Migrar a Europa representa para muchas mujeres transgénero sudamericanas la promesa de escapar de las diversas formas de violencia y discriminacióna que están expuestas en su vida cotidiana en sus lugares de origen. Frente a la pobreza y la violencia institucional y la permanente exclusión del ámbito educativo, laboral y de la seguridad social, ejercer la prostitución en el “primer mundo” a menudo les permite –como a otros migrantes, con mucho esfuerzo– mejorar mínimamente sus condiciones de vida y de ese modo incluso negociar el rechazo familiar que otrora sufrían.
El ingreso al Viejo Continente no resulta fácil. Además del elevadocosto del traslado –frecuentemente financiado con préstamos– y de la constante amenaza de ser deportadas, las trans no cuentan con redes de apoyo en los países adonde llegan, donde se habla un idioma distinto al suyo y donde el estigma de su procedencia las hará vulnerables a otras formas de exclusión. Pese a ello, para muchas ejercer la prostitución en Europa representará ganancias económicas, la posibilidad de obtener cierto reconocimiento social por parte de sus coterráneos, así como ganar mayor agencia y control sobre sus vidas.
José Ignacio Reyes Serna es miembro de la asociación ACCEPTESS-T que trabaja por la Inclusión Social de la población transgénero migrante residente en París. Entre 2010 y 2012, llevó a cabo una investigación etnográfica sobre trayectorias migratorias de transgénero (MtF) sudamericanas (argentinas, colombianas y peruanas) que ejercen la prostitución en París, para su disertación en Ciencias Sociales de la École des Hautes Études en Sciences Sociales.
En entrevista con el CLAM, el sociólogo colombiano destaca el carácter complejo y multifacético del ejercicio de la prostitución para trans sudamericanas que migran a París. Discute la articulación entre el marco jurídico que rige esa actividad con las políticas de inmigración y los discursos sobre el proxenetismo y la explotación sexual.
¿Qué representó para sus entrevistadas viajar a Europa para ejercer la prostitución?
Viajar a Europa para ejercer la prostitución le permitió a la mayoría de las trans suramericanas contactadas no sólo obtener ingresos para garantizar sus condiciones materiales de existencia, sino también realizar algunas inversiones en sus países de origen (comprar una casa por ejemplo), así como apoyar financieramente a sus familias. La exclusión social entre esta población comienza en la esfera familiar, por lo que la mayoría se aleja de sus familias con el fin de comenzar su transición de género, así como para evitar violencia en el seno familiar. Pero al convertirse en un sostén económico, la prostitución les permite establecer nuevas relaciones con sus familiares en la medida en que las mercancías materiales son intercambiables por el reconocimiento afectivo. Por ello, como señala Fernando Urrea, el rechazo familiar es un fenómeno ambiguo y cambiante.
Vivir en Francia les permitió a la mayoría beneficiarse del servicio de cobertura de salud universal propio del sistema republicano francés, incluso para aquellas en situación administrativa irregular (sin papeles), lo cual garantizó el acceso gratuito a tratamientos para contrarrestar los efectos nocivos de intervenciones quirúrgicas realizadas durante sus etapas de transición (como por ejemplo las inyecciones de silicona industrial en sus cuerpos y rostros), así como a tratamientos de enfermedades de alto costo (como por ejemplo el VIH).
Al regularizar su situación administrativa lograron beneficiarse de dispositivos sociales tendientes a reducir una posible situación de indigencia, como por ejemplo tener una vivienda y/o contar con un subsidio económico, especialmente aquellas trans que se encontraban en una situación de mayor fragilidad social, debido a su edad o a su delicado estado de salud.
También implicó para algunas comenzar un proceso de inserción socio-profesional gracias a diferentes programas de formación (primero en lengua francesa, luego en el aprendizaje de un oficio) que les brindan mayores posibilidades de ejercer otra actividad diferente a la prostitución.
¿De qué modo se acentúan, disminuyen o transforman las condiciones de exclusión y marginalidad que enfrentan las trans latinoamericanas en sus países de origen luego de migrar a Europa?
