En Colombia, una fuerte polémica se desató a mediados de agosto tras la amenaza de cancelación de uno de los eventos académicos y políticos sobre diversidad sexual más emblemáticos del país. Debido a la presión ejercida por agentes eclesiales y organizaciones afiliadas al catolicismo, por primera vez en sus 13 años de existencia el Ciclo Rosa académico no se llevó a cabo en la institución que lo acogió desde su inicio: la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Pese a que algunas personas han interpretado el hecho como una batalla que se estaría librando al interior de la Iglesia y que tendría como fin último silenciar voces de la universidad jesuita contrarias a la postura del Vaticano en materia de sexualidad y derechos, expertos afirman que se trata de una problemática que involucra cuestiones políticas mayores relacionadas no sólo con la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y trans, sino también con el posicionamiento político de actores conservadores en un posible escenario de posconflicto en Colombia.
Diferentes versiones han circulado respecto de lo ocurrido. El relato compartido por agentes conservadores, como la agencia católica ACI Prensa, señala que una movilización ciudadana integrada por "miles de laicos" ejerció la presión suficiente para llamar la atención de las autoridades eclesiales del país y promover la cancelación del evento. Frente a esta situación, el Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, el cardenal Rubén Salazar, el secretario general, monseñor José Daniel Falla y el Nuncio Apostólico Ettore Balestrero, habrían acudido ante el Provincial Francisco de Roux, máxima autoridad de la Compañía de Jesús en el país, para que la Universidad pusiera fin al evento.
Sin embargo, Fernando Ramírez, integrante del comité organizador del Ciclo Rosa, señala que la supuesta movilización multitudinaria no ha sido documentada y que, independientemente de si ésta adquirió las dimensiones y el peso que se le han atribuido, ha sido una justificación conveniente para que miembros de la Conferencia Episcopal presionaran la cancelación del evento sin enlodar su imagen. Otras interpretaciones, como la del jesuita Rafael Novoa –quien ha abogado por una discusión secular sobre el aborto y ha señalado que es ético practicarlo con fines terapéuticos– refieren un interés electoral de sectores de extrema derecha. En todo caso, lo ocurrido tuvo lugar en un momento importante para la Universidad Javeriana: la visita del Prepósito General de la Compañía de Jesús a Colombia.
Carmen Millán, docente de esa universidad y una de las gestoras del proyecto académico, señala que todo empezó con un ataque desde fuera de Colombia de una organización católica contra un sacerdote jesuita de la Javeriana, y paulatinamente fue creciendo e involucrando a actores como la organización Voto Católico y luego a la Conferencia Episcopal. Sin embargo, aclara, es evidente que el debate va más allá de los confines de la Universidad e incluso del sector LGBTI.
Esto se evidencia, por ejemplo, en el alcance mediático que tuvo la noticia de la supuesta cancelación del Ciclo, así como en la heterogeneidad de actores que se sumaron al debate. Los principales medios de prensa del país abordaron lo ocurrido confiriéndole una importancia sin precedentes. Voces de indignación ajenas al sector LGBTI se manifestaron y apoyaron la permanencia del Ciclo Rosa en la Universidad a través de comunicados y mensajes en redes sociales, lo que para Fernando Ramírez, evidencia el impacto político que ha tenido el evento en la formación de un pensamiento crítico.
Profesores de las facultades de Filosofía y Ciencias Sociales de la Javeriana protestaron por lo ocurrido e incluso participaron en dos plantones organizados por estudiantes de la Universidad para exigir el regreso del Ciclo Rosa a su Alma máter. Algo similar hicieron docentes de otras universidades. Millán destaca el apoyo recibido incluso por invitados extranjeros al Ciclo, como el teólogo británico James Alison y los profesores Robert Irwin (Universidad de California) y Daniel Balderston (Universidad de Pittsburgh), y señala que en la historia reciente de la Universidad no se había dado un debate tan vigoroso como éste.
