En sus 36 años de duración, el conflicto armado interno de Guatemala dejó un saldo de más de 200.000 muertos y 45.000 desaparecidos. Provocó el desplazamiento forzado de más de un millón de personas, dejó 200 mil menores huérfanos y más de 40 mil mujeres violadas. Los datos correspondientes a la Comisión de Esclarecimiento Histórico –organismo creado para investigar las violaciones de derechos humanos y las distintas formas de violencia que tuvieron lugar en ese período–, señalan asimismo que más del 80% de las víctimas fueron mayas, por lo que para muchos es claro que se trató no sólo de un enfrentamiento bélico de orientación ideológica entre las Fuerzas Armadas de Guatemala y las guerrillas revolucionarias del país, sino también de un genocidio.
Las mujeres mayas han desempeñado diversos papeles en la lucha insurgente, la denuncia de violaciones de derechos humanos por parte del Estado y la búsqueda de justicia frente a los crímenes cometidos durante el conflicto armado. Asimismo, han realizado un importante trabajo en el reconocimiento cultural y la revitalización del derecho maya, que involucra un posicionamiento crítico frente al racismo y el clasismo de las cuales son objeto en tanto indígenas, pero también frente a las desigualdades de género en el seno de sus comunidades. Esto ha supuesto una interpretación activa de discursos feministas y de derechos a la luz de principios indígenas, así como una mirada crítica hacia los feminismos occidentales que representan a las mujeres del llamado Tercer Mundo y especialmente a las indígenas, como víctimas de un patriarcado arraigado del que deben ser rescatadas.
Morna Macleod, doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México y profesora-investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, ha investigado las luchas políticas y culturales de las mujeres mayas con perspectiva interseccional. Esto le ha permitido identificar tanto la especificidad de las luchas de las mujeres mayas frente a otros actores indígenas y mestizos, como las diferencias que plantean en los espacios donde actúan. En entrevista con el CLAM, Macleod se refiere al papel de las mujeres mayas en los contextos de conflicto armado y de posconflicto para analizar sus complejas relaciones con los movimientos indígenas y con las luchas feministas mestizas y occidentales.
En su trabajo señala la importancia de la perspectiva de los estudios subalternos en tanto permiten abordar la especificidad de los actores sociales sin homogeneizarlos. ¿Cómo caracterizaría en ese sentido la lucha de las mujeres mayas durante el conflicto armado en Guatemala?
Durante el conflicto armado se hablaba continuamente de ‘el pueblo’. Hombres y mujeres eran ‘pueblo’ y no había un espacio para entender las particularidades de los actores y actoras sociales. Esa es una crítica que se ha hecho al modo como se ha abordado el conflicto armado de Guatemala. En este sentido resulta difícil generalizar la experiencia de las mujeres mayas. Algunas mujeres fueron combatientes, se sacaron el traje y se pusieron un uniforme, aunque no fueron muchas. Las que participaron en el conflicto solían estar en la retaguardia, prestando servicios de alimentación y mensajería. A raíz del asesinato de sus padres, esposos y hermanos por causa de la represión, muchas optaron por alzarse. A partir de algunas entrevistas observé que en el caso de las mujeres militantes, su experiencia del conflicto estaba marcada por la etapa o fase de vinculación en el mismo. Una mujer, por ejemplo, trabajaba como empleada doméstica en la Ciudad de Guatemala, pero este trabajo era una fachada, porque quienes integraban la resistencia actuaban en la clandestinidad. Ella relataba que en esa época las relaciones con sus compañeros y compañeras ladinos eran muy horizontales. Posteriormente se desplazó a la montaña, donde su experiencia en la lucha fue menos democrática, y luego tuvo que exiliarse, momento en el cual se intensificó la experiencia del racismo. Esa entrevista me dio luces respecto a cómo cambió la experiencia según los momentos del conflicto y a medida que se acentuaba la represión. Organizaciones revolucionarias también cambiaron. Dos organizaciones pioneras en sus posiciones sobre la importancia de incorporar indígenas a la lucha, en sentido étnico y no sólo de clase social, se hicieron menos abiertas, más verticales y discriminatorias en la media en que aumentaba la represión.
