José Fernando Serrano es antropólogo y magíster en Resolución de Conflictos. Ha trabajado en temas de derechos humanos, género, sexualidad, generación y prevención de violencias. Actualmente concentra su labor en las políticas públicas en relación con poblaciones vulnerables. Coordinó en Colombia la elaboración del diagnóstico sobre políticas y derechos sexuales desarrollado por el CLAM en cinco países de la región andina y cono sur.
Serrano es coordinador del Encuentro Nacional e Internacional sobre Políticas Públicas para la población LGBT, organizado por la Alcaldía Mayor de Bogotá. En esta entrevista se refiere a la temática del evento.
¿Qué instituciones están implicadas en la organización de este Encuentro y cuál es su objetivo?
En el evento están involucradas todas las entidades del Distrito que conforman el Comité Interinstitucional para el tema LGBT. La intención del Encuentro es generar nuevos insumos para este proceso de formulación de políticas públicas, a través de la comparación con experiencias de otros países y de otras ciudades de Colombia.
¿Quiénes participan del evento?
De Colombia hemos invitado a representantes de tres ciudades que están en procesos similares: Medellín, Cali y Pasto. A nivel internacional contaremos con la participación de gente de Ámsterdam, Utrecht, Ottawa, Río de Janeiro, Madrid y Buenos Aires para que nos cuenten las experiencias de esas ciudades. Intencionalmente quisimos traer personas de perfiles diferentes: funcionarios públicos, activistas y académicos que participan en estos procesos. Algunos de ellos tiene trayectorias parecidas: han sido académicos que apoyan al movimiento social o son activistas del movimiento LGBT que ahora son funcionarios públicos.
Queríamos tener un panorama que nos dijera qué ha pasado en estas ciudades en relación con políticas de integración social y antidiscriminación. Encontramos que existen muchas formas en que las políticas públicas han respondido a esta situación.
¿Cuál es la metodología del evento?
Como el evento es parte del proceso de formulación de la política pública va a tener tres grandes actividades: las ponencias magistrales de estos invitados internacionales, paneles sobre las experiencias nacionales e internacionales y espacios de encuentro y discusión sobre algunos temas específicos. ¿Qué tipo de público esperan?
Si bien el evento está centrado en personas del sector LGBT, organizaciones LGBT y funcionarios públicos, esperamos que el evento tenga en primera instancia personas del sector LGBT: organizaciones y activistas. Se ha hecho una convocatoria muy amplia y hasta el momento se han inscripto unas 120 personas del sector LGBT, muchos estudiantes y gente joven. Esperamos que participen también funcionarios públicos y personas de ONGs que trabajan en estos temas y académicos que hayan hecho investigaciones sobre el tema.
Teniendo en cuenta que el evento está suscrito a un proceso de construcción de política pública ¿cómo evalúa usted el estado de ese proceso? ¿Qué posibilidades y obstáculos tiene?
Creo que la política pública que se ha desarrollado hasta ahora ha estado orientada sobre todo a crear las condiciones para que el tema mismo permanezca. A diferencia de otras políticas públicas –como la de juventud– que ya han sido legitimadas y que tienen una tradición indistintamente de los logros que se hayan hecho con ellas, ésta es una política pública que hasta ahora se pone en la escena social y en la escena de la administración del Distrito.
La reforma administrativa que se dio en esta gestión creó dos instancias con responsabilidad directa en el tema: la Subsecretaría de Mujer, Género y Diversidad Sexual en la Oficina de Planeación Distrital y un área encargada del tema en el Instituto de la Participación. Esto es muy importante porque ya está el espacio institucional con responsabilidad sobre el tema, lo cual es una ventaja. Esto genera una diferencia con otras ciudades: que el tema esté instalado en la instancia de la Planeación de la Ciudad. En otros países, estos temas generalmente están en las áreas de asistencia, de bienestar, de servicios sociales, por ser un tema más asociado a la idea de ofrecerle un servicio a una población vulnerable o a una minoría. De todos modos, ahí hay un reto grandísimo que es realmente poner el tema de diversidad sexual, o como se quiera llamar, en la planeación de la ciudad. Ahora, esto es todo un reto porque todo está por construir: si uno pone este tema en un escenario como la Oficina de Bienestar Social es un poco más clara la perspectiva.
Por un lado, este proceso básicamente ha reconocido todo lo actuado por el movimiento social, viendo cuales son las ganancias, las apuestas, las necesidades, las preocupaciones para, de este modo, crear los espacios institucionales necesarios para la interlocución. Es el primer ejercicio de formulación de una política, es decir, lo que estamos viviendo ahora. Realmente es la primera vez que la administración de la ciudad se hace esa pregunta.
