CLAM – Centro Latino-Americano em Sexualidade e Direitos Humanos

Gravidez adolescente na Colômbia

Marco Melo es antropólogo y candidato a magíster en Estudios Culturales por la Universidad Nacional de Colombia, ha trabajado en cuestiones de género y sexualidad, medios de comunicación e industrias culturales. En esta entrevista, el investigador del Grupo de Estudios de Género y Sexualidad en América Latina, GESSAM, habla de las representaciones sociales del embarazo adolescente y de su construcción como problema social en Colombia, haciendo hincapié en el rol de los medios de comunicación.

¿Podrías describir en qué consiste tu trabajo de investigación sobre embarazo adolescente?

La propuesta consiste en estudiar la construcción discursiva de la prensa bogotana en torno del “problema del embarazo adolescente” y de la sexualidad de las y los jóvenes. Esto incluye material de tres periódicos entre 2000 y 2007: “El Tiempo”, que es el diario más importante y el único realmente de circulación nacional, “El Espacio”, de circulación en Bogotá y en Cundinamarca, dirigido especialmente a sectores populares, y “El Siglo”, muy ligado al Partido Conservador.

¿Por qué elegir ese periodo para hablar del embarazo y la sexualidad de las y los adolescentes?

Después de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud del año 2000, encontré una abundante movilización de recursos simbólicos, materiales y de política pública respecto a la sexualidad juvenil y una particular preocupación por el embarazo de las jóvenes. En esta producción mediática podemos rastrear cómo el tema ha sido el tratado, cómo han aparecido los diferentes actores y las voces autorizadas y, especialmente, cómo la prensa se constituye en un órgano que sintetiza las formas discursivas hegemónicas para hablar públicamente de esta cuestión, formas discursivas que se estructuran a partir de los saberes biomédicos, la demografía y la psicología.

Mi inquietud principal fue entender qué tipo de orden social se defiende -o se desea defender- a través de esta producción discursiva. A mi modo de ver, esta cuestión de la sexualidad y el embarazo de las y los jóvenes tiene dos ejes centrales de análisis, que exploré en los diferentes periódicos. El primero tiene que ver con la producción de los sujetos a través de los discursos de la prensa: las formas de predicar sobre y hacia los jóvenes, las formas de nombrarlos y de llenar de contenido las categorías “joven”, “sexualidad juvenil” y “embarazo adolescente”. El otro eje está relacionado con la construcción de estas categorías como problemas sociales. A través de estas discusiones se crea un estado de “alarma social” acerca del embarazo y de la sexualidad adolescente.

Como señaló Jeffrey Weeks, la sexualidad se convierte en un campo de debate en el que están en disputa los modos en que deberían ser las sociedades contemporáneas, cuál debería ser su orden social, qué tipo de tecnología de control deben usar, qué formas de disciplina y qué tipo de valores. Este debate, más que suscribirse a una preocupación colectiva, es un espacio donde confluyen diferentes actores dominantes que están en pugna sobre cómo debería ser la sociedad, utilizando esta “cuestión sexual” como metáfora. Por ello, las políticas de control poblacional han tenido gran importancia para pensar el desarrollo y del crecimiento económico.

En la prensa ha difundido artículos y textos de opinión sobre el embarazo adolescente como una preocupación social. La alarma es activada por el aumento en la fecundidad de las adolescentes que registra la Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2005. Es interesante es el modo en que hablan del embarazo adolescente no sólo los periodistas sino también los investigadores, refieriéndose al embarazo temprano de las mujeres como obstáculo para el desarrollo ¿Cómo interpretas esta reaparición de aquel discurso demográfico desarrollista?