Por otro lado, hubo mujeres mayas que durante el conflicto armado conformaron organizaciones sociales. Una de las primeras organizaciones fue la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), que surgió aproximadamente en 1987 a raíz de las masacres. En ese momento ya había un gobierno civil en Guatemala, pero el conflicto continuaba y el ejército tenía un peso enorme. CONAVIGUA surgió con una valentía increíble en momentos muy complicados. También hubo grupos de apoyo para familiares de detenidos y desaparecidos.
Pero incluso antes de CONAVIGUA hubo mujeres que lucharon contra el reclutamiento forzado de jóvenes mayas. Era frecuente que el Ejército llegara a las aldeas y se llevara a los jóvenes a la fuerza para enlistarlos en el servicio militar. Esto implicó la transgresión de muchas prácticas culturales mayas y de formas de ser propias. En el Ejército, así como en las patrullas de autodefensa civil, algunos de los jóvenes mayas cometieron actos terribles. Esa lucha fue muy importante y estuvo encabezada por mujeres indígenas.
¿A partir de qué momento se puede hablar de un movimiento de mujeres mayas en Guatemala?
Hay muchas mujeres mayas que forman parte de organizaciones de mujeres, pero no sé si ellas dirían que forman parte de un movimiento como tal. Ellas provienen de lugares distintos. Antes de la firma de los acuerdos de paz surgió un movimiento maya con reivindicaciones culturales. Pero también existía una corriente popular vinculada al movimiento revolucionario. Son actores diferentes y las mujeres mayas organizadas se relacionaron de forma distinta con ambos troncos: unas luchaban más por el reconocimiento cultural, otras participaron en la lucha revolucionaria, hubo mujeres que estuvieron en ambos lados y otras que no estuvieron en ninguno.
A nivel organizativo, la primera agrupación de mujeres mayas de alcance nacional fue el grupo Kaqla, que surge en 1997, justo después de la firma de los acuerdos de paz, y se posiciona como un grupo que produce conocimiento no sólo sobre género, sino también sobre racismo, etnicidad y clase. Es una organización de mujeres mayas intelectuales, en su mayoría profesionales, conformada a raíz de un diplomado en género ofrecido por FLACSO [Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales]. Si bien ellas se interesan en cuestiones de género, guardan distancias y se diferencian de un feminismo occidental mestizo. Pero antes ya existían organizaciones de carácter municipal o comunitario, que agrupaban a mujeres tejedoras, artesanas o vinculadas a proyectos de desarrollo. Una de ellas es Amuted, una organización ubicada en Quetzaltenango que trabaja sobre desarrollo con el poder local. Posteriormente se conformó Moloch, una organización nacional que trabaja por la participación política de las mujeres mayas. Esta organización abarca mujeres de diferentes partidos políticos, de izquierda y de derecha, lo cual puede resultar complejo cuando se discuten cuestiones relacionadas con la realización de megaproyectos como hidroeléctricas, puesto que algunos partidos políticos apoyan dichos proyectos.
¿Qué papel han desempeñado las mujeres mayas en la búsqueda de justicia por los crímenes cometidos durante el conflicto armado?
Las mujeres mayas organizadas han tenido un rol importante. En el juicio al general Ríos Montt, en el que fue condenado a 80 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad y genocidio, y cuyo juicio fue anulado 10 días después, los testimonios de las mujeres mayas ixiles tuvieron gran impacto. Ellas hablaron no sólo sobre el asesinato de sus esposos e hijos, sino también sobre el uso de la violencia sexual como arma de guerra durante el conflicto armado.
La Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG), junto al Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) y otras organizaciones, han realizado investigaciones sobre este tipo de violencia como parte de la política contrainsurgente en varios departamentos del país. En 2010, estas organizaciones llevaron a cabo un Tribunal de Conciencia contra la Violencia Sexual hacia las Mujeres durante el Conflicto Armado, en el que participó también CONAVIGUA. Aunque de carácter simbólico, este es un ejemplo de la lucha por la justicia en la que han participado mujeres mayas.
Con las investigaciones, los talleres, las prácticas de sanación y el Tribunal de Conciencia se abrió camino hacia la Justicia formal. Actualmente está siendo juzgado el caso de Sepur Zarco, que involucra no sólo violación sino también esclavitud sexual de mujeres mayas por parte de militares que las obligaron a vivir en o cerca a bases militares para ser sus sirvientas y amantes. También se está preparando un caso para llevar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que tuvo lugar en cuatro lugares donde estas organizaciones han hecho un trabajo de investigación y acompañamiento.
¿Cuál fue la incidencia de este tipo de violencia en mujeres indígenas?
La violencia sexual contra mujeres en el conflicto armado es quizá la violación a los derechos humanos menos reportada, excepto por la violación de hombres en el mismo contexto, sobre la cual se habla todavía menos. Del total de casos de violación sexual de mujeres, aproximadamente 770, registrados por las Comisiones de la Verdad, la gran mayoría, más del 95%, se cometieron contra mujeres mayas. En tanto práctica masiva se dirigió a esta población.
En general, la represión política fue más dura con los mayas. De acuerdo con datos proporcionados por las Comisiones de la Verdad, el 87% de las violaciones de derechos humanos fueron contra esta población. Yo comparto la idea de que hubo genocidio en Guatemala y que éste estuvo relacionado no sólo con ser parte del movimiento revolucionario, sino con ser maya. La represión en las ciudades no fue tan dura como en las zonas rurales. Algo similar ocurrió con la violencia sexual. También estuvo presente la idea de atentar contra la “pureza étnica”, por lo que si un soldado mestizo violaba a una mujer maya y ella quedaba embarazada, estaría contribuyendo a acabar con la ‘raza maya’. A muchas mujeres mayas embarazadas les quitaron el feto de sus vientres. La represión también afectó a bebés y niños que fueron estallados contra piedras. Todo esto refuerza la idea de un genocidio atravesado por el racismo. El miedo también tuvo que ver. Los mayas son la mitad de la población del país y creo que en el imaginario social ladino hay un temor a que ‘los indios bajarán de la montaña’ y se vengarán por causa de la explotación y el racismo a los cuales han sido sometidos.
Usted señala que luego del conflicto armado, organizaciones mayas guatemaltecas pusieron en marcha un proceso de revitalización del derecho indígena como modo de hacer frente a las violencias y como mecanismo de reconstrucción de su identidad. ¿Cómo han incidido las demandas de las mujeres mayas en la reconceptualización y revitalización de dicho derecho?
Las mujeres de Kaqla han llevado a cabo un trabajo de sensibilización con alcaldías indígenas como la de Chichicastenango acerca de la necesidad de que el derecho indígena sea bueno con las mujeres. Algunos alcaldes han hecho un trabajo muy bonito de acompañamiento a mujeres en casos de violencia doméstica. Sin embargo, aunque hay mucho machismo y relaciones asimétricas de poder en el derecho indígena, también hay elementos del mismo que favorecen a las mujeres. Hay una potencialidad muy grande que no existe en el derecho positivo, al que acuden las mujeres en busca de justicia pero donde les hablan en español, tienen que pagar y son víctimas de racismo. Es importante resaltar estos otros aspectos.
Es decir que, a diferencia de lo que han plantado otras autoras, la relación entre derecho indígena y derechos de las mujeres no es negativa…
Hay muchas experiencias negativas, pero no siempre es así. Dicha relación es compleja. En mi libro Nietas del fuego, creadoras del alba. Luchas político-culturales de mujeres mayas (2011) abordo los encuentros y desencuentros de las mujeres mayas con las feministas mestizas. Es preciso recordar que el racismo está en todo lado, en los partidos políticos de izquierda y de derecha, en el gobierno y también en los movimientos sociales. Las mujeres mayas que conozco no consideran que los derechos individuales y los derechos de las mujeres riñan con los derechos colectivos. Esta idea de que los derechos colectivos son malos para las mujeres es una interpretación que no proviene de mujeres mayas. Ellas quieren derechos colectivos, pero también relaciones equitativas entre hombres y mujeres. Por lo menos las mujeres mayas que conozco que trabajan sobre género.