Por otro lado, hubo dificultades que conocemos. Por ejemplo que el Concejo de la ciudad no haya aprobado la idea de hacer de la política pública algo permanente. Creo que el que no se haya aprobado ese acuerdo no implica que la política se acabe. El proceso se inicia ya al cierre de la administración, entonces es muy tarde en términos de poder ver logros particulares, sin embargo, pienso que algunos logros ya se han dado: visibilizar el tema, lo que ya es importante; crear la conciencia en torno a ello y movilizar los primeros esfuerzos al respecto.
Tenemos claro que la política no busca remplazar las apuestas del movimiento social. Su papel es reconocer esas apuestas, reconocer esas necesidades, integrarlas con otras que la administración identifica, ver lo que es necesario con respecto al tema y establecer con esto caminos comunes.
Usted nos indica que ya hay un espacio institucional, pero ¿cuál es el lugar social que tiene el tema en la ciudad?
En general la ciudad ha vivido cambios muy importantes con respecto al manejo del tema. Creo que si bien todavía hay muchos problemas de homofobia y discriminación, hay más recursos para que estas situaciones no se naturalicen; existe un reconocimiento más generalizado de que es un asunto de derechos humanos. Pero, sin duda, para la ciudad en general el tema todavía está buscando un lugar. Hechos como la marcha que se hace cada junio o actividades como el Ciclo Rosa ya son parte de la dinámica de la ciudad, indistintamente que haya sectores a favor o en contra del tema.
Se han logrado cosas muy importantes como el hecho de que el Centro Comunitario LGBT del barrio de Chapinero se haya vuelto un lugar muy importante de territorialización de la política pública. Nuestra intención es potencializar más el Centro Comunitario como un espacio de acercamiento a la comunidad y por este motivo, plantear la posibilidad de crear más centros comunitarios en la ciudad.
Un caso similar es lo que está pasando con la policía: tenemos claro que sigue habiendo dificultades, pero la situación ha cambiado mucho con respecto a lo que pasaba hace 10 años, donde la policía era claramente un enemigo con el cual no se tenía ninguna posibilidad de interacción ni diálogo. Hoy hay un oficial de enlace con responsabilidades al respecto, alguien con quien se puede interactuar para tratar temas específicos de la seguridad de las personas LGBT, aunque esto no implica que ya la policía haya cambiado su mentalidad.
¿Hay ámbitos más receptivos que otros?
Sí, hay instancias de la administración en las cuales el tema ha tenido mayor acogida, o mayor espacio de visibilización y hay sectores donde la inclusión del tema ha sido más compleja por la propia característica de ese sector. En áreas como salud y educación, por ejemplo, ha habido más dificultad para visibilizar el tema por su propia dinámica. Salud ha sido una de las áreas más difíciles en modificar la mentalidad, para que se deje de pensar el tema LGBT como un problema de salud, problema psiquiátrico, o de una población enferma, visión que todavía circula en ese escenario. Es muy difícil cambiar esto, entre otras cosas porque ese lugar todavía se está descubriendo. El propio sector, la propia política pública todavía está descubriendo lo que significa el tema en cada una de estas instancias. ¿Cómo instalar el tema en el área de salud de manera tal que no sea tan sólo un problema de prevención de VIH-SIDA e ITS?
En educación, a mi modo de ver, pasa lo mismo. Este es un sector que opera con mucho sigilo en estos asuntos. Hay muchos estereotipos, muchos prejuicios y todavía se están creando las formas de abordar el tema. Visibilizar el tema en este sector significa evitar que niños y niñas con sexualidades o identidad de género diversas sean discriminados.
Yo diría que en muchas otras instancias de la administración el tema todavía es un poco extraño, como el ejemplo que daba anteriormente en relación con la Oficina de Planeación. ¿Qué significa poner esto en el escenario de la planeación de la ciudad? ¿Cómo se lee y se planea la ciudad en la clave de diversidad sexual? Efectivamente, la planeación de la ciudad se ha hecho pensando básicamente en edificios y en distribución del espacio físico. Pasar de esta noción de planeación de la ciudad a una más humana y en la cual esa noción de humanidad sea leída desde una perspectiva de derechos y que además se tomen en cuenta temas como la diversidad sexual, es un desplazamiento muy grande.
¿Qué comparación hace con las experiencias de otras ciudades?
