Liderazgo, poder, mujeres, masculinidad, pobreza, desigualdad, diversidad sexual, género, cuotas, feminismos, masa crítica, empoderamiento, diálogo, democracia, vida institucional, movimientos sociales, aborto, violencia, derechos humanos, libertad, propiedad, respeto, autocontrol del cuerpo, etnicidad, discursos conservadores, fundamentalismos religiosos y políticas públicas son algunos de los temas que aborda Poder, mujeres y liderazgo: guía incluyente en un contexto global, editado por el Instituto Estatal de las Mujeres de Nuevo León.
Adriana Ortiz-Ortega, doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Yale, emplea reiteradamente la mayéutica con el lector: “¿Cuánto se ha avanzado en reconocer la multiplicidad de voces de mujeres que cada día luchan por apropiarse de un poder y ejercer un liderazgo en México? ¿Cuáles de estas voces están presentes en la escena pública y en interlocución con el ejercicio del poder y el liderazgo?”
Para la autora, es necesario revisar hasta qué punto “se ha completado” la laicidad en México, ya que la Iglesia católica “es uno de los pilares más importantes de la concepción que sostiene la separación entre la esfera pública y privada, así como uno de los mecanismos más efectivos para limitar el acceso de las mujeres al poder por su énfasis en valores femeninos que se consideran deben sostener la vida familiar”.
Ortiz-Ortega, hoy asesora académica del secretario general de la Universidad Nacional Autónoma de México, asume que en el proceso de construcción como sujetos de derecho, las mujeres se encuentran en el momento histórico de renovarse como actrices del cambio social.
En entrevista para el CLAM, la académica sostiene que el movimiento amplio de mujeres tiene hoy la oportunidad histórica de renovarse conceptual, política y generacionalmente; de lo contrario, las conquistas logradas por los feminismos podrían revertirse en las próximas dos décadas debido a la ausencia de activistas que encabecen esta lucha social.
La politóloga señala que la “ofensiva” conservadora contra la interrupción legal del embarazo (ILE) en el Distrito Federal, a través de la inclusión del precepto “defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural” en las Constituciones de los demás estados de la República, demuestra que la derecha “está muy organizada” y que existe “un enfrentamiento desigual en fuerzas”.
¿Cómo y por qué se gestó este texto?
Se gesta por iniciativa de una líder, María Elena Chapa, presidenta del Instituto de las Mujeres de Nuevo León. Chapa es una mujer muy comprometida con la lucha social de las mujeres, fue ella quien ideó hacer un manual para apoyar a las personas que ofrecen talleres sobre liderazgo.
Cuando ella me dijo “necesitamos hablar de poder, mujeres y liderazgo”, yo me pregunté: ¿y qué sabemos del poder realmente?, ¿qué sabemos de las mujeres?, ¿qué entendemos del liderazgo? Me pareció importante tener la oportunidad de reflexionar y reconceptualizar más en serio sobre estas cuestiones, así surgió el libro.
¿Qué pasa en México con el movimiento amplio de mujeres y los feminismos? Sabemos que sectores ligados a la Iglesia católica han conseguido la aprobación de leyes antiaborto en diferentes estados del país. Un avance de los grupos conservadores se llevó a cabo en Yucatán, en una entidad gobernada por una mujer, Ivonne ortega, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), fuerza política de centro que siempre se asumió como laica y liberal. ¿Qué lectura podemos hacer de esto?
Podemos hacer varias lecturas. En primer lugar, el tema del liderazgo de las mujeres es un tema que toca toda la agenda social. Toda la agenda pública estatal toca a las mujeres y a los hombres, pero el esfuerzo de las mujeres ha sido redimensionar el papel desigual que ellas han ocupado en las políticas públicas. En tanto que ha sido una agenda amplia, ha habido una sobrecarga hacia el movimiento de las mujeres, porque ha tenido que ejercer en tres capacidades: como expertas, como técnicas, y como políticas y activistas, esto ha sido una sobrecarga para un movimiento pequeño.
Hay otro problema que es la concentración de liderazgo en ciertos grupos debido a que en México existen élites que permanecen en el poder y las mujeres no han logrado cambiar esta realidad, pese a sus esfuerzos. Adicionalmente tenemos el problema de la falta de renovación generacional, lo cual no sólo está ocurriendo en México, sino en el mundo.
Es en medio de este contexto que los partidos políticos retoman una agenda feminista para plantear una reforma al Código Penal de la Ciudad de México que no es encabezada por los feminismos. Por otro lado, hay que entender que en México todos los temas que tenían que ver con sexualidad y género siempre fueron parte de un pacto entre caballeros, temas que se negocian. Con el aval de las mujeres feministas, se gesta en el DF un cambio en este pacto, y la derecha se organiza y a nadie sorprende que la derecha esté muy organizada y orqueste sus ofensivas.
Si nosotros viésemos el tema como política pública, como, por ejemplo, un tema de salud pública, diríamos, como dice Marta Lamas, se ha ganado la batalla histórica del aborto. Pero si lo vemos como una lucha inmediata de fuerzas que se contraponen políticamente, vemos actores en una posición muy desigual. Es como decir que los campesinos ya ganaron la batalla histórica de obtención del derecho a la tierra o que los pobres ya ganaron la batalla histórica de tener acceso a educación o a derechos humanos. Viéndolo así, todo mundo estaría de acuerdo al menos discursivamente, pero es muy diferente a concretizarlo.
