El antropólogo Eric Cantor, profesor de la Universidad Pedagógica Nacional y director de la Corporación Promover Ciudadanía, habla de los resultados de una investigación sobre homofobia en la educación media, realizada en la ciudad de Bogotá, Colombia.
¿Cuáles son los objetivos de la Corporación Promover Ciudadanía?
La corporación Promover Ciudadanía es una organización no gubernamental que trabaja en tres campos: diversidad sexual, procesos pedagógicos en general y políticas públicas relacionadas con los temas que trabajamos: construcción de ciudadanía, promoción y protección de los derechos humanos y promoción y protección de los derechos sexuales y reproductivos (DSR). Trabajamos con diversos sectores sociales, entre ellos las personas homosexuales, lesbianas y transgeneristas, en el país y particularmente en Bogotá. La corporación cuenta con profesionales posgraduados de las áreas de psicología y antropología, así como psicopedagogos que trabajan el tema de sexualidad, tanto en investigación como en procesos pedagógicos.
Una de las iniciativas que venimos trabajando es el “Observatorio de sexualidad y derechos sexuales y reproductivos”. Es una instancia de investigación que pretende abordar diversos temas relacionados con la sexualidad humana, con la sexualidad juvenil desde la perspectiva del desarrollo humano y de los derechos sexuales y reproductivos. También tiene por objetivo realizar un seguimiento de las problemáticas relacionadas con estos temas.
En ese marco hasta el momento hemos desarrollado tres investigaciones de tipo exploratorio en relación con el tema de diversidad sexual, categoría que incluye tanto a homosexuales, lesbianas y transgeneristas, como a la población heterosexual). La primera consiste en una encuesta a la ciudadanía en general orientada a recoger las actitudes, percepciones y comportamientos frente a personas homosexuales, lesbianas y transgeneristas en Bogotá, para evaluar los niveles de vulneración de los derechos sexuales de estas personas. En segundo lugar, el 2 de julio hicimos una encuesta a la propia población homosexual, lesbiana y transgenerista en la Marcha por la Ciudadanía LGBT de Bogotá, con las mismas preguntas de la encuesta a la población en general, para tener puntos de vistas en relación con los mismos temas, pero desde los propios sujetos afectados por estas vulneraciones. Un tercer estudio trató el tema de la diversidad sexual y la homofobia en la Escuela. Los dos primeros estudios se encuentran en proceso de ser publicados y los resultados aún no han sido socializados, pero los resultados del tercero están a disposición.
¿En qué consistió la investigación sobre diversidad sexual y homofobia en la Escuela?
El estudio es una iniciativa de la Corporación Promover Ciudadanía con recursos propios y con su equipo de profesionales. La idea de hacerla surgió a raíz de un proceso de formación que venimos realizando con unos 7.000 jóvenes en el marco de un convenio que existe entre el Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito (DABS) y la Universidad Pedagógica Nacional, sobre el tema de sexualidad juvenil. En esta experiencia la cuestión de la homofobia era muy recurrente en las sesiones: las agresiones, los chistes, las burlas, los casos de discriminación, etc. Todas estas cosas nos llevaron a identificar que era una problemática latente en la institución escolar, y que era necesario desarrollar una investigación al respecto que diera luces para desenvolver procesos pedagógicos.
El objetivo central de la investigación consistió en recopilar información que permitiera valorar los grados de homofobia existentes en la Escuela, así como las formas como esta se expresaba.
¿Dónde se llevó a cabo esta investigación y que metodología emplearon?
Ese trabajo se desarrolló en 7 colegios de la ciudad, pertenecientes a 4 localidades, de estratos 1 y 2 (sectores más pobres) e incluimos jóvenes de 8º ,9º y 10º (educación básica y media secundaria).
La metodología articuló instrumentos de investigación cualitativa y cuantitativa. Inicialmente, hicimos un taller sobre diversidad sexual con los diferentes cursos con los que trabajamos y recogimos primeras impresiones sobre las actitudes frente a algunos compañeros homosexuales y lesbianas. En segundo lugar, realizamos 3 entrevistas en grupos focales para profundizar la recolección de información. A partir de esa información cualitativa establecimos indicadores claves y a partir de allí elaboramos preguntas para una encuesta que se aplicó a 443 jóvenes, hombres y mujeres de los grados 8º, 9º, 10º y 11º. Finalmente, recopilamos algunos casos de discriminación, de exclusión y de rechazo a estudiantes homosexuales, lesbianas y transgeneristas dentro de la Escuela. Para la recopilación de los casos hicimos dos actividades: un taller de sensibilización sobre derechos humanos y DSR a docentes, en el que recopilamos algunos de los casos, y entrevistas directas a los y las jóvenes víctimas de discriminación.
¿Cuáles son los resultados más sobresalientes?
Podríamos decir que en la Escuela se reproducen muchos de los estereotipos negativos hacia personas homosexuales y lesbianas: considerar que todos los homosexuales son afeminados, que son acosadores sexuales, que son pervertidos, que son violadores. Y este tipo de prejuicios no motiva ningún tipo de intervención pedagógica por parte de los responsables de las instituciones educativas.
En segundo lugar, persisten una serie de creencias sobre las causas de la homosexualidad relacionadas especialmente con el abuso sexual, con la falta de relaciones sexuales y afectivas con personas del otro sexo, el maltrato infantil y el abandono.
En tercer lugar, encontramos la existencia de una homofobia comportamental preocupante, expresada principalmente en la burla, el rechazo social, la exclusión de los grupos de pares y de los grupos de amigos. También la persistencia de una homofobia emocional, es decir, una serie de sentimientos negativos hacia los jóvenes homosexuales, lesbianas y transgeneristas, entre los que se destacan: el miedo, el asco y el temor de que estas personas se enamoren de los jóvenes heterosexuales.
Encontramos, pues, una fuerte vulneración de los derechos sexuales de los jóvenes homosexuales y lesbianas, fundamentalmente el derecho a la autonomía sexual, ya que todas las personas tenemos derecho a decidir con qué personas nos sentimos bien emocional, erótica y sexualmente. También se viola el libre derecho de asociación sexual y la libre expresión de la afectividad, en la medida en que los jóvenes y los profesores rechazan las relaciones afectivas entre jóvenes del mismo sexo.
Finalmente, identificamos que al hacer visible la orientación sexual, se desata una serie de conflictos que termina afectando a los jóvenes homosexuales y las jóvenes lesbianas. Ante la visibilización del tema se pone de manifiesto una cultura heterosexista que asume que ser heterosexual es lo normal y lo sano, y ser homosexuales es anormal y enfermo. Otra característica de esta cultura es que establece roles de género naturalizados y lo hace desde una perspectiva muy conservadora que concibe una manera correcta de ser masculino y de ser femenino.
¿Qué hacen las instituciones educativas cuando se presentan casos de agresiones o cuando se identifica públicamente a un estudiante como homosexual o lesbiana?
Hay posturas diferentes. Pero generalmente, los profesores y las directivas de la institución lo ven como una anormalidad y citan a los acudientes (los padres y madres de familia) a orientación para tratar este asunto como un problema, y para que al muchacho o muchacha pueda brindársele algún tipo de tratamiento o ayuda terapéutica. Aunque también hay profesores, aunque son la minoría, que hacen acompañamiento adecuado a los jóvenes, los escuchan e interceden por ellos. Es de resaltar que ante esta hostilidad los jóvenes mantienen su orientación sexual oculta de la familia y el hecho de llamar a los acudientes al colegio los pone en evidencia, desatando conflictos familiares muy complicados.
En otros colegios, por ejemplo, los tratan de cambiar de jornada a los muchachos que son homosexuales llevándolos sutilmente a la jornada nocturna, en lo que identificamos una conducta gravemente estigmatizante y segregacionista. También se dan otro tipo de conductas cotidianas no institucionalizadas, como la burla constante. Tenemos por ejemplo un profesor de educación física que indica a los estudiantes organizarse de un lado los hombres, de otro las mujeres, y en este otro lado “los demás”, haciendo alusión directa a los jóvenes que tienen una orientación sexual diferente a la heterosexual.
