Por primera vez se realiza en Chile una investigación que busca conocer la situación de los ejecutivos de empresas transnacionales vinculando procesos de globalización, masculinidades y equidad de género. El estudio “Masculinidad/es y globalización. Vida privada –familia y sexualidad/es- y trabajo”, analiza la masculinidad de la elite de los ejecutivos de corporaciones transnacionales, así como de empresas nacionales privadas e instituciones gubernamentales.
La investigación se lleva a cabo en otros tres países: Australia, donde la Universidad de Sydney es sede del proyecto, Japón y Sudáfrica, utilizando una metodología semejante, de entrevistas en profundidad que siguen un patrón común en su pauta, con variaciones locales.
En Chile, la investigación fue dirigida por el sociólogo José Olavarría, cuyo equipo realizó 40 entrevistas entre fin de 2006 y mediados de 2007. Se encuestó a ejecutivos/as de niveles medios -que reemplazarán en algún momento a los ejecutivos top, es decir aquellos cuyos salarios rondan entre los 8 mil y 10 mil dólares mensuales-, considerando hombres y mujeres de corporaciones transnacionales, hombres de empresas “no transnacionalizadas” y ejecutivos y ejecutivas del sector público-gobierno.
Si bien los resultados aún están en proceso de análisis, se dieron a conocer los avances de la investigación nacional. En el caso chileno, los/as ejecutivos/as entrevistados/as pertenecen principalmente a áreas tales como minería, combustibles, ingeniería, comercio regional, computación, telefonía y exportación agroindustrial.
Algunos resultados
Según explica Olavarría, las industrias del sector financiero chileno requieren ejecutivos, principalmente hombres, tanto de nivel medio como superior, con competencias, conocimientos y actitudes que difieren significativamente de las demandadas en las generaciones anteriores de gerencia y dirección. Actualmente es importante contar con conocimientos tecnológicos crecientes y de mayor complejidad, integrados a los mercados internacionales.
Las actividades principales de los ejecutivos entrevistados están siempre asociadas con el trabajo y la economía del dinero. El objetivo es alcanzar metas que incrementen los beneficios económicos de las corporaciones en las que trabajan, sea por la generación de mayor producción, nuevas líneas, diseños, mercados, marcas, nichos de negocios, creación y/o incorporación de tecnología. La investigación demostró que cada trabajador es tratado como si estuviese orientado al mercado, “se espera de ellos que maximicen el lucro en las actividades en las que participan: si le va bien a la empresa, les va bien a ellos”, explica Olavarría. Bajo esta premisa, existe poca disposición a la sindicalización.
Los resultados también revelaron que las personas entrevistadas trabajan a lo menos 10 horas diarias, además del tiempo de desplazamiento a su trabajo. En general, llevan trabajo para la casa y en algunas ocasiones también lo hacen durante los fines de semana, pese a que tratan de mantener esos días para sus hijos –cuando los tienen-, pareja y para sí mismos.
Respecto al reclutamiento y permanencia en el lugar de trabajo, la salud y la presencia física son fundamentales. La investigación dejó en evidencia que para continuar y ascender en sus cargos los ejecutivos deben ser saludables y cumplir con los cánones de “belleza y presentación física”. “El cuerpo es un recurso del trabajo, requerido por las corporaciones”, afirmó Olavarría.
La investigación reveló que las personas seleccionadas para cargos ejecutivos son en su mayoría a varones miembros de las familias de la elite del país, con tendencia conservadora, católicos, muchos de ellos practicantes. Otra característica es la experiencia de quiebres biográficos significativos en sus vidas, asociados con la expropiación de campos o industrias de sus familias en los años 60-70 en algunos, con el exilio en otros, con separaciones de los padres siendo niños o adolescentes o con sus propias separaciones y divorcios, entre otras situaciones. Esto les permite adaptarse a eventos adversos, conocer riesgos, ser flexibles en sus valoraciones y estar disponibles para trabajos y demandas diferentes.
La mayoría de las personas reclutadas para desempeñar cargos en niveles medios de gerencia tiene una trayectoria profesional marcada por una formación masculina patriarcal propia del siglo XX y de la sociedad industrial. Ello posibilita el reclutamiento de personas de diversos orígenes, con grados universitarios diversos e inclusive sólo con formación técnica sin grado universitario. En general estos individuos se han desempeñado en campos donde las relaciones de género horizontales no son expresivas. Por el contrario, se sustentan en un tipo de masculinidad autoritaria, que institucionaliza patrones heterosexistas, sutilmente homofóbicos, donde las mujeres son relegadas a roles de servicios.
Según la investigación, el estado civil no parece ser un requisito para ser reclutado y permanecer en las corporaciones transnacionales, a diferencia de lo que sucedería en Australia, donde el ser casado es un atributo público valorado en los ejecutivos.
El estudio demostró que, para hacer carrera, los ejecutivos varones deben cumplir algunas condiciones que generan diferentes tensiones. Los mayores conflictos –indica Olavaria– están relacionados con la conyugalidad, la relación y vida de pareja, las demandas familiares de los/las hijos/as, la sexualidad y la salud mental y física. El experto explicó que estos ejecutivos requieren que la esposa se haga cargo del hogar y la crianza de los/las hijos/as, ya sea directamente o con el apoyo de otra mujer remunerada en el servicio doméstico. Esta demanda requiere intensas y complejas negociaciones con la esposa. Otra tensión se da entre la demanda de dedicar un alto número de horas de trabajo a la empresa y la de sus esposas e hijos de permanecer más tiempo en su compañía.
En consecuencia, una proporción importante de varones no ha podido superar los conflictos y ha terminado separándose/divorciándose. Una segunda opción es no tener hijos, como se observó en algunos entrevistados; así no se ven afectados los proyectos profesionales. La tercera, fue la soltería, a veces favoreciendo la convivencia de hijos con sus madres.
En síntesis, se puede afirmar que los que llegan a las más altas posiciones son los practicantes más ortodoxos de la masculinidad patriarcal moderna. Paradójicamente, en términos del discurso, no son conservadores con respecto a las políticas de género. Por el contrario, se declaran partidarios de la paridad en la presencia de los géneros y apoyan la meritocracia con neutralidad de género. Pero el hecho es que no se comprometen con una política de género, mostrándose conformes con el ejercicio de la autoridad de la masculinidad tradicional, concluye Olavarría.