La razón de este apoyo, explica la crítica literaria, es que a diferencia de como ha sido tratado por medios católicos, la gente no identifica el Ciclo Rosa sólo como un "evento progay", y sí ve los ataques en su contra como una afrenta a la libertad de cátedra y a la autonomía universitaria. César Sánchez, también organizador del Ciclo, señala que si bien la Javeriana brindó un espacio para que este proyecto surgiera, no le pertenece a ella o a quienes lo han gestionado. "La conexión con movimientos sociales, activistas y otros actores además del sector LGBTI ha permitido que el Ciclo le pertenezca a la sociedad misma, a diferentes comunidades interesadas en estas problemáticas", agrega. Por ello desestima los cantos de victoria de las agencias católicas y de monseñor Falla que ven en el cambio de sede del Ciclo el comienzo de su fin: "el apoyo de esta universidad ha sido vital, pero el Ciclo Rosa ya es algo que tiene vida propia. Pese a las dificultades que pueda enfrentar, el apoyo que hemos recibido por parte de diversas organizaciones e individuos para que continúe este año como estaba planeado ha sido muy grande", sostiene.
Para José Fernando Serrano, antropólogo y co-realizador del proyecto durante varios años, lo anterior puede constituir uno de los principales logros alcanzados por el proyecto. "Que el Ciclo Rosa haya sacado el tema del espacio reducido del activismo LGBT o de la discusión de un cierto sector social vulnerado para ponerlo en un escenario donde se tocan temas complejos como la autonomía universitaria y el desarrollo de conocimiento, ha sido un resultado inesperado aunque no sorprendente. Algunos actores sociales ven lo que está ocurriendo con el Ciclo Rosa no como el producto de una casualidad, sino como algo que puede afectarlos y obstaculizar el debate universitario de cuestiones como la violencia política o que pueda definir qué temas pueden ser abordados en las universidades y cuáles no", asevera.
Por lo anterior, considera fundamental analizar lo ocurrido en un contexto más amplio. En su opinión, dos claves han sido omitidas del debate, pese a que han sido parte del telón de fondo en el que se ha desarrollado: la instalación de sectores ultraconservadores en determinadas esferas del Estado y la negociación del fin del conflicto armado colombiano. Serrano señala que algunas críticas contra la campaña de desprestigio del Ciclo han reducido lo ocurrido a un problema interno de la Universidad, y por ello han perdido de vista el momento particular del país en el que tiene lugar. En ese sentido, continúa, es importante preguntarse cuáles son las razones para que después de 13 años de realización del evento en dicha universidad, actores conservadores hayan puesto en marcha toda una serie de acciones para cancelarlo.
"Medios de comunicación han mostrado claramente que hay una estrategia de ciertos sectores de la sociedad colombiana para tomarse organismos como la Corte Constitucional y la Contraloría, con el fin de posicionar candidatos políticos de derecha. En ese escenario, estos temas se vuelven puntos fundamentales del debate, así como elementos que movilizan políticamente sectores a favor o en contra", afirma.
El antropólogo colombiano señala además que investigaciones realizadas en varios países han dado cuenta de cómo los temas de género y sexualidad emergen como puntos álgidos de debate en contextos de posconflicto o de negociaciones de paz como el colombiano, donde el Estado y la guerrilla de las FARC discuten desde hace varios meses la posibilidad de poner fin a uno de los conflictos armados más duraderos de la historia contemporánea. "Esto es así por dos razones", explica: "la primera es que, paradójicamente, durante los procesos de conflicto es común que hayan avances importantes en temas como derechos de las mujeres, pese a que están más que registradas las situaciones de violencia de género. La segunda es que toda negociación de paz implica una reconfiguración del contrato social, así como renegociar la forma como se entienden la Nación y el Estado. Ahí los temas de género y sexualidad vuelven a quedar en el centro del debate. Bien sea para dar paso a ciertos discursos de cambio que supuestamente darían cuenta de qué es lo que se está logrando con el posconflicto, pero también para reforzar los nacionalismos que los escenarios de este tipo suscitan", explica.