Aunque las condiciones de exclusión y marginalidad disminuyeron respecto a lo señalado anteriormente, también se acentuaron en lo referente al sentimiento de soledad debido al hecho de encontrarse lejos de sus países de origen y de sus familias, a las dificultades para comunicarse en una lengua extranjera, y a los diferentes estigmas que ellas debieron afrontar debido a su condición de trans, migrantes, prostitutas, y en algunas casos, al hecho de convivir con una enfermedad crónica.
Con relación al ejercicio de la prostitución, si la violencia de carácter institucional (policial) era menor en comparación con la vivida en sus países de origen, el hecho de prostituirse en espacios aislados (como por ejemplo en bosques) las hacía más vulnerables al abuso por parte de clientes, así como a las inclemencias del clima (principalmente en invierno). Igualmente, si algunas de ellas tenían la posibilidad de comenzar un proceso de inserción socio-profesional, la mayoría de trabajos a los que podían acceder estaban condicionados por su situación de migrantes y por su transidentidad (principalmente en actividades relacionadas con la limpieza o el cuidado). Finalmente, la presión institucional y social por realizar una operación de reasignación sexual que las sitúe dentro del modelo binario hombre-mujer parecía adquirir más relevancia en Francia que en sus países de origen.
Usted señala que aunque el ejercicio de la prostitución puede exponer a las trans migrantes a redes de proxenetismo, buena parte de la violencia contra ellas es de carácter institucional. ¿Cómo las ha afectado la legislación y la acción institucional francesa en materia de prostitución?
Cuando hablo de violencia de carácter institucional, me refiero explícitamente a la violencia policial. Diversos estudios muestran que en Francia, antes de la aprobación de la Ley de Seguridad Interior (que castiga la ‘captación pasiva de clientes’ mediante actitudes como la incitación a través de paseos lentos por la calle o mirar a los transeúntes enfáticamente), el ejercicio de la prostitución se realizaba en condiciones menos precarias. La mayoría de las prostitutas formaban parte del paisaje cotidiano de los barrios en los que se localizaban, tenían mayores posibilidades de negociar con sus clientes la prestación de un servicio sexual y lo realizaban en habitaciones de hoteles o en pequeños estudios alquilados por ellas mismas.
La nueva ley fue promovida por Sarkozy y aprobada en marzo de 2003 con el fin de luchar contra las redes de proxenetismo, pero llevó a que la mayoría de las personas que ejercían la prostitución tuviesen que replegarse hacía la periferia de la ciudades para evitar ser arrestadas por la policía. Tal desplazamiento incrementó las posibilidades de ser agredidas, dificultó el trabajo de prevención realizado por las asociaciones y redujo la capacidad de negociar con los clientes la prestación de un servicio sexual. Asimismo hizo más feroz la competencia entre las personas que se prostituían debido a su confinamiento en un mismo espacio, aumentó el poder de las redes de proxenetismo para decidir dónde y quiénes podían ejercer la prostitución y precarizó las condiciones de prestación del servicio sexual, que pasó a realizarse con más frecuencia a la intemperie.
De acuerdo con su trabajo, la acción institucional francesa en materia de prostitución se ha concentrado en la prostitución callejera y no en la prostitución en general. Asimismo, señala un silencio en torno a la prostitución masculina, pese a que esta corresponde aproximadamente al 30% del total de la actividad. ¿A qué atribuye esta selectividad?
El control de la prostitución se articula con las políticas sobre inmigración, obedeciendo así a una política de selección, en términos biopolíticos, de un tipo de migrantes. Los estigmas asociados a la actividad de la prostitución, así como a las personas que ejercen esta actividad, las convierte en individuos “indeseables” y “peligrosos” para una sociedad, en la medida en que trasgreden un orden hegemónico que pretende confinar la sexualidad femenina al espacio de la familia y a unos fines exclusivamente reproductivos. Éric Fassin señala que la estrategia para traslapar la articulación del control de la prostitución con las políticas sobre inmigración consistió en la banalización de un discurso que redujo el ejercicio de la prostitución a la trata de personas y a la explotación sexual de las mujeres, especialmente si eran migrantes en situación de extrema precariedad.