Como lo hemos observado también al revisar el Estado del Arte sobre los Estudios de Sexualidad y Derechos Humanos en Colombia (un proyecto del CLAM que el GESSAM desarrolló en Colombia y será publicado próximamente), es un tipo de aproximación común de las investigaciones encaradas por varias instituciones que trabajan en estos temas. No sólo el discurso desarrollista sino también el empeño en restituir una suerte de “normalidad” del curso de la vida. Esta se corresponde con un ideal de la democracia liberal, donde cada persona debe transitar un tiempo de formación escolar más o menos prolongado, que asegure posteriormente la movilidad social, o al menos le dé cierta posibilidad de insertarse en el mercado laboral. Es una ideología que permea la mayoría de los trabajos sobre ese tema, inclusive las revisiones o los intentos de una reflexión crítica sobre ese campo.

Los resultados de diversas investigaciones de corte demográfico muestran la inconveniencia social y económica de que las mujeres sean madres “tempranamente”. Está preocupación se relaciona especialmente con la desvinculación del sistema educativo y el truncamiento del proceso de movilidad deseable que mencionaba anteriormente; corresponde a un tipo de racionalidad económica y una forma neoliberal de comprender el mundo. Lo que está realmente en juego es el modelo de desarrollo social.

Esa visión de mundo, ese sistema de interpretación, muchas veces desconoce otras modalidades estructurales de desigualdad social, al atribuir al “embarazo adolescente” en las clases obreras el principio último del “circulo vicioso de la pobreza”. Menciono esto porque lo que está realmente en juego es el modelo de desarrollo social.

El embarazo adolescente forma parte de los problemas ligados al desarrollo social y económico, pero a la vez es una metáfora de ese desarrollo. Yo siempre me pregunto por qué el embarazo adolescente debe ser necesariamente construido como problema; por qué no reflexionar de la manera contraria? Por qué, por ejemplo, no se piensa como un problema del orden social el hecho de que el cuidado de los niños no sea una cosa pública y que el problema de las madres jóvenes, y también de las madres adultas, de sectores sociales con ingresos precarios y con bajo nivel educativo sea la falta de responsabilidad colectiva del cuidado de los niños y las niñas, la cual sigue siendo una labor de las mujeres. Yo creo que podríamos pensar esta cuestión de forma inversa y no sólo como causa del atraso y del subdesarrollo.

Es la crítica que se podría hacer a algunas interpretaciones de los datos sobre fecundidad adolescente: el embarazo adolescente es la causa de la pobreza, pero no se mira la pobreza como un problema en sí. De hecho cuando se habla de este “problema” no aparecen de manera central la reducción de las desigualdades económicas. El embarazo adolescente es entendido como un problema de las clases populares.

Es más problemático en los sectores populares porque en esos contextos no se pueden desplegar otras estrategias de cuidado colectivo o delegación de las funciones de cuidado. Ahora, aunque varios estudios cualitativos han mostrado que en los sectores populares hay una mayor valoración de la maternidad como un hecho significativo en la trayectoria de vida de las jóvenes, también es un fenómeno de los sectores medios y altos, sólo que en esos grupos sociales el embarazo de las adolescentes se resuelve de diversa forma. En los sectores medios, por ejemplo, es más probable que haya un soporte económico de padres y otros familiares. También se puede recurrir a instituciones que se encarguen del cuidado de los niños, de tal forma que la maternidad o la paternidad adolescentes no signifiquen una barrera radical en la continuidad de la trayectoria académica o de la trayectoria laboral. A su vez, el acceso a abortos seguros es mayor.

De hecho, existe una diferencia importante que define la representación del embarazo adolescente y es su relación con la movilidad social. La cuestión de la reproducción del capital social, cultural y económico es más un problema de las clases altas y medias. Las respuestas ante el embarazo adolescente se diferencian en contextos fuertemente marcados por modelos que valoran la maternidad y el amor romántico frente a contextos que valoran la movilidad social, aunque también sean permeados por esos valores. Como decía, las estrategias para lidiar con un embarazo “inoportuno” –el aborto, la adopción o el apoyo en las funciones de cuidado– guardan relación con las valoraciones sobre la maternidad y la paternidad, pero también con los recursos disponibles ligados a las diferencias de clase. Siguiendo con la intención de dar vuelta al problema: no es tan trágico ser padres o madres a temprana edad cuando hay toda una red de apoyo y de cuidado y buenas condiciones materiales.