Países como Ecuador y Bolivia registran graves situaciones de violencia de género luego de experimentar profundos cambios políticos, entre ellos su refundación como Estados. Al respecto, Serrano señala que en América Latina el género y la sexualidad han desempeñado un papel central en los debates políticos, aunque han operado de formas diferentes y con distintos resultados. Ejemplo de ello, señala, sería lo ocurrido recientemente en Venezuela con la descalificación de Henrique Capriles como contradictor político al estigmatizarlo como presunto homosexual; pese a que actores oficiales, como el presidente Nicolás Maduro, han aparecido en medios de comunicación con líderes del sector LGBT para mostrarse a favor de la diversidad sexual.
"Creo que ese es precisamente el asunto interesante de cómo un mismo tema empieza a tomar diferentes dimensiones a la vez. Puede mostrarse como incluyente y generador de transformaciones, pero a su vez puede ser usado para reforzar exclusiones", afirma. En este sentido, llama la atención sobre la importancia de considerar el lugar que desempeñan el género y la sexualidad en el contexto colombiano como "marcadores de posiciones políticas".
Serrano considera también necesario examinar críticamente algunos de los elementos en los que se ha sustentado el debate y que pueden ofuscar la comprensión de lo ocurrido. Uno de ellos es la oposición modernidad/oscurantismo que suele estar presente en los debates sobre religión y derechos de personas LGBTI.
"Algunos sectores que defienden los derechos de parejas del mismo sexo señalan que el país debe avanzar en determinada dirección, según una lógica particular de la modernidad vinculada a Europa, y reducen desde esa perspectiva el debate a un problema relacionado con el oscurantismo de la Iglesia. El problema es que al descalificarlos de ese modo no se ve que mediante esos argumentos, dichos sectores conservadores se han ido posicionando como nuevos actores políticos. No es casual que esta reacción contra el Ciclo Rosa se haya dado como una movilización en Internet. Estos actores conocen los usos políticos de estos medios de comunicación y el impacto que pueden generar, lo que les permite atraer a otros actores que de otro modo no se sentirían convocados a este tipo de debates. […] De cierto modo uno podría pensar que lo ocurrido es un anuncio de lo que puede venir y de cómo el tema está en la punta de lanza de este movimiento conservador, que ve en los debates sobre género y sexualidad una ganancia política increíble", concluye.
Y es que a nivel académico, pero también político y cultural, el saldo del Ciclo Rosa no es nada despreciable. Esto es algo que tal vez hayan comprendido con claridad los sectores que lucharon por su cierre: los debates sobre género y sexualidad no sólo representan la amenaza de un conjunto de "ideologías", sino también un escenario propicio para reafirmar formas de legitimidad en la sociedad.
César Sánchez señala que uno de los grandes aportes del Ciclo Rosa ha sido el posicionamiento de temas fundamentales en el debate sobre sexualidad y derechos en Colombia. Ejemplo de ello fueron las discusiones sobre políticas públicas con perspectiva de sexualidad y género que, en su opinión, allanaron el camino para la formulación e implementación de la actual política pública para la garantía de derechos de la población LGBTI en Bogotá. La instalación del tema en la esfera pública "ha llegado a tal punto", señala, "que actualmente se está planteando la formulación de una política sobre el tema a nivel nacional. Este debate nació en la academia y se ha dado de forma sólida desde el Ciclo Rosa", concluye.
Carmen Millán cita en este sentido un programa de formación a la Policía Metropolitana de Bogotá llevado a cabo en el marco del Ciclo Rosa, que nutrió la creación posterior de una figura encargada de tender puentes entre el sector LGBTI y dicha institución. "Compartimos experiencias exitosas de lo que se denomina oficiales de enlace con la comunidad LGBTI. Vinieron invitados de Alemania, Canadá y Londres a dar cursos para la policía con miras a sensibilizar a los miembros de esta institución y aportar a la creación de un oficial de enlace. Eso lo hicimos durante 7 años hasta que se creó dicha figura", relata.