Los estudiantes, por su parte, también asumen comportamientos de burla y exclusión. Hay incluso casos extremos: en la localidad de Usme (en el sur de la ciudad) una pandilla incluye dentro de sus actividades la agresión física contra estudiantes homosexuales y lesbianas. Del lado de los padres y madres de familia encontramos también manifestaciones de rechazo cuando se enteran que hay un compañero de curso de sus hijos que es homosexual o una compañera que es lesbiana. Ellos les dan orientaciones explícitas a sus hijos para que no los frecuenten, para que se alejen de ellos, porque consideran que los pueden inducir a la homosexualidad o porque los pueden acosar sexualmente. Ese mismo rechazo de padres y madres se expresa en relación con los profesores, algunos de ellos manifiestan que sacarían inmediatamente a sus hijos de la institución educativa si se enteran que alguno de los profesores es homosexual o alguna de las profesoras es lesbiana. Y los que no tomarían medidas tan extremas en todo caso estarían muy vigilantes para que el profesor o profesora no acose sexualmente a sus hijos.
¿Cómo son recibidos los resultados?
Inicialmente los presentamos a la Secretaría de Educación del Distrito que es la entidad rectora de la educación. El documento está en este momento en imprenta y a nivel general no hemos dado a conocer los resultados todavía.
Digamos que hay una sensibilidad frente al tema. Pero es un tema que resulta inquietante, que resulta preocupante, precisamente porque hay mucho desconocimiento sobre la diversidad sexual y concretamente sobre los homosexuales, las lesbianas y los transgeneristas. El problema es que, ante esta desinformación, una parte de la identidad del sujeto, en este caso la sexual, es convertida en el todo. Todos los seres humanos tenemos diversas dimensiones: sociales, económicas, políticas, y múltiples identidades: étnicas, culturales de orientación sexual, por nuestra adscripción religiosa, etc. pero en el caso de los homosexuales y las lesbianas, esa cuestión sexual se convierte en “el todo”, y eso desata una serie de estereotipos y temores.
El desconocimiento genera una serie de prevenciones en las instituciones, y muchas veces los profesores piensan que hablar de orientación sexual es promover el “homosexualismo” y el “lesbianismo”. Nuestra propuesta es la de enmarcar el tema de las orientaciones sexuales en el contexto general de la sexualidad y la afectividad humanas y en el contexto particular de los DSR.
Nos hemos dado cuenta que cuando en los procesos pedagógicos los profesores conocen una lesbiana, transgenerista u homosexual y lo reconocen como una persona con una familia, una profesión, un trabajo, que es un ser humano integral, ese conocimiento desactiva en alguna medida los niveles de homofobia. En la encuesta, cerca del 35% conocen entre sus amigos o familiares personas homosexuales y lesbianas, y encontramos que en la medida en que hay mayor reconocimiento de esas personas como seres humanos se disminuye la homofobia. Asimismo, las personas que no tienen ningún tipo de vínculo afectivo o social con estas personas tienen mayores niveles de homofobia.
En relación con los actos de hostilidad, ¿qué hacen los y las jóvenes? ¿optan por el silencio? ¿denuncian? ¿ante quiénes lo hacen?
Es una pregunta importantísima. Algunos jóvenes mantienen oculta su orientación sexual. Varios de ellos son víctima de injurias, burlas, señalamientos y chistes que terminan dejando una huella en la conciencia de los y las jóvenes. Estos actos de hostilidad terminan convenciéndolos de que tienen una condición de inferioridad y de anormalidad, la cual soportan en silencio.
Esa conciencia de anormalidad y de inferioridad hace que vivan relaciones afectivas y sexuales de manera oculta y secreta sin posibilidad de socializar sus sentimientos, emociones y dudas, y que algunos de ellos desarrollen hábitos sexuales que terminan convirtiéndose en factores de riesgo ante las infecciones de transmisión sexual.
Otros jóvenes reaccionan de manera violenta: a cualquier injuria (que les toquen la cola, que les digan marica, Laisa -personaje trans de una conocida telenovela latinoamericana- o gay) reaccionan con conductas violentas que a veces los lleva a convertirse en los “chicos problema” en el colegio. Algo muy grave es que, muchas veces, el resultado de la discriminación y la homofobia es la deserción escolar, por decisión propia de los jóvenes o de la familia. En el peor de los casos hay intentos de suicidio.
¿Encontraron casos de expulsión por causas asociadas a la homosexualidad?
No, directamente en colegios públicos no. Sin embargo existen colegios privados en cuyos manuales de convivencia (reglamento estudiantil) está estipulada la expulsión por “homosexualismo” y “lesbianismo” – nosotros tenemos esto registrado. Cabe decir tales formulaciones no deberían existir, porque ningún reglamento puede estar por encima de la Constitución Nacional, la cual garantiza que las personas no pueden ser discriminadas por sexo, raza, etnia o cualquier otra condición particular.
Podríamos decir que no existe una política institucional explícitamente homofóbica, pero sí se dan conductas amparadas en lo que algunos han llamado currículo oculto, que llevan a que los muchachos se salgan o a que los papás los saquen de las instituciones.
Quiero aclarar que no queremos promover una idea estigmatizante de que las escuelas son homofóbicas sin más. De hecho uno de los hallazgos más importantes es que la homofobia no es absoluta en la escuela, ya que encontramos varios jóvenes con vínculos con compañeros o con familiares que son homosexuales y lesbianas, docentes también que se han familiarizado con ellos y que los apoyan, así como padres y madres que apoyan a sus hijos cuando saben que tienen una orientación sexual diversa.
Sus actividades son clave para la aplicación de políticas públicas. ¿Cómo se relaciona esta investigación con el proyecto de Acuerdo para la política LGBT de Bogotá?
Esta relación es fundamental. Las investigaciones nos han permitido visibilizar el problema, poner alertas en relación con lo que está ocurriendo en la ciudad en diferentes campos en términos de discriminación, de exclusión y de vulneración de derechos humanos de las personas homosexuales, lesbianas y transgeneristas. Las investigaciones de este tipo muestran que es indispensable desarrollar procesos de formación pedagógicos tanto en la ciudadanía como con profesores y estudiantes en términos de sexualidad humana y DSR, y en esto es clave que exista una política pública que destine recursos para esa labor y que implante la perspectiva de los DSR en los PEI (proyectos educativos institucionales) y en los manuales de convivencia.
Ante el Concejo de Bogotá hemos apoyado, en conjunto con otros sectores, la necesidad de tener una política pública que propenda al reconocimiento social de estas personas, por la protección de sus derechos sexuales, que promueva procesos educativos tendientes a disminuir la violencia física y verbal de la cual son objeto las personas transgeneristas, lesbianas y homosexuales. Como fue reportado en una de las encuestas que hicimos, el 21% de estas personas manifiesta haber sido víctima de violencia física y el 62% víctima de violencia verbal.
En conclusión, este tipo de estudios muestra la importancia de la investigación social para desarrollar proceso pedagógicos que sean más significativos para los jóvenes, más significativos para la escuela, en este caso, pero también la importancia de la investigación para la formulación, implementación, ejecución y seguimiento de las políticas públicas.
¿Qué sucede en relación con los Proyectos de educación sexual en los colegios? Es un caso que ha sido muy criticado por su inoperancia en la práctica, aunque partía de un marco muy interesante.
En esto hay todo un camino por recorrer, tanto para las instituciones educativas como para la sociedad. Nosotros creemos que los docentes y las comunidades educativas están en el ABC de la sexualidad y en el A de la diversidad sexual. En estos temas hay una incomprensión muy grande, a lo que se añade que la lógica predominante de comprensión de la sexualidad que guía las actividades realizadas en los colegios está muy restringida al tema de la reproducción, a las relaciones heterosexuales y a la prevención, con una idea de la sexualidad como riesgo. El objetivo principal es prevenir embarazos prematuros e ITS, pero la perspectiva de los derechos es prácticamente inexistente.
Nosotros trabajamos desde una perspectiva muy diferente, que no parte de la sexualidad como riesgo, sino como posibilidad de placer y como una cualidad que posibilita el desarrollo humano. Pensamos una educación sexual que no sea considerada desde una perspectiva adultocéntrica, sino que reconozca los intereses y los puntos de vista de los y las jóvenes. Que no esté planificada desde el deber ser, sino del ser. Efectivamente, es necesario construir una ética en relación con la sexualidad, pero esa ética debe incluir los seres humanos que viven la sexualidad de manera distinta. Considero que estos procesos deben partir de una perspectiva de la sexualidad más amplia que incluya el erotismo, el placer, la orientación sexual, la identidad de género y que se inscriba en el marco de los derechos humanos.