CLAM – Centro Latino-Americano em Sexualidade e Direitos Humanos

Educación sexual en Chile

La Ley Orgánica Constitucional de Educación, herencia de la última dictadura militar, consagra la libertad de enseñanza por sobre el derecho a la educación y asigna la responsabilidad de la educación a los padres y la familia, por sobre la escuela y las políticas educacionales. Es por una amplia reforma educativa que en estos días se ha generado el mayor estallido del movimiento estudiantil secundario del que se tenga en la memoria en Chile. La ley vigente tiene efectos sobre la educación sexual, que deben ser revisados. Este reporte repasa la historia, avances y panorama actual de ese campo.


 


Bloquear la educación en sexualidad en el sistema escolar ha sido una de las trincheras en que se han parapetado los sectores conservadores chilenos. Este ha sido uno de los amarres de la dictadura militar más difíciles de desatar, si bien son numerosos los esfuerzos realizados por los gobiernos democráticos. Chile fue un país pionero en la materia al crear, en la década del 60, el Programa “Vida Familiar y Educación Sexual”. Sin embargo, todos sus materiales y textos para padres, profesores y alumnos fueron quemados por Pinochet, eliminándose del currículum escolar cualquier referencia o actividad que fuera más allá de la biología de la reproducción. No sólo se eliminó ese programa, sino que todo el sistema escolar fue reformado de manera tal que el Estado no pudiera tener ingerencia en lo que sucediera en las aulas. La jerarquía de la Iglesia Católica chilena, que se destacó por su lucha por los derechos humanos, a la hora del retorno a la democracia entró en pánico frente al riesgo de la apertura y liberalización de las costumbres y se alió con los asesores de Pinochet para que, horas antes de entregar el poder, promulgara una Ley Orgánica Constitucional de Educación. Como resultado, actualmente el Ministerio de Educación tiene un rol normativo, orientador, pero los colegios y liceos tienen autonomía para desarrollar los programas que hayan sido aprobados.


 


En 1993, el gobierno, mediante una comisión, definió una Política de Educación en Sexualidad que logró consenso incluso con los representantes de la Iglesia Católica. Con una perspectiva centrada en la experiencia adulta, apuntaba más bien al “problema de la sexualidad juvenil”, no definía un plan de acción y metas y no asignaba recursos. Sin embargo, con el apoyo del Fondo de Población (UNFPA), se implementaron las llamadas JOCAS (Jornadas de Conversación sobre Afectividad y Sexualidad), un programa que buscó abrir la conversación sobre el tema y hacer visibles las necesidades de los y las estudiantes, pero también de padres y profesores. Basadas en la expresión de las inquietudes de los alumnos y alumnas, desataron las iras conservadoras y religiosas, la jerarquía eclesiástica exigió cambios en la metodología de las Jornadas, los cuales fueron aceptados. Sin embargo el programa tuvo gran impacto social y cultural y se mantuvo, a pesar de los reclamos conservadores, pero perdió fuerza y se redujo a una metodología de trabajo para los colegios que quisieran implementarla.


 


Tras diez años de las JOCAS, son muchos los cambios que se han producido en el contexto sociocultural chileno. Hay nuevas problemáticas que las y los adolescentes y jóvenes deben enfrentar. Las nuevas generaciones muestran apertura a mundos diversos, mayor tolerancia y respeto por la diversidad en comparación con las generaciones de adultos. El acceso cada vez más frecuente y fácil a las tecnologías de la información y las comunicaciones, así como el mayor intercambio que se da entre distintos grupos de jóvenes que, viviendo realidades distintas, comparten  valores, identidades y pasiones comunes, les permite y los estimula a cultivar la tolerancia y el respeto por las diferencias. No existe una “cultura juvenil” a la cual se puedan asignar determinadas características que se apliquen homogéneamente a toda la población que transita entre los 15 a 24 años, sino que conviven entre los jóvenes una multiplicidad de identidades, las cuales van siendo apropiadas y adoptadas  por ellos según el contexto en que se desenvuelven.


 


Los comportamientos y prácticas sexuales de los jóvenes y adolescentes han sufrido variaciones importantes: la edad de iniciación sexual se ha reducido (66% de los varones y 60% de las mujeres aproximadamente la inician entre los 15 y los 18 años), el aumento consecuente del número de parejas sexuales lleva a que las tasas más altas de infecciones de transmisión sexual (ITS) se encuentran en el grupo de 20 a 24 años. El uso de métodos para prevenir embarazos no deseados en la población adolescente va en aumento, desde un porcentaje promedio menor a 35% que los utiliza en la primera relación sexual, a un promedio de 66% que los ha utilizado en la última. Sin embargo, se observan diferencias importantes entre hombres y mujeres, según la edad y el nivel socioeconómico. Como consecuencia, la fecundidad en menores de 20 años ha disminuido, pero ha aumentado en las menores de 15 años. Cada año siguen naciendo alrededor de 40.000 hijos de madres menores de 19 años, y cada vez más las adolescentes se embarazan de padres adolescentes también. Como señalan José Olavarría y Sebastián Madrid en el libro “Sexualidad, fecundidad y paternidad en varones adolescentes en América Latina y el Caribe” (México: UNFPA-FLACSO, 2005), los hijos e hijas de padres menores de 20 años han aumentado entre 1960 y el 2000 de un 37% al 90,8%, lo que representa un incremento de un 145% respecto al total de nacimientos de padres adolescentes. Esto tiene repercusiones importantes en el ciclo vital de los varones adolescentes y en sus proyectos de vida, en la medida en que los lleva a enfrentarse –al igual que a las niñas adolescentes- a un modelo de paternidad cuyos mandatos deben enfrentar sin disponer de recursos apropiados. Los jóvenes muestran una alta aprobación de las relaciones sexuales prematrimoniales y un inicio de actividad sexual con escasa o incorrecta información acerca de su propio cuerpo, de la fisiología de la reproducción y de su sexualidad en general.