Respecto a la invisibilización de los hombres que ejercen la prostitución, uno de los principales argumentos empleados por las personas que se oponen a la actividad prostitucional ha sido el de la violencia ejercida sobre el cuerpo de las mujeres en un contexto patriarcal que privilegia el derecho de los hombres a disponer del cuerpo de las mujeres. Hablar de prostitución masculina implicaría reconocer, por una parte, que los hombres son también víctimas de este sistema patriarcal, y por otra que algunas mujeres participarían del mismo en la medida en que pagarían por disponer del cuerpo de los hombres. En este sentido, resultaría menos problemático invisibilizar la prostitución masculina que asumir las fisuras de un discurso que desconoce el carácter multifacético y complejo de la actividad prostitucional.
¿Cuáles son las perspectivas de sus entrevistadas con relación al ejercicio de la prostitución en el futuro o a la búsqueda de una alternativa laboral? ¿Aspiran a regresar a sus países de origen?
El ejercicio de la prostitución en el futuro parece condicionado por la posibilidad de que este continúe devengando ingresos. En el momento en que mis entrevistadas experimentan una reducción de los mismos, surge la posibilidad de realizar otra actividad. Ahora bien, si algunas de ellas manifestaron interés en realizar una actividad diferente, la mayoría consideró la prostitución como una fuente legítima de ingresos, frente a otras actividades en las que el esfuerzo físico era mayor y los ingresos menores (como por ejemplo las labores de limpieza).
Sin embargo, la búsqueda de una alternativa laboral no será fácil: la barrera del idioma constituye un primer obstáculo. Otra dificultad radica en los múltiples estigmas que ellas deben enfrentar debido a su condición identitaria, de migrantes, de prostitutas y, en algunos casos, de personas conviviendo con alguna enfermedad crónica. Pero sin duda, el principal obstáculo es la poca confianza en ellas mismas debido a unas historias de vida marcadas por situaciones sistemáticas de discriminación y de exclusión social.
Pese a estas dificultades, la posibilidad de regresar a sus países de origen no aparece contemplada, en el mediano plazo, para la mayoría de mis entrevistadas, especialmente para aquellas que han obtenido un contrato de trabajo o que han establecido una relación de pareja estable.
A diferencia de investigaciones que establecen marcadas distinciones entre las relaciones heterosexuales convencionales y aquellas que involucran a personas trans en ejercicio de prostitución, usted encontró varias semejanzas. ¿Cómo interpreta esto? ¿Cree que ha habido una ‘normalización’ de las relaciones de pareja que involucran a las personas trans?
Algunos autores han señalado que los compañeros de personas trans que ejercen la prostitución suelen venir del mismo origen social de ellas y que muchos se dedican a actividades ilícitas como el tráfico de drogas. Si bien es así en algunos casos, los compañeros de varias de mis entrevistadas tienen perfiles muy diferentes: uno es electricista, otro recepcionista de hotel, otro es un francés dueño de una empresa de limpieza, etc.
También se ha dicho que, a diferencia de las parejas heterosexuales de clase media, las trans que ejercen la prostitución y sus compañeros prefieren no salir con amigos, caminar tomados de la mano en lugares públicos, organizar veladas en sus casas o hacer reuniones familiares. Sin embargo, entre mis entrevistadas (especialmente aquellas con un compañero de origen francés) he observado este tipo de actividades. La mayoría aspira además a una relación de pareja estable y sus relaciones actuales han tenido una duración que oscila entre uno y diez años.
Al respecto, más que una ‘normalización’ de dichas relaciones, me gustaría sugerir una reconfiguración del mercado erótico-afectivo para las personas trans, gracias a la reducción de su situación de exclusión social, particularmente en Francia. El poder beneficiarse de los mismos derechