El diario L’ Osservatore Romano difundió en marzo cuáles serían las “nuevas actitudes pecaminosas” del hombre moderno, según la jerarquía de la Iglesia Católica,. El obispo Gianfranco Girotti, regente del Tribunal de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano, fue el encargado de dar a conocer al mundo los “pecados sociales” que se suman a la conocida lista de “pecados capitales” creada por Gregorio I en el siglo VI: soberbia, envidia, gula, lujuria, ira, avaricia y pereza.
Los llamados “pecados sociales” que divulgó Girotti, encargado del organismo que supervisa la confesión y las indulgencias plenarias de la Iglesia incluyen, por un lado, lo que la para la Iglesia representaría violaciones bioéticas, como las manipulaciones genéticas, llevar a cabo experimentos sobre seres humanos y la anticoncepción. Por otro lado enumeran: contaminar el medio ambiente, provocar injusticia social, causar pobreza, enriquecerse hasta límites obscenos a expensas del bien común y consumir drogas.
Al respecto, el Doctor Roberto Blancarte, Director del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México y especialista en temas como laicidad, iglesias y Estado, dialogó con el CLAM sobre los nuevos “pecados sociales” y su impacto sobre los derechos sexuales y reproductivos en América Latina, el proceso de secularización y la sociedad civil como defensora de los principios laicos y democráticos.
¿Cuál es el objetivo de la Iglesia Católica tras la publicación de los nuevos “pecados sociales”?
Supongo que el objetivo es actualizar de alguna manera las infracciones o las desviaciones de acuerdo a la perspectiva de lo que debe ser el comportamiento cristiano. Por otro lado, también es una manera de ampliar su capacidad de coacción. En la medida en que la Iglesia, que se propone como intermediaria para la salvación, aumenta los pecados, amplía su capacidad de control social.
En este sentido, ¿cuál es su estrategia hacia América Latina?
En la geopolítica vaticana, América Latina es muy importante porque representa la mitad de los católicos del mundo. Quizá por la misma razón, para Benedicto XVI Latinoamérica es una especie de reserva para cubrir lugares en otras áreas donde se requiera. Al mismo tiempo tenemos una perspectiva eurocéntrica que se ha reforzado en este pontificado. Es decir, hoy la doctrina y la capacidad intelectual de la Iglesia se identifican más con el cristianismo europeo que con el de otros lugares.
¿En qué medida la condena de estas prácticas, que ya eran rechazadas en el discurso de la Iglesia Católica, puede incidir o impactar en el ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos de la sociedad latinoamericana?
Los nuevos pecados se entienden como pecados más sociales. En ese sentido, creo que no necesariamente tienen que entenderse como algo negativo, pues la mayor parte tiende a cubrir aspectos de justicia social. Se puede decir que esto es un triunfo de un ala un poco más “progresista” de la Iglesia.
No obstante, el pecado de “violaciones bioéticas” tales como la anticoncepción, sí tiene incidencia sobre los derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, en la medida en que se ha podido distinguir entre pecado y crimen las personas han podido tomar decisiones respecto a este tema conforme a su conciencia sin tener que ser castigados y estableciendo una relación directa con Dios, lo cual le ha quitado el peso del pecado.
Lo que queda es la culpa. Es decir, el problema no es que la gente esté o no tomando decisiones de acuerdo a su conciencia, sino muchas veces la culpa latente después de haber tomado una decisión.
¿La secularización pone en crisis los valores universales que promueve la jerarquía católica?
El proceso de secularización no necesariamente ha puesto en crisis a los valores universales que propone la Iglesia. Lo único que ha hecho es relativizarlos para la vida cotidiana y la toma de decisiones de la mayor parte de la gente. Los valores siguen ahí, pero ya no son el centro del comportamiento individual y social de la mayor parte de las poblaciones en el mundo.
Al ser marginada, la esfera religiosa relativiza su influencia, afectando básicamente el funcionamiento de la propia Iglesia, sobre todo porque también significa una privatización de lo religioso, en la medida en que la conciencia tiende a tomar un papel más importante. La privatización de lo religioso supone una disminución de la importancia de la intermediación eclesial. Obviamente eso sí tiene un impacto para la institución.
¿En qué medida la sociedad civil organizada en pro de los derechos humanos ha contribuido en el proceso de secularización?
Este no es un proceso que conciente o directamente hayan puesto en práctica las organizaciones no gubernamentales o cualquier otro grupo. Este es un proceso social mucho más complejo y general. Se está gestando desde hace varios siglos y escapa al control de los individuos mismos y de las agrupaciones de cualquier tipo. La secularización es una tendencia global que de alguna manera beneficia a las organizaciones de derechos humanos, a su vez, productos de este proceso.
¿De qué manera el Vaticano influye en los actores políticos locales en América Latina?
En muchos países es muy evidente que el Vaticano, a través de las iglesias y sus jerarquías, ejerce presión política sobre los gobiernos. Eso ha impedido que se avance en los derechos sexuales y reproductivos. La jerarquía eclesiástica presiona de diversas maneras, evitando que ciertas políticas públicas tengan lugar. Un ejemplo es Chile, en donde hasta hace muy poco –dos o tres años– ni siquiera el divorcio estaba permitido. Ahora mismo, se les prohíbe ejercer la docencia en escuelas religiosas a profesores homosexuales, esto con validaciones que hace la Iglesia en una ley secular. El asunto es muy complejo porque el origen del problema es la existencia de una ley que valida esto. La Corte Suprema, quien emitió el fallo, se respalda en la existencia de una ley discriminatoria.
Lo mismo sucede en lugares como el Estado de Jalisco, en México, en donde la alianza entre poder eclesiástico y político ya es descarada, de tal manera que se violan los derechos de los ciudadanos, así como la conciencia, incluso, de muchos religiosos y creyentes que no están de acuerdo con esta manera de mezclar esos dos poderes.
La jerarquía católica sigue ejerciendo presión sobre muchos actores políticos, con mayor injerencia en los lugares en que el Estado Laico es más débil.
¿De qué manera se puede fortalecer al Estado Laico ante el poder político, ideológico, mediático y económico de la Iglesia Católica?
Es muy importante que los ciudadanos siempre tengan en mente que el origen de la autoridad política reside en los propios ciudadanos y no en los jerarcas religiosos. Hay que recordarle esto a los políticos cuyo poder proviene precisamente de la ciudadanía. Los políticos creen que la autoridad les va a venir de la alianza con una o algunas religiones y olvidan que el poder que ellos tienen proviene de la soberanía del pueblo, de la voluntad popular. Cuando se les olvida, hay que refrescarles la memoria, y en el momento de las elecciones también cobrárselo.