas chicas porque son lesbianas; cada una elige y decide lo que quiere hacer de su vida. Por eso vamos despacito, tratando de conversar.

¿Cuáles son los próximos pasos de la agenda regional de la RedTrasex?

Hemos preparado una propuesta regional para el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis, que otorga recursos para trabajar en prevención y tratamiento del VIH-Sida. Si bien no nos aprobaron para este año, esto ya es todo un logro para nosotras, porque haber elaborado un proyecto regional juntas no es fácil. El próximo paso es sentarnos a dialogar con la Organización de Estados Americanos, para que haga un pronunciamiento contra la violencia policial e institucional de la que somos objeto. También iremos a las Naciones Unidas donde se definirán políticas públicas sobre trabajo sexual. Participar de esta reunión nos costó muchísimo porque no sabemos inglés y porque hay intereses de otras personas que, con buenas intenciones, quieren representarnos: pero nosotras tenemos que estar ahí y explicar nuestra realidad. Cada espacio que conseguimos es a costa de trabajo, para eso tenemos que prepararnos y estudiar los documentos sobre los que discutiremos, para que ese lugar que ganamos valga la pena.

¿Cuáles son las particularidades de Argentina en relación a la región?

Tal vez Argentina marcha más rápido en lo que respecta a la sindicalización. Ya hace 4 años que decidimos dejar de ser una ONG que trabaja sobre VIH para ser un sindicato que reivindica cuestiones como tener obra social y jubilación. Elaboramos el estatuto sindical y lo enviamos al Ministerio de Trabajo, y si bien no lo han aprobado, seguimos funcionando como un sindicato con una asamblea anual y delegadas en los barrios. Justamente estamos elaborando un manual con los roles y responsabilidades de las delegadas de zona, como en una fábrica. Cada barrio tiene una delegada de base elegida por las compañeras y que funciona como referente. También hacemos talleres de formación sindical, porque nos preocupamos por crear y tener herramientas.

Si ellas después quieren, como decimos, “salir de la calle” podemos ayudarlas a buscar otra alternativa laboral, pero no es nuestra meta decir si eso es lo que deben hacer. Lo que vemos es que cada día se empoderan mejor para frenar la represión policial en la calle y defender sus derechos frente a los dueños de los prostíbulos y otros lugares cerrados. Nosotras no estamos a favor de los lugares cerrados, porque promovemos un trabajo autónomo sin un intermediario con el cliente: Una alternativa, por ejemplo, es alquilar un departamento entre varias chicas en donde no haya una tercera persona que se quede con la ganancia. Eso está funcionando en Buenos Aires y en algunas provincias y ha traído problemas con la policía, porque le están sacando el negocio grande de la coima.

En el año 2008, cuando fue promulgada la Ley de Trata de Personas en Argentina, usted reclamó por una falta de voluntad política. ¿Cuál es la situación actual?

Al igual que en muchos países, esa ley fue hecha para responder al Protocolo de Palermo por una cuestión de conciencia, responsabilidad y compromiso político. Si uno quiere erradicar el tráfico de personas o la explotación sexual de niñas y niños lo que hace falta acá no son leyes nuevas sino poner en práctica las que están vigentes. Hasta ahora sólo hemos visto escraches [manifestaciones en repudio] en los prostíbulos para la pantomima mediática, en donde las únicas que salen perjudicadas son las chicas que trabajan, porque los dueños, que según el Código Penal son los que cometen el delito, salen indemnes. ¿Cómo puede ser que, luego que un policía le haya pegado un tiro en la nuca a nuestra compañera Sandra Cabrera, que lo había denunciado por corrupción, venta de drogas y explotación sexual, el juez de la causa que encarceló al policía Diego Parvluczyck haya sido declarado incompetente por valerse de testimonios de prostitutas, que para el nuevo juez que tomó la causa no tienen credibilidad? ¿Acaso eso no es injusticia, no es corrupción? Por eso nosotras renegamos de las leyes, porque en realidad acá lo que falta es voluntad política para depurar a la policía y a la justicia.