En un artículo que escribió con Rachel Sieder ustedes señalan que las mujeres mayas han hecho una lectura propia de los discursos sobre derechos de las mujeres a la luz de su cosmovisión indígena. ¿Cómo ha sido este proceso?
En este caso la cuestión no sería tanto de ‘derechos’ de las mujeres, sino de ‘equidad’ entre hombres y mujeres. Porque los derechos son un concepto de la modernidad, que es otro discurso de las mujeres mayas. Cuando ellas hablan sobre género desde la cosmovisión o las epistemologías indígenas plantean una entrada diferente para lograr la equidad entre hombres y mujeres. Las mujeres mayas que avanzan en ese camino hablan de dualidad, complementariedad y equilibrio, que son principios mayas. No es que las mujeres indígenas rechacen los derechos, de hecho los reivindican bastante. Se trata más bien de dos diferentes discursos y estrategias.
A partir de los años noventa es preciso hablar no de un movimiento maya sino de movimientos mayas, en plural. A finales de los ochenta fue el (re)surgimiento del movimiento maya que luchó por el reconocimiento cultural de este pueblo. En este proceso, a los hombres mayas que invocaban dichos principios las mujeres les pedían que los pusieran en práctica. En inglés se dice walk the talk, es decir, que su discurso no fuera vacío sino que lo hicieran realidad. Algunos guías espirituales y sus parejas tratan de ponerlo en práctica y buscan ser ejemplo para los demás. Yo diría que esta es la gran diferencia con los abordajes de los feminismos occidentales.
El caso de Kaqla es interesante porque al principio las mujeres de esta organización enunciaban un discurso de derechos, pero luego decidieron integrar, además, la sabiduría de sus ancestras y ancestros, retomar su espiritualidad. Su discurso se desplazó hacia una lectura de las relaciones entre hombres y mujeres a partir de los principios mayas. Para ellas, derechos colectivos y equidad de género no riñen, sólo son dimensiones distintas.
Usted aboga por un abordaje interseccional y de un feminismo anticolonial en el análisis de las relaciones de género en grupos indígenas y con ello evitar perspectivas como la de Moller Okin, para quien el reconocimiento de la autonomía de los pueblos indígenas y de su cultura amenaza la situación de las mujeres. ¿Podría señalar en qué consiste esta propuesta?
Un punto fundamental que destaca la perspectiva interseccional es que no hay sólo género o sólo género y clase. Es importante mirar también la etnicidad, el racismo y cuestiones relacionadas con la construcción de nación. Para muchas mujeres indígenas, no sólo de Guatemala, hablar de género a secas resulta chocante porque no es el único problema que enfrentan. La interseccionalidad permite ver que los problemas son más amplios y que involucran no sólo a sus compañeros mayas sino también a otros actores, como aquellas feministas occidentales que quieren ‘salvarlas’. Estas dificultades se acentúan cuando ‘el malo’ no es el Estado, sino cuando hay prácticas excluyentes en los movimientos sociales. Al iniciar mi trabajo de investigación para la tesis de doctorado planteé como hipótesis que las mujeres mayas organizadas tendían a anteponer su identidad étnica a su identidad de género, pero luego me di cuenta que esa afirmación no era precisa y que la situación era mucho más compleja. Las luchas contra las opresiones y defensa de dimensiones identitarias son situacionales, depende del interlocutor, del contexto, de lo que se está disputando en un determinado momento. En la relación con hombres mayas machistas el género destaca, pero en un contexto en el que están presentes ladinos y mayas, usualmente se antepone lo maya.