CLAM – Centro Latino-Americano em Sexualidade e Direitos Humanos

Transgredir a masculinidade

Walter Bustamante es historiador por la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Estudios de Género y Cultura en América Latina de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. En este proceso de formación se ha dedicado a estudiar el homoerotismo, abordándolo desde la historia con una perspectiva de género. Su trabajo hace notar nuevos acontecimientos y características muchas veces no observados por la Historia tradicional u oficial. Resultado de ese proceso publicó el libro Invisibles en Antioquia 1886-1936, una arqueología de los discursos sobre la homosexualidad. Actualmente se desempeña como Coordinador Académico y Pedagógico de la Corporación Educativa Combos, en Medellín. En esta ocasión nos habla de su libro Homofobia y agresiones verbales que continúa su proyecto académico de documentación histórica del homoerotismo en Colombia.

¿Cómo evalúas el campo de estudios sobre sexualidad desde el punto de vista histórico en Colombia?

En el país los trabajos históricos sobre sexualidad son realmente pocos, sin desconocer la existencia de trabajos y tesis de grado que no logran terminar el recorrido hasta ser publicados y llegar a las manos de los lectores. Sin embargo, es una temática que poco a poco se abre paso para ser develada desde el quehacer histórico. Los trabajos que puedo mencionar están todos centrado en la época de la Colonia. Podríamos considerar una primera incursión del historiador Pablo Rodríguez con sus investigaciones sobre familia y sexualidad, de los cuales vale la pena mencionar el texto de 1991, “Seducción, amancebamiento y abandono en la Colonia” y su artículo “Historia de un amor lesbiano en la Colonia”, en el libro sobre las Mujeres en la Historia de Colombia. Por otro lado, está el trabajo de Jaime Humberto Borja a partir de la iconografía y su influencia en los imaginarios culturales de género. La historiadora Carolina Giraldo Botero escribió Deseo y represión: homoeroticidad en la Nueva Granada (1559-1822); ella hace lo que denomina una historia de los excluidos o de los vencidos a partir de la vida privada y cotidiana de personajes “comunes y corrientes”, y afirma la existencia de cierta tolerancia ante los comportamientos homoeróticos y la “visibilidad de comunidades flexibles y múltiples en lo moral”, no precisamente por voluntad de los veedores del orden, sino porque el mismo orden establecido permite que sea burlado. Mis investigaciones corresponden a un período posterior que comprende desde finales del siglo XIX hasta finales del siglo XX. La primera va de 1886 a 1936 y la segunda de 1936 a 1980, buscando cada vez más la aproximación al momento actual.

¿Cuál es el argumento principal de tu nuevo libro?

El libro presenta una historia del homoerotismo y la homofobia en Colombia en el período 1936-1980. El período corresponde al tiempo en que estuvo vigente la penalización del homoerotismo, nombrado como delito de acceso carnal homosexual. A partir de ahí se trata de responder a la pregunta de ¿por qué se penalizó? Pues por razones que se exponen en el trabajo, no se justificaba tal acción. La principal razón es que al hablar de homosexual, se hablaba de un ser que padecía de una patología y, como dijeron sus estudiosos, a nadie se le puede castigar por algo que se padece y que no depende del sujeto.

La investigación parte de la categoría de género para el análisis, al considerar que entre homoerotismo y heterosexualidad hay una relación de subordinación fundamentada en la naturalización del binarismo hombre-masculino y mujer-femenina, estableciendo la heterosexualidad como norma. Esta lectura permite observar cómo se creó una taxonomía de sujetos que los clasificaba como “dañados” y “volteados”, o “locas” y “cacorros”, aunque esto también sirviera para hacer visible una gran diversidad de experiencias que se reconocen en el homoerotismo, definido como formas de amar, desear y existir. La hipótesis es que en Colombia existió a lo largo del siglo xx un considerable margen de tolerancia legal ante el homoerotismo, pero no por voluntad de quienes ejercían el poder y controlaban, fue debido a que el homosexual era un sujeto medicalizado que no se podía castigar y a que los sujetos-objetos resistieron por la necesidad de existir. Nuevamente se puede afirmar que no fue posible eliminar el homoerotismo, así como tampoco se pudo castigar legalmente a los sujetos.

¿Cómo llegaste a este tema?

Este es mi segundo libro y la investigación que contiene es continuación de la anterior. Entre ambas se cubre un siglo de historia del homoerotismo y la homofobia en Colombia. El primer trabajo fue titulado “Invisibles en Antioquia 1886-1936, una arqueología de los discursos sobre la homosexualidad”, y tuvo como intención forjar una historia del homoerotismo a partir de la propuesta de la arqueología de Michel Foucault, que permite evidenciar procesos de construcción de verdades a partir de las prácticas discursivas establecidas por instituciones de saber/poder.

Esta primera investigación me llevó a plantearme preguntas sobre el homoerotismo y el malestar que éste genera en la masculinidad lo que me motivó para estudiar e incluir aportes de la perspectiva de género a mi trabajo histórico. Esto me permite leer las relaciones de subordinación de las diferentes vivencias de la sexualidad frente a formas establecidas y hegemónicas.

El nuevo trabajo fue mi tesis de maestría en Chile. El título de libro es “Homofobia y agresiones verbales, la sanción por transgredir la masculinidad hegemónica, Colombia 1936-1980”.

