Del 23 al 26 de julio se llevó a cabo en Porto Alegre la VII Reunión de Antropología del Mercosur, RAM, en la cual el Centro Latinoamericano de Sexualidad y Derechos Humanos, CLAM, presentó tres mesas redondas: “Saberes sobre la sexualidad”, “Derechos sexuales, contracepción y aborto” y “Derechos sexuales en América Latina”.
Los debates que se generaron en cada una aportaron claves para comprender la situación actual de estas temáticas en América Latina, exponiendo la estrecha interrelación existente entre ellas y el diálogo posible de las investigaciones que el CLAM desarrolla en varios países de la región. En la primera, Jane Russo (CLAM-IMS, UERJ, Brasil), Horacio Sívori (CLAM-IMS, UERJ, Brasil) y Mauro Brigeiro (Universidad Nacional de Colombia) analizaron los modos en que la sexualidad se construye como objeto y categoría de conocimiento en diversos campos científicos, en relación con procesos de medicalización y patologización. En la segunda, Maria Luiza Heilborn (CLAM-IMS, UERJ, Brasil) y Mónica Petracci (CEDES, UBA, Argentina) expusieron el carácter problemático y heterogéneo del ejercicio de la heterosexualidad a la luz del estudio de las prácticas contraceptivas y la agenda pública sobre salud, derechos sexuales y reproductivos. Por último, Adriana Vianna (MN,UFRJ, Brasil), Teresa Valdés (CEDEM, Chile) y Mario Pecheny (UBA, Argentina) presentaron la relación entre la construcción de las agendas de los derechos sexuales y la coyuntura política en Latinoamérica.
Saberes, derechos y comportamientos sexuales: ejes de un debate
Una problemática que atravesó las discusiones de las tres mesas es el modo en que por un lado se medicalizan y por otro se politizan las sexualidades y la relación intrínseca existente entre la agenda de los derechos sexuales y reproductivos y el ejercicio de la sexualidad. Al respecto, Mónica Petracci señaló cómo en la noción de derechos sexuales y reproductivos confluyen procesos sociopolíticos y normativos de diversa índole, como la producción y el desenvolvimiento del feminismo, el movimiento de mujeres y las minorías sexuales. Para la construcción de los derechos sexuales sirvieron como marco de los derechos humanos y, especialmente, la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo en 1994 y la IV Conferencia Internacional de la Mujer, Beijing 1995.
Lo que parece singularizar a los Derechos sexuales, explicó Adriana Vianna, es la casi obligatoriedad de la construcción de una pauta dialógica transversal. “La combinación de actores, circuitos y demandas aparece más como un horizonte (tal vez una base) que como un recurso estratégico puntual de los derechos sexuales. Por más que sean constantemente catalogados como ‘derechos sexuales de las mujeres’, ‘de los gays, de las lesbianas, de las personas trans’, al tener como esbozo de definición el ‘ejercicio de la sexualidad libre de coerción’, los derechos sexuales se inscriben como ideario y como lenguaje en una curiosa encrucijada entre la multiplicación de las peculiaridades y su trascendencia”, subrayó, Vianna.
A su vez, Maria Luiza Heilborn resaltó que esta agenda, en la cual se prioriza “la gama de conductas e identidades sexuales y de género que escapan a la heteronormatividad”, tiene como contrapunto “el refuerzo de lo que Foucault apuntaba como el silencio en torno al lecho conyugal, entendido aquí como la pareja heterosexual.” De este modo, “la heterosexualidad permanece opaca, poco investigada o problematizada en una aparente uniformidad. Cuando se analizan en el trabajo de campo la temática de la contracepción y el aborto –que a partir del Cairo 94 fue tratada como parte de los derechos reproductivos– la interconexión entre derechos sexuales y reproductivos queda expuesta, ya que ambas temáticas son vectores que aseguran la disociación entre sexualidad y reproducción”, agregó la investigadora.