 


Desde el año 2000 está vigente la Ley de protección de la adolescente madre y embarazada (LEY Nº 19.688) que prohíbe la expulsión de las alumnas embarazadas y madres, y la Reforma Constitucional que asegura 12 años de escolaridad, de 2003, establece la enseñanza media obligatoria y gratuita, asignando al Estado la  responsabilidad de garantizar el acceso a este nivel educacional para todos los chilenos hasta los 21 años de edad, sin discriminación alguna. Estas normativas generan nuevas condiciones para las adolescentes.


 


Durante el año 2004, el Ministro de Educación convocó una Comisión Consultiva para la Evaluación y Actualización de la Política de Educación en Sexualidad. Tras 5 meses de funcionamiento entregó un Informe que analiza lo realizado desde 1993, los cambios socioculturales y aquellas situaciones que desafían la educación sexual (embarazo adolescente no deseado, violencia intrafamiliar, abuso sexual infantil, discriminación y orientación sexual, rol de los medios de comunicación). En su Informe Final, la Comisión propuso un Plan de Acción con metas, objetivos estratégicos, etapas y acciones, desde una perspectiva de derechos y de la responsabilidad del Estado frente a las necesidades educativas de la población.


 


En 2005 el Ministro acogió esas propuestas, creó una Secretaría Técnica de Educación Sexual, instalada en un lugar estratégico del Ministerio, y le asignó un presupuesto. El Plan de Educación en Sexualidad y Afectividad 2005-2010 tiene como metas que los niños, niñas y jóvenes del país, durante y al concluir la educación media:


 


– Se reconozcan, identifiquen y acepten a sí mismos como seres sexuados y sexuales, en cada una de las edades y  etapas de su ciclo de vida y comprendan y asuman que el ejercicio de la sexualidad debe ser libre, sin violencia ni coerción en ningún caso ni circunstancia.


 


– Reconozcan el valor de los vínculos y del componente afectivo de las relaciones humanas y entablen relaciones interpersonales respetuosas de los demás, basadas en un marco de valores que promueva las relaciones justas, el respeto por los derechos, el cumplimiento de responsabilidades y el bien común.


 


– Establezcan relaciones interpersonales equitativas, dentro de la pareja, el matrimonio y la familia, basadas en una adecuada comunicación, independientemente del sexo y la edad.


 


– Desarrollen un  progresivo y adecuado conocimiento en relación con su cuerpo, como un factor promotor de una adecuada autoestima, el autocuidado y  atención a la propia salud y como herramienta de  prevención de situaciones de abuso y de violencia sexual.


 


– Desarrollen un pensamiento crítico,  conducente al logro de actitudes positivas hacia la sexualidad y a un comportamiento sexual y afectivo  autónomo, responsable, consciente y  placentero.


 


– Tomen decisiones responsables para la prevención de las infecciones de transmisión sexual (ITS) y VIH-SIDA, conozcan los mecanismos de transmisión y las situaciones de riesgo a las que se pueden exponer a sí mismos y a otros.


 


– Tengan un comportamiento responsable y compartido (desde el auto y mutuo cuidado), entre hombres y mujeres, en relación con la prevención del embarazo no deseado.


 


– Asuman responsablemente su sexualidad considerando la planificación de los embarazos, la paternidad y maternidad y la crianza de sus hijos e hijas, incluyendo la educación afectiva y sexual oportuna.


 


Para el logro de dichas metas y a la luz de lo analizado sobre el tema, acogió cuatro  Objetivos estratégicos:


 


1.      Asegurar que el Ministerio de Educación cuente con capacidades para implementar el plan en todos los niveles del sistema.


 


2.      Apoyar y promover la labor educativa de las familias para que realicen un adecuado acompañamiento y formación afectiva y sexual de sus hijos, en las distintas edades y contextos en que se desarrollan.


 


3.      Apoyar y asegurar en las comunidades educativas la implementación de una educación sexual oportuna, de calidad y con equidad de género, que responda a las necesidades educativas de los niños, niñas y jóvenes del país.


 


4.      Concordar una agenda de trabajo con los medios de comunicación y otros actores relevantes que son fuente de información y orientaciones para los niños, niñas y jóvenes en materia de afectividad y sexualidad (TV, medios virtuales, radio, prensa escrita, etc.).


 


Durante el año 2006 se ha puesto en marcha este Plan de Acción, con acciones dirigidas hacia los docentes, hacia los padres y madres y hacia los y las estudiantes en 50 comunas prioritarias (de un total de 345), así como también hacia los medios de comunicación. La Presidenta Bachelet ha comprometido su apoyo a este Plan de Acción, si bien todavía el Ministro de Educación no ha asegurado un incremento de su presupuesto para ampliar las acciones a un mayor número de comunas durante 2007.



Para la efectiva aplicación del Plan de Acción, resulta urgente su ampliación a todas las comunas del país y su permanente evaluación, de modo de poder ir adaptando y perfeccionando las acciones de acuerdo a las necesidades locales. La responsabilidad de este proceso, si bien corresponde a las autoridades, impone a la sociedad civil y sus organizaciones una importante labor de monitoreo y apoyo, tanto en la ejecución, como en la defensa de su implentación. De lo contrario, este Plan será otra buena propuesta que no logra producir los efectos para los cuales fue diseñada.




Documentos relevantes:


 


Informe de la Comisión (2005), haga clic aquí.


 


 


Plan de Acción MINEDUC (2005), haga clic aquí.