¿Qué fuentes usaste?

Trabajé con cinco grupos documentales: por un lado, la literatura jurídica que recoge las discusiones para elaborar los códigos penales colombianos de 1936 y 1980 y la doctrina penal expuesta por juristas de renombre nacional sobre el acceso carnal homosexual. Por otro lado, textos sobre el homoerotismo que circulaban en el país en el período estudiado, los cuales tenían una orientación médica y coincidían en remitir a los artífices del invento del homosexual. Luego, diez artículos de medicina legal, principalmente de la década de los años cuarenta, escritos por peritos a partir de casos que llegaban a sus manos.

El cuarto tipo de fuente utilizada es la prensa sensacionalista: 78 artículos sobre homoerotismo extraídos del periódico Sucesos sensacionales, que circuló a escala nacional entre 1954 y 1976, del cual se editaron mil números. Finalmente analicé catorce expedientes sobre casos de homoerotismo radicados en inspecciones de policía de Medellín en la década del setenta, cuando regía el Código Nacional de Policía de 1971.

Estas fuentes, que corresponden diferentes etapas dentro del período investigado, permiten observar el devenir de la norma, de los discursos médicos sobre el homoerotismo y la reformulación de la homofobia.

¿Cuál es el devenir del homoerotismo y la homofobia a lo largo del siglo XX en Colombia?

El hallazgo más importante de la investigación reconocer que la penalización del homoerotismo es una manifestación de temor del orden patriarcal ante las diversas posibilidades de vivir el erotismo por parte de los hombres. Las evidencias me permiten afirmar que se penalizó el homoerotismo para salvaguardar el uso heterosexual del cuerpo por parte de los hombres.

A través el recorrido por la construcción del homosexual por parte de la medicina psiquiátrica, de quienes llamo “inventores del homosexual”, pude también verificar la homofobia del saber médico-psiquiátrico, que de dedicó a buscar explicaciones al homoerotismo, pero para lograr plantear el tratamiento o la cura posible. Consecuencia de ello fue la utilización de las formas de nombrar a los sujetos como “dañados” o “volteados”.

La historia de Colombia en el siglo XX muestra fisuras en el orden patriarcal. De ello dan cuenta, según la propuesta del sociólogo español Manuel Castells, tres fenómenos que se dieron a lo largo del siglo: la salida de las mujeres al espacio público, la transformación de la familia tradicional nuclear y la visibilización del homoerotismo. Son tres procesos que rompen con el imaginario patriarcal centrado en el varón heterosexual con autoridad para dominar a las mujeres y a los sujetos diferentes.

La historia del delito del acceso carnal homosexual me permite constatar la falibilidad de los poderes para ejercer el control sobre los sujetos y sus cuerpos. Desde la misma institución que determinó castigar surgieron los argumentos y explicaciones que impedían llevar a cabo tal propósito.

Finalmente y de manera agradablemente sorprendente me encontré con un grupo de travestis que deambulaban por las calles de Medellín y de las grandes ciudades colombianas. Ellas con sus corporalidades –y antes de los discursos sobre derechos- defendieron sus vidas y la posibilidad de ser lo que quisieron. Igualmente conocí episodios en los cuales los sujetos podían manifestar ante la autoridad: “soy homosexual, siempre lo he sido, pero ese no es el problema”.

¿Cuál es el aporte de los estudios sobre el homoerotismo y la homofobia al campo actual de los derechos sexuales en Colombia?

Para responder a esta pregunta no hay que olvidar que con este estudio completo la mirada a un siglo de historia acerca del homoerotismo en Colombia. A partir del panorama que me ofrecen estas investigaciones puedo afirmar que, en Colombia, en el nivel legal se ha vivido un proceso que posibilita la vivencia de la diversidad. En Colombia es jurídicamente legítimo ser un sujeto con inclinación homoerótica y vivir como tal. Es algo que por lo menos no se prohíbe. Aún así, hechos como la criminalización, en su momento, así como las teorías médico-psiquiátricas para explicar y proponer remedios, dejaron secuelas de homofobia y temor ante el homoerotismo. Por eso, más allá de esas condiciones legales, culturalmente se mantienen imaginarios, temores y prohibiciones sobre la sexualidad, que en manos de la familia, o principalmente en el medio laboral, se transforman en instrumentos de persecución y discriminación. La dificultad para reconocer el homoerotismo no es jurídica, sino cultural, y viene de una tradición de cristianismo y de la promoción de binarismos biológicos y sexuales. Los imaginarios de género imbricados en esa lógica hacen que sea difícil el reconocimiento de la diferencia. Aunque no se persiga a los diferentes, se está reafirmando la norma heterosexual ya desde la escuela, tanto en la educación sexual como en la normatividad que sólo reconoce la existencia de las relaciones heterosexuales.

Finalmente, recordar que antes del surgimiento de organizaciones que generaron discursos y defienden los derechos sexuales y del sector LGBT, hubo muchos sujetos como las travestis, que sin un discurso, pero con sus cuerpos, defendieron la posibilidad de vivir. Por lo tanto, mi trabajo es también un llamado a conocer su historia, a recuperar su memoria, para que las organizaciones, corporaciones y colectivos LGBT reconozcan esa tradición, que posibilitó la tarea que desarrollan hoy.