En relación a esa disociación planteada por Heilborn, Jane Russo explicó durante su presentación que “la sexología desarrollada durante los años 1960 y 70 parte de la total disyunción entre sexualidad y reproducción, esto es, de la autonomía de la sexualidad como actividad que tiene su propio objetivo –el placer– no necesariamente vinculado a la procreación.” La medicina influye en la producción de efectos subjetivos en la sexualidad, al definir los parámetros de funcionalidad/disfuncionalidad que contribuyen a la delimitación de lo que significa normalidad para la vivencia heterosexual. En este movimiento, la heterosexualidad se medicaliza mientras las sexualidades marginales se politizan.
Otra constante en las presentaciones fue el destaque de los movimientos feministas en el afianzamiento tanto de la agenda política de los derechos sexuales y reproductivos como de la introducción de temáticas de género y sexualidad en el debate académico. La consolidación de los estudios de género, explicó Mauro Brigeiro, fue antecedida y prefigurada por las intervenciones políticas y académicas del feminismo. “De esa forma es que surge como un campo de conocimiento transversal dentro de las ciencias sociales y las humanidades. Dichas intervenciones fueron fundamentales para la introducción de la ‘dimensión’ del género como preocupación del Estado, particularmente en los programas de política pública”, concluyó el investigador.
A su vez, Mónica Petracci resaltó que “al movimiento de mujeres le cabe haber colocado en la escena pública, en consonancia con la movilización internacional producida en el marco de las Conferencias de Naciones Unidas, la discusión de los derechos sexuales y reproductivos. El énfasis de esas conferencias estuvo puesto en el derecho de las personas a la información y los servicios de salud reproductiva, y la igualdad de género en el control autónomo del cuerpo. Las estrategias y las acciones del movimiento de mujeres se constituyeron, en términos de Fraser, en un ‘contra-público’ subalterno y activo, que operó como un espacio de repliegue contradiscursivo para preparar actividades públicas dirigidas a la ciudadanía.”
En este contexto, Maria Luiza Heilborn explicó que el debate en torno al aborto comporta diversos argumentos que, “a partir de la perspectiva de los derechos humanos, son constantemente recordados por el movimiento de mujeres: el derecho de la elección de los individuos, el derecho a la salud como parte de los derechos humanos y como obligación del Estado –recordando que uno de los efectos de la penalización del aborto concierne a la manutención de las formas clandestinas e inseguras de su realización y, por último, los argumentos contrarios al aborto que parten de las premisas religiosas.
Asimismo, la relación entre el contexto político y el desenvolvimiento particular de la agenda de derechos sexuales y reproductivos fue el eje de la exposición de Teresa Valdés. En su ponencia, la investigadora resaltó paradojas de la situación chilena que traen a la luz la brecha que se abre entre los discursos públicos y las prácticas cotidianas de la sexualidad, cuando el avance en lo normativo no va de la mano de la apropiación de los derechos por parte de los ciudadanos. De este modo, frente a una pluralidad de actores institucionales en el campo de los derechos sexuales y reproductivos que han logrado importantes avances, el debate está bloqueado y marcado por voces conservadoras que impiden la legitimación de las opciones individuales, marcadas por los cambios culturales de modernización e individuación.
Valdés también señaló el proceso de judicialización que sufren los derechos, a través del cual “los jueces, un nuevo actor que no ha sido sensibilizado ni capacitado en materia de derechos sexuales y reproductivos, deciden sobre la vida de las personas en base a criterios particulares” o, en palabras de Mario Pecheny, “mediante la aplicación de decisiones políticas que son tenidas como modos de aplicación de la justicia”.
Al respecto, Pecheny planteó un “marco político de interpretación de la dialéctica entre democratización política y democratización sexual en América Latina” con el propósito de discutir las “tensiones y contradicciones entre las formas de politización de las cuestiones de derechos sexuales y la despolitización, en términos estructurales e históricos”, implicadas en efectos que el investigador denominó como de “juridización, medicalización y victimización”. Para el investigador se trata de “tres mecanismos que politizan y pueden conducir a reparaciones individuales y mejoras en la posición relativa de grupos subalternos a su vez pueden llevar a la fragmentación y desarticulación social de los movimientos”.
