CLAM – Centro Latino-Americano em Sexualidade e Direitos Humanos

Sexualidade na escola

Sexualidad en los colegios Débora Solís coordinadora de la Secretaría Técnica de Educación en Sexualidad y Afectividad del Ministerio de Educación de Chile, explica las diferentes estrategias utilizadas para poner en práctica las leyes sobre educación sexual en las escuelas de ese país. ¿Cómo se contagia el Sida?, ¿qué significa sexo oral?, ¿qué es un orgasmo?, ¿para qué sirve un condón?, ¿cómo se puede prevenir un embarazo? Estas inquietudes son sólo ejemplos de los innumerables interrogantes que trae consigo la muy despierta y estimulada generación de niñas, niños y adolescentes que piden respuestas claras sobre la sexualidad.

Si hablar de sexualidad en Chile es difícil, promover políticas de educación sexual en las escuelas y liceos del país es aún más complejo. Esto, debido a la desorientación y pobreza de recursos de muchos adultos para abordar esta temática.

En 1996 debutaron las Jornadas de Conversación sobre Afectividad y Sexualidad (JOCAS) y lo hicieron con un desafío no menor: romper el tabú sobre la educación sexual. Ya en 1993 el Ministerio de Educación (MINEDUC) había impulsado por primera vez tras la dictadura militar una política de educación sobre sexualidad que fijó principios, pero no incluyó una propuesta de trabajo más precisa.

Sólo 11 años después, en 2004, el MINEDUC abordó nuevamente esta área y convocó a una comisión de expertos y expertas para revisar y actualizar la política de 1993. Las conclusiones más significativas fueron destacar la responsabilidad del Estado en la educación sexual y el respeto a las convenciones internacionales, en especial la de los Derechos del Niño, que establece la educación sexual como un derecho.

De esta iniciativa surgieron un Plan Nacional de Educación en Sexualidad, Afectividad y Género y una Secretaría Técnica dentro del Ministerio. El Plan comprende acciones iniciadas en 2005 que culminarán en 2010, con metas claras y fases de evaluación.

La profesora de educación diferencial y psicóloga Débora Solís coordina la Secretaría Técnica de Educación en Sexualidad y Afectividad del Ministerio, cuya difícil labor es llevar a la práctica aquello que está escrito en papel.

Un elemento en este Plan es el trabajo orientado a la no discriminación por orientación sexual, ¿qué factores favorecieron su inclusión?

Hablar de educación sexual en Chile no es tarea fácil. Menos para el Estado que encarna las tensiones que existen en la sociedad. Sin embargo, aquí se hizo una apuesta audaz al generar una comisión de trabajo heterogénea que escuchó a actores de la sociedad civil planteando nuevos temas para que formaran parte del plan.

La incorporación de temáticas ausentes en el MINEDUC se relaciona con el ejercicio ciudadano de actores de la sociedad civil que demandan al Estado una respuesta a sus necesidades. Ese es el caso de la experiencia que hombres y mujeres jóvenes viven en los colegios cuando declaran una orientación sexual distinta a la heterosexual. Ello se convierte en un ámbito relevante y es un signo para todo el Plan.

Al mismo tiempo, el apoyo técnico y político del Ministerio de Educación permite retomar el tema de la incorporación de la población homosexual, o de niños, niñas y adultos vinculados a la escuela que viven con VIH; o situaciones de abuso sexual en los establecimientos, y crear dispositivos para que eso no pase. El soporte es la convicción, responsabilidad, valentía y apoyo político.

Esta manifestación ciudadana, ¿tiene que ver con las brigadas Escolares de Gays y Lesbianas?

Tiene que ver con quienes generaron un pliego de demandas para el Plan, pero también con otras organizaciones homosexuales y lésbicas que han estado vinculadas al Plan con un horizonte mayor relativo a la no discriminación. La idea es que las situaciones de violencia que viven estos jóvenes vayan diminuyendo al generar dispositivos en la cultura escolar para que –a propósito de reglamentos de convivencia y de instrumentos que tiene la escuela para regular el convivir– estos temas estén presentes. Ahí la población organizada de homosexuales adultos también tuvo un rol relevante.

Otro aspecto novedoso se refiere a la educación sexual de niños con discapacidad ¿qué se ha podido avanzar en ello?

Instalar en la “educación especial” la sexualidad como un componente de la vida de los niños, niñas y jóvenes con discapacidad intelectual, no fue tarea fácil. Sin embargo, hubo apoyo desde el MINEDUC y las organizaciones de familiares, educadores y personas que se vinculan con el mundo de la discapacidad intelectual al reconocer que el tema formaba parte de las necesidades de niños, niñas y jóvenes que tienen discapacidad intelectual y que son tan sexuados como todos nosotros.

Durante 2006 hicimos un diagnóstico participativo con distintos actores vinculados al tema y hoy tenemos un material educativo que da respuesta al mismo. Para el 2007 estamos preparando un material que vincule la tarea pedagógica de la educadora diferencial con la dimensión de la sexualidad de estos mismos niños y niñas en su sala de clases.

¿Cuál es su evaluación de lo realizado, en el nivel local, intersectorial y nacional?

A nivel local, estamos evaluándolo. Hicimos una apuesta en 51 comunas, aquellas con el mayor índice de maternidad y paternidad en el sistema escolar y que tuvieran una clara disposición de trabajar en educación sexual. Estamos evaluando sus planes comunales para ver cómo se apropiaron de un discurso pedagógico y lo vincularon con la sexualidad, afectividad y género. Nuestra impresión es que se superó con creces las expectativas. Hubo excelente disposición y mayor avance del esperado.

A nivel nacional también avanzamos. Es una temática tan deficitaria en la escuela y el liceo que, sin duda, hay que seguir con mayor celeridad. De hecho aparecen nuevos temas a abordar, como por ejemplo, la violencia en el pololeo (noviazgo entre adolescentes).

¿Cuáles han sido los sectores más resistentes a la implementación de este plan?

Fundamentalmente, el mundo adulto. El mundo juvenil y adolescente está formado por hombres y mujeres dispuestos a incorporar estas temáticas como parte de sus vidas. Pero es muy distinta la conversación que se sostiene con directivos, profesores, generadores de política pública, autoridades y otros actores de la sociedad que creen que la escuela no debería abordar estos temas.

¿Qué falta implementar aún de lo propuesto en el Plan?

Tenemos una deuda que subsanar, y es la formación de los/as jóvenes que están estudiando pedagogía. Necesitamos cautelar que los jóvenes que salgan de las universidades, titulados como docentes, cualquiera sea el nivel de aprendizaje en que se hayan especializado, traigan en su currículo alguna experiencia que vincule su tarea de docente con la educación en sexualidad, afectividad y género.

¿Sería lograr un cambio de mentalidad?

Exacto. Ahí se abren las posibilidades de trabajar mejor temas que hoy en día son difíciles con el mundo más adulto que tenemos en la salas de clases. Al ser jóvenes no será necesario partir de cero como ha sido, por ejemplo, con la prevención del VIH. Los jóvenes han tenido mucho más contacto con campañas nacionales, de información etc.

Un elemento adicional es la articulación, tanto nacional como internacional, con otros actores preocupados de la misma temática. Por ejemplo, en relación con la vinculación entre educación sexual como derecho humano de los jóvenes. En ese sentido, articular estrategias dentro del país, pero también fuera, genera un piso de apoyo que hace que iniciativas como este plan sean menos vulnerables. Eso es lo que necesitamos para que se transforme efectivamente en una política pública instalada en el Estado para favorecer la vida de los chilenos y chilenas.