Yo creo que la experiencia de Bogotá es realmente muy importante. A veces uno tiende a decir que en otros lados están mejor pero diría que si pensamos en términos de voluntad política y de institucionalización hay avances muy importantes. A nivel nacional, en Medellín se han llevado a cabo grandes desarrollos pero no del impacto y la extensión que tienen en el caso bogotano: no hay una instancia creada en la administración de la ciudad para el tema como sí la hay aquí. Aunque esa cuestión forme parte de la política de la ciudad y esté en el plan de desarrollo de Medellín, en este momento no hay un proceso de formulación de una política específica. En Cali se está llevando a cabo un proceso similar, se quiere hacer una política pública para el sector y hay un esfuerzo institucional al respecto. El caso de Pasto lo conozco menos; fue un proceso alrededor de la experiencia de sectores sociales de la Organización Planeta Paz al que se articularon organizaciones del sector LGBT. Hay una serie de organizaciones que están desarrollando temas de derechos humanos y trabajando con una oficina de asuntos de género.
Yo creo que una ventaja de Bogotá es que el tema está abordado desde una perspectiva de derechos. En otros lugares el tema es leído desde la antidiscriminación, que es muy importante pero que no es el único elemento de una perspectiva de derechos. La dificultad que veo en estas políticas de antidiscriminación es que los sujetos se leen en negativo, generando fácilmente discursos de victimización y de vulneración que no contribuyen, o contribuyen muy parcialmente, a que los sujetos mismos se entiendan como sujetos de derechos y como actores de la ciudad. Ahora, hay que reconocer que alrededor de las políticas antidiscriminación se han dado avances muy importantes: en México y en Brasil, por ejemplo, es el tema que ha permitido la visibilización del asunto. Creo que es un avance importante en el caso colombiano, una perspectiva más amplia.
En los casos europeos, las políticas sociales tienen otras dinámicas, la forma en que los Estados resuelven la cuestión de las políticas sociales es otra. Por ejemplo, la persona que viene de España nos comentaba como en ese país el Estado gestiona la política social a través de las organizaciones sociales que, a su vez, son financiadas por el Estado. Esto se da así porque el Estado entiende que son estas entidades las que mejor conocen a su población y las que pueden llegar a ofrecer los servicios más adecuados. El caso bogotano es muy diferente ya que la administración no tiene un documento que diga cuál es su política, sino que trabaja con organizaciones sociales que sugieren las agendas y hay un diálogo permanente en la construcción de esa política pública.
En todo caso, también hay muchas similitudes en las estrategias que concretan estas políticas en cada país. La mayoría de las veces se concretan en ofertas de servicios específicos para la población: centros comunitarios, redes de servicios telefónicos que permitan que la gente denuncie problemas de homofobia, etc. En algunas ciudades, como Londres, se realizó un documento específico de política LGBT en torno al tema de inclusión y exclusión, además de otros casos de formulación de políticas explícitas. Yo pensaría que Bogotá no está tan mal en este ámbito.
¿Cómo se dan en este tema las interacciones entre el Estado y los movimientos sociales? Hay alianzas importantes allí pero también hay tensiones
Yo creo que la constitución de políticas públicas siempre es una combinación entre la capacidad de los movimientos sociales para lograr incidencia y posicionar sus propios intereses en las agendas públicas y de las administraciones públicas en escucharlos. Creo que estas administraciones que hemos señalado –Bogotá, Medellín, la Gobernación del Valle y Pasto– son más o menos abiertas a estos temas ya que han diseñado políticas de género explicitas. Esto último sería un debate muy interesante para desarrollar en algún momento: que significa que el tema LGBT haya ido a la par del tema de políticas de género. El movimiento de mujeres ha sido muy solidario con el tema LGBT y la política pública de género es el lugar donde el tema ha tenido mayor espacio de visibilización y de reconocimiento. En la estructura administrativa la diversidad sexual quedó asociada al tema de género. Esta manera de incluirla tiene que ser evaluado en algún momento.
Yo creo que en esto lo interesante es la innovación y los terrenos que se abren. Si nos preguntamos sobre el significado de la institucionalización de estos temas, es preciso que la administración los tome, les ponga un lugar y les dé un nombre. Estas son preguntas para las cuales no tenemos todavía la respuesta. El movimiento social en algún momento tendría que hacer un balance de lo que le han significado estos procesos, hasta donde le apuesta a esto y hasta donde no, si estos procesos son realmente los que responden a sus necesidades. No me refiero solamente al proceso de política pública, sino a todos estos procesos que significan la interacción con el Estado.
De todas formas, lo que se ha dado en los últimos años en Colombia y en Bogotá con respecto a estos temas es un cambio muy grande vivenciado prácticamente por una o dos generaciones de personas, lo que también sería muy interesante para estudiar en algún momento. ¿Qué han significado estos cambios para estas nuevas generaciones en su noción de ciudad, en su noción de ciudadanía y en su noción de sujeto?
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