Ahora hay un enfrentamiento desigual en fuerzas por parte de las feministas que no construyeron un liderazgo y una agenda capaz de detener la ofensiva conservadora que busca imponer el “derecho a la vida desde la concepción”. Ese liderazgo feminista, si bien apoyó la iniciativa de ILE, no estaba necesariamente equipado para proponer que éste se sacara el Código Penal. Se celebró el avance y se pensó que ya, que con ese hecho se detiene la historia, hasta que un día descubren que no.
Creo que ésta es una oportunidad histórica muy importante para renovar el liderazgo de las mujeres con otros sectores sociales, porque lo que está en juego en esas reformas para defender el “derecho a la vida desde la concepción” en los estados es reconocer al feto como persona humana.
En el Código Penal y en la Constitución mexicana, desde el siglo XIX, se reconoce la diferencia entre la vida antes y después del nacimiento. Ese es un reconocimiento que se ha establecido en todas las Constituciones del mundo. Muchos Códigos Penales prohíben el aborto, sin embargo, ninguno defiende el “derecho a la vida desde la concepción”. ¿Por qué razón? Porque el feto no es persona, ¿por qué? Porque no le podemos otorgar derechos. En ese sentido, hay un retroceso jurídico, una falacia jurídica que se debería señalar. Adicionalmente, se está contradiciendo el artículo cuarto de la Constitución que dice que la mujer tiene derecho a decidir sobre el número y espaciamiento de sus hijos.
¿Las mujeres que están en el poder están verdaderamente comprometidas con los derechos de sus contemporáneas?
No. Cuando una diputada es electa, independientemente del partido al que pertenezca, la agenda más difícil que tiene para avanzar es la de género, todo lo que tiene que ver con mujeres y con diversidad sexual, porque es la agenda que más sacude la moral dominante y porque adicionalmente es la que tiene menos pactos y menos fuerza política. De ahí que es indispensable fortalecer a quienes ocupan papeles de liderazgo para que logren plantear estos temas.
Hay muchas personas que se unen en contra de la inseguridad, por ejemplo. Pero son muchos menos los que están dispuestos a salir públicamente a las calles a defender el derecho de las mujeres a abortar y actuar como fuerza política. Esto es una realidad pese a que las encuestas demuestren que en zonas como el Distrito Federal, entre otras regiones, hay una postura más liberal.
No necesariamente los liderazgos de las mujeres apoyan la agenda de género o de diversidad sexual. De ahí la importancia de hacer un trabajo con estas mujeres en un momento histórico donde por primera vez se tiene una masa crítica; pero esto es un logro que puede no sostenerse en el tiempo y puede irse para atrás.
¿En qué momento dejaremos de privilegiar la arena electoral para pasar a una institucionalidad comprometida con los derechos de todos los ciudadanos y ciudadanas?
Una de las cosas que caracteriza a México en su transición hacia la democracia, que para muchos es sólo alternancia del poder, es que se ha privilegiado la arena electoral sobre el cambio institucional. Para poder pasar de lo electoral a lo institucional se requiere un acuerdo entre los actores políticos y el establecimiento de pactos entre ellos. Nosotros necesitamos tener una transición hacia la democracia más madura, más sólida.
¿Existen las condiciones para ello?
No. Estamos en un proceso de desgaste de la democracia y por eso la gente está tan escéptica. Si la transición hacia la democracia ocurre en el año 2000, entendida como un cambio de partidos en el control estatal, lo que estamos viviendo es una situación en la cual los partidos que actualmente llegan al poder, caen en contradicciones evidentes: clientelismo, corrupción, oportunismo, concentración de liderazgos.
¿Dónde se ubica México con respecto a la realidad latinoamericana en materia de diversidad sexual, derechos humanos y mujeres?
En términos de equidad de género, México es uno de los países que más tarde responde. Los institutos de las mujeres ya se habían creado en muchos países de América Latina, empezando por República Dominicana, uno de los primeros.
Respecto al aborto, México tiene la legislación más avanzada porque vivió la separación Iglesia-Estado que parte del siglo XIX. En lo referido a diversidad sexual, la posición del país es mucho más variada. En comparación al aborto y al género, el tema de la diversidad sexual se ha movido de manera más ágil en los últimos años. Pero ésta también es una agenda más amplia en la cual, creo, podríamos tener retrocesos similares a los del aborto en los próximos años.
Lo que logró detener mucho la agenda de aborto fue la capacidad de los grupos autodenominados como Pro Vida. Ellos fueron muy hábiles en identificar al feto con los niños, y entonces, llamar al aborto de “asesinato”. Así crearon una respuesta emotiva en la política, la cual, inclusive, muchas veces llega hasta las feministas quienes muchas veces abren espacios de contradicciones cuando afirman que el aborto “es una cosa terrible y en realidad nadie quiere abortar”.
Yo creo que esta postura hace una concesión al duelo que significaría el aborto, en lugar de decir que hay muchas respuestas al aborto, dependiendo de la concepción que se tenga de lo que significa dar o no dar vida. Hay muchas maneras de proteger a los niños y la más importante no es seguramente que todos los embarazos lleguen a término, porque nosotros vemos que hay muchísimos niños de la calle que sufren condiciones muy desfavorables.
¿Hacia dónde vamos con el tema de mujeres?
Estamos en un escenario muy esperanzador. Yo encontré en mi investigación que pasamos por ciclos de renovación en el concepto de mujer. La expansión de noción de mujer, cuya experiencia no es validada, cuyo conocimiento no es reconocido, hacia la multiplicidad de mujeres que se manifiestan en distintos ámbitos, a tal punto que ya los hombres se empiezan a interesar en las mujeres como objetos de estudio. Pese a los retrocesos, las dificultades y contradicciones, las mujeres estamos en un arduo proceso de construirnos como sujetos de derechos.