Teniendo en cuenta la manera como se presenta esta cuestión ¿para quién es un problema el embarazo adolescente?

Es un problema del gobierno de las poblaciones y de los cuerpos, lo que Foucault ha denominado como biopolítica. Es un problema que tiene dimensiones fiscales para el Sistema General de Salud y Seguridad Social, ya que en Colombia el único cuidado universal asegurado en la práctica efectiva es el cuidado del parto y de los recién nacidos hasta el primer año de vida, entonces es una presión desde el punto de vista económico. Como ya he dicho, también es una cuestión ideológica en relación al liberalismo y las posibilidades de movilidad social, porque es un problema de calificación de la mano de obra. Si se vuelven madres tempranamente, calificarlas como mano de obra se torna difícil, pero que esto se convierta realmente en un problema para los propios sujetos (por fuera de ese orden económico), es una cosa muy diferente.

Es un problema en relación a las bases del proceso de desarrollo nacional. Es necesario responder quiénes son los rezagados y cuáles las estrategias para salir de ese atraso y reducir la pobreza. En ese panorama, el embarazo adolescente y la sexualidad juvenil son motivos de amenaza.

Si hablo de la sexualidad es porque también es un problema de “desarrollo personal” y psicológico. La idea de la producción del sujeto juvenil y de la sexualidad juvenil, cuestión fuertemente influenciada por las disciplinas psicológicas, presenta al adolescente como un sujeto incompleto, ingobernable, que no puede dar cuenta de sí mismo, cuya sexualidad siempre es incompleta, siempre es falsa, siempre es inducida por otros, influenciado por los medios de comunicación o los grupos de pares. La otra idea reforzada por la psicología “mediática”, y que aparece muchas veces cuando se habla de los problemas que involucran a los jóvenes, es “el curso de vida normal”; yo me pregunto ¿cuál es el curso de vida normal de los jóvenes? ¿hay un curso de vida normal?

Las respuestas institucionales ante el embarazo adolescente refuerzan también esa forma de abordar la cuestión: se insiste mucho en que es necesario reforzar la racionalidad individual, procurar que las y los jóvenes tengan proyectos de vida claros, pero se habla muy poco de desigualdades sociales. A su vez parece que es un problema de las mujeres ya que de las paternidades juveniles poco se habla.

Exactamente. Una de las principales características de esas intervenciones es que no ponen énfasis en las relaciones asimétricas de género; diversas investigaciones dan cuenta de esas desigualdades en relación con la salud sexual y reproductiva. Son las mujeres de todas las edades las que se siguen responsabilizando de la anticoncepción. A este respecto es importante recordar que existe un grave problema de asistencia alimentaria a los hijos por parte de los hombres, que no es objeto de preocupación social. No es entonces un problema de las mujeres jóvenes, ni de los hombres jóvenes, es un problema estructural suscrito en una fuerte asimetría de las relaciones de género. Es un problema cultural de larga duración, que no se puede reducir a la “irresponsabilidad de los jóvenes”.

Ese principio de autonomía y de racionalidad individual tampoco tiene en cuenta que los jóvenes viven en unidades familiares y a veces no usan métodos anticonceptivos por temor a sus padres; de este modo, las transformaciones socio-culturales también alcanzan a la generación de madres y padres. Ese orden familiar no se cuestiona al considerar al uso de los métodos anticonceptivos como un problema de comportamiento individual, de racionalidad, y no funciona así.

Las reacciones a la campaña “Condón Pilo”, de la Secretaría de Salud de Bogotá, muestran el rechazo ante el cambio de estrategias de prevención en salud sexual y reproductiva y el fuerte arraigo que tiene esa representación de la que hablas sobre la incapacidad de los adolescentes y su tendencia a ser influenciables. Muchas personas opinaron que era demasiado directa, promovía la promiscuidad y algunos rectores se negaron a poner los afiches en los colegios.