Por su parte, José Fernando Serrano destaca que si bien en el país algunos de estos temas ya eran abordados en ámbitos universitarios, el Ciclo generó un espacio donde podían ser discutidos en interlocución con instituciones gubernamentales, activistas y organizaciones sociales. Al respecto comenta: "en el Ciclo Rosa, ciertos temas significativos para el sector LGBT empezaron a tomar forma. Por ejemplo el debate respecto a qué configura un crimen de odio o violencia por discriminación. Toda esa serie de debates que ahora están incorporados en el conocimiento social sobre el tema, surgieron en el Ciclo Rosa o tuvieron en él la posibilidad de ser revisados, actualizados, comparados con experiencias de otros lados. […] Entonces, el Ciclo Rosa contribuyó de manera fundamental al desarrollo del conocimiento que sustenta la política LGBT en Bogotá y por efecto en el resto del país".
El carácter confesional de la Universidad Javeriana también ha dejado una impronta en el debate sobre sexualidad y derechos, pese a que, afirma Serrano, desde su formulación se planteó con claridad que la religión no sería el marco en el que tendrían lugar las discusiones. Sin embargo, Millán considera que gracias a eso se le ha dado visibilidad a ciertos temas. "Aquí han venido varias personas creyentes que no son heterosexuales, a las cuales la misma Iglesia les ha negado la posibilidad de ir a misa y comulgar. Y creo que han venido acá porque es una universidad católica. Eso permitió entender algunas necesidades de esta población e hizo que el Ciclo se ocupara de temas que quizá no habrían entrado en otras universidades. En dos oportunidades se ha abordado el tema de fe y diversidad sexual, que fue planteado por la misma comunidad", explica.
Fernando Ramírez agrega que esto también ha contribuido a cuestionar el carácter aparentemente monolítico del catolicismo y a dar cuenta de la heterogeneidad de perspectivas que se enfrentan en su seno. Una muestra de ello es que varios sacerdotes de la Universidad salieron a defender esta actividad en su momento, aunque posteriormente tuvieran que acatar su voto de obediencia. En su opinión, lo ocurrido con el Ciclo Rosa también responde al interés de grupos católicos conservadores en imponer una visión hegemónica sobre espiritualidad y sexualidad al interior de la Iglesia.
Al respecto señala Millán: "El hecho de que una organización como voto católico se apropie de la vocería de la Iglesia me parece arriesgado, porque en su interior la Iglesia tiene varios movimientos. Lo triste en este caso es que haya sido la jerarquía católica, y más concretamente Monseñor Falla, quien haya reclamado una victoria sobre las autoridades de esta universidad, con la supuesta cancelación del Ciclo Rosa, que en realidad es un traslado. Quizás él desconoce que algo serio está pasando en la feligresía católica, pero sería bueno que lo mirara con seriedad y respeto. Me parece preocupante que la vocería de una feligresía tan grande, como la católica, esté en manos de un grupo de ese extremismo".
El Ciclo Rosa académico se llevó a cabo este año en las instalaciones del Museo de Arte del Banco de la República los días 28, 29 y 30 de agosto. En su décimo tercera edición inauguró una modalidad de intercambio de experiencias regionales en género y sexualidad, que buscó tender un diálogo entre investigadoras/es y activistas latinoamericanos y dio a conocer debates y experiencias de movilización en la región. Este año el país invitado fue Ecuador y, pese a que el panorama futuro no es muy claro, sus organizadores planean que el próximo sea Brasil.
Resta esperar que el apoyo brindado por distintos agentes a este evento continúe en los próximos años y que activistas, organizaciones sociales, investigadores y toda persona interesada en conservar este escenario de debate, sin importar su orientación sexual o identidad de género, defiendan una iniciativa que, como señalan sus organizadores, no le pertenece a una institución sino a la sociedad en general.