Pecheny tomó específicamente la victimización, entendida como un proceso mediante el cual las situaciones de infortunio o injusticia son significadas desde la perspectiva de víctimas que necesitan o exigen reparación. Si bien a corto plazo se generan beneficios, en términos de reparaciones o beneficios individuales, económicos, políticos y subjetivos, para el autor, este mecanismo “contribuye a la despolitización de los conflictos y en el largo plazo atenta contra la capacidad de actuar políticamente y a la propia constitución de sujetos, reafirmando el estigma y des-empoderando colectivamente. De este modo la victimización oblitera la posibilidad de actuar responsablemente ya que cuanto más agencia, racionalidad y palabra disponga la víctima – cuanto más sujeto/a sea – más sospechosa se vuelve como víctima y se debilita la justicia de su reclamo.” El investigador dejó planteado el dilema al que deben enfrentarse los actores que abogan por los derechos sexuales y reproductivos: continuar la victimización o constituirse como sujetos políticos.
Los caminos que recorre la sexualidad en su constitución como saber ayudaron a explicitar la encrucijada planteada por Pecheny.
Mauro Brigeiro, en su presentación sobre los procesos de construcción de los saberes acerca de la sexualidad y derechos sexuales, expuso el modo en que la sexología en Colombia “se expresa por un compromiso y aspiración de modernidad en términos de una mayor autonomización de los comportamientos, una visión de libertad de todo lo que pudiera restringir la exploración del cuerpo y de los placeres. La mención a este compromiso por parte de algunos/as sexólogo/as guarda un vínculo particular con una visión de mundo democrático que incluye la experiencia de la sexualidad en el campo de los derechos.” Para el autor, este carácter libertario de la disciplina “debe ser analizado en el contexto de la reflexión sobre los derechos sexuales cuyos discursos se encontraban en el cruce entre la sexología y la militancia por el feminismo, por un lado, y la emancipación homosexual por el otro”, señala Brigeiro.
En este sentido, Jane Russo discutió las trasformaciones que llevaron a un cambio de paradigma en el estudio de la sexualidad en el momento en que se substituyó la visión psicoanalítica por una comprensión biológica de los trastornos mentales. Este período, marcado por la publicación del DSM III (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), fue también la época de la lucha por los derechos civiles de la minorías que politiza la sexualidad “en el campo feminista, el campo gay y también entre los movimientos ‘contraculturales’ de modo general, en su crítica hacia la sexualidad tradicional por la búsqueda de experiencias fuera de la norma convencional de la pareja heterosexual”.
En su análisis sobre las regulaciones del campo psi (del psicoanálisis, la psiquiatría, la psicología y las psicoterapias) en torno de las identidades sexuales, Horacio Sívori resaltó “el papel mediador de los profesionales psi y experts activistas GLBT como constructores de un conocimiento afinado con la universalización del modelo de ‘ciudadanía sexual’”. Este movimiento, señaló Sívori, puede ser la clave para entender de qué modo “a través de la clasificación de las perturbaciones morales y de la remedicalización del sexo por la mirada epidemiológica de la prevención del sida, se manifiesta no sólo el ideal civilizador del respeto a la diversidad y la tolerancia del desvío, sino también de la responsabilidad y autonomía individual”.
De este modo, cada mesa contó con la presencia de investigadores de la región que dieron cuenta de investigaciones en curso en sus países, siempre teniendo en el horizonte una discusión más general de alcance latinoamericano. El debate generado colocó en perspectiva hechos que en principio podían parecer particularidades de cada situación, dejando como resultado una visión global de los elementos constitutivos de un panorama de las regulaciones, debates e intervenciones que gobiernan el ejercicio de la sexualidad en América Latina.