Por años Chile ha sido considerado un país conservador y machista, lo que se ha explicado, entre otros motivos, por el elevado porcentaje de personas que se declaran católicas (70% según el Censo de 2002) y por el autoritarismo reforzado por 17 años de dictadura militar.
El holgado triunfo de la Doctora Michelle Bachelet en las elecciones presidenciales del 15 de enero pasado parece desmentir, o al menos cuestionar esa percepción.
Porque, ¿quién es Michelle Bachelet? Médico cirujano, pediatra y epidemióloga, de 54 años, militante socialista, hija de un General de Aviación que murió víctima de las torturas que sufrió en manos de sus compañeros de arma por haber colaborado con el gobierno del Presidente Allende, ella misma fue detenida y torturada. Exiliada en Alemania, retornó para incorporarse a la lucha por la democracia. Mientras completaba sus estudios médicos, estuvo a cargo del área médica de una ONG que daba apoyo profesional a hijos de detenidos y de víctimas de la dictadura militar.
Con el retorno a la democracia se incorporó al Servicio público de Salud y a la Comisión Nacional del Sida (CONASIDA), fue asesora en atención primaria y en gestión de Servicios de Salud. Ha sido consultora de la OPS/OMS en vigilancia epidemiológica VIH/SIDA y finalmente Ministra de Salud entre 2000 y 2002.
En sintonía con su origen familiar, realizó estudios superiores políticos y estratégicos militares en Chile y en el Colegio Interamericano de Defensa en Washington D.C., EE.UU. Fue entonces asesora del Ministro de Defensa y ella misma, entre 2002 y 2004, Ministra de Defensa Nacional, primera mujer en ese cargo en la historia de Chile.
Jefa de hogar, separada, madre de tres hijos de dos uniones, se declara agnóstica y, desde el Ministerio de Salud, además de su compromiso con la lucha contra el VIH/SIDA, promovió los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres permitiendo la legalización de la anticoncepción de emergencia.
Nada más alejado del estereotipo de mujer chilena tradicional, y del tipo de mujeres que sería aceptable a la gran mayoría, como se tiende a pensar.
Su amplia popularidad la transformó en candidata de la Coalición de partidos políticos actualmente en el gobierno para postular a la Presidencia de la República, más allá de los deseos de esos partidos, que disponían de varios nombres masculinos.
¿Qué explica, entonces, el amplio apoyo que ha tenido, tanto de mujeres como de varones? La respuesta nos debe llevar más allá de la superficie, de las imágenes rígidas sobre la sociedad chilena, hacia los profundos cambios que se han operado en ella no sólo durante el período democrático, cambios culturales y sociales que no son reflejados por la prensa tradicional, sólo recogidos por los estudios de género, en general, y ocasionalmente por estudios sociales y de opinión.
Dichos cambios se vienen gestando desde hace décadas y tienen que ver con el lugar de las mujeres, con los avances en la ciudadanía y también la demanda hacia la calidad de la política, algo que convoca tanto a mujeres como a hombres. Los primeros han sido impulsados desde el movimiento feminista y el amplio movimiento de mujeres desde comienzos del siglo 20, los segundos, en el marco de avances democráticos.
Porque, más allá de la biografía de Bachelet, que sin duda llama la atención, es el tipo de liderazgo que ella ejerce, así como su proyección hacia un mundo abierto y diverso, tolerante e inclusivo, participativo, humanista y solidario lo que hace de ella una figura moderna y universal que amplía los horizontes democráticos. En efecto, su discurso apela una y otra vez a la subjetividad, a otras formas de hacer política, a la necesidad de dar señales concretas en aquello que ponemos en las palabras.
En sus alocuciones ha sido enfática en señalar que su gabinete ministerial será paritario y ha dado gran importancia a la equidad de género. Una y otra vez recuerda la discriminación que viven las mujeres en distintos ámbitos, y la necesidad de avanzar en una agenda pública de igualdad de oportunidades. Combinando una perspectiva de derechos y ciudadanía con una de protección social, abre horizontes a las mujeres de las más diversas condiciones.
Forman parte de su programa el acceso a programas de salud sexual y reproductiva, así como la ley marco sobre Derechos Sexuales y Reproductivos es parte de su programa de gobierno. Ha comprometido dar prioridad a la erradicación de toda forma de discriminación por motivos de raza, color, género u orientación sexual, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, condición o estatus de inmigrante, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.
Aparte de expresar los cambios ocurridos, el triunfo electoral de Michelle Bachelet abre una creativa etapa para profundizar la democracia en Chile y toda América Latina. Son numerosos los desafíos a los que deberá responder, pero cuenta con el respaldo necesario.