Efectivamente, esa lógica de gobierno de los jóvenes les atribuye poco rendimiento racional y poca capacidad de reflexión y autocontrol sobre su propio cuerpo. En ese sentido, siempre está la amenaza de la influencia externa; una campaña explícita se convierte en algo peligroso. Esa manera de pensar está muy influenciada por una perspectiva biológica del deseo que piensa que existe una inestabilidad natural del deseo sexual y que cualquier estímulo lo activa y lo descontrola.

Frente a los discursos que relevé en la investigación, que el 20% de las mujeres entre 15 y 19 años se embaracen puede ser presentado como una cifra alarmante, pero también quiere decir que el 80% de las mujeres se embarazan en otras edades. Sin embargo, ¿cuántos hombres en el país están demandados por inasistencia alimentaria? Nada más en el año 2005 se encontraron en la Fiscalía General de la Nación 73.000 denuncias por ese delito, sin contar con los múltiples casos que por diferentes razones no son denunciados. En el mismo año, los juzgados de familia tuvieron a su cargo 24.000 procesos que buscaban fijar una cuota de alimentos a favor de niñas y niños. Podemos ver que la irresponsabilidad frente a la paternidad y la maternidad es un problema también de los adultos. Tener hijos a mayor edad no significaría inmediatamente tener una mayor responsabilidad sobre la crianza. Entonces en última instancia, la paternidad o maternidad responsable, si se puede hablar de eso, es una cuestión cultural y estructural.

Hagamos la misma pregunta en relación al uso de preservativo: ¿por qué los jóvenes tienen que usar más preservativo que los adultos? En realidad no hay un uso mayor de preservativo de los adultos con respecto a los jóvenes. Los adultos que están en una etapa del ciclo de vida en que se pueden hacer cargo de sí mismos, que están formados, tampoco lo usan.

Efectivamente, ser madre a los 18 años es un problema en Colombia, pero pude que no sea un problema en Noruega o en Dinamarca, porque el sistema de apoyo y los derechos y titularidades ciudadanos están asegurados. Cuando uno piensa realmente que el cuidado de los niños es un problema colectivo y no recae únicamente sobre la madre y sobre su núcleo familiar más inmediato, entonces ese asunto cambia. No es necesariamente un obstáculo para que las mujeres se mantengan en el sistema educativo o para conseguir un trabajo mejor remunerado.

¿Qué agrega a este panorama la despenalización del aborto en tres casos? ¿crees que puede preverse algunas variaciones en la manera de abordar el embarazo adolescente?

Yo creo que el tema del aborto es fundamental para esta cuestión. De hecho creo que en la medida en que los argumentos que se han dado para despenalizar el aborto calen más hondo, se pueden dar cambios culturales importantes. Sin embargo, también muestra la dificultad de plantear la cuestión del aborto en términos sociales y culturales, ya que los argumentos más fuertes fueron del orden técnico: como problema de salud pública relacionado con la mortalidad materna. Efectivamente, la mortalidad materna es un problema sumamente grave pero ¿por qué no se puede dar este debate en términos sociales y culturales, explicitar el problema de la autonomía, de las relaciones de género inequitativas, apuntando a una despenalización total?

Además, el acceso al aborto para las adolescentes no está asegurado por la limitación de la autonomía ya descrita anteriormente. En los tres casos contemplados por la legislación, los jóvenes no son ciudadanos plenos, es una decisión de los padres si se interrumpe o no se interrumpe un embarazo. En todo caso, la manera de entender el embarazo adolescente, fuertemente centrada en la reproducción de la pobreza, insiste en presentar a los jóvenes como víctimas radicales que contaminan, en cierto sentido, el orden social, estrechando la posibilidad de hacer de esa diferencia etaria un motivo de reivindicación social y política que permita el reconocimiento como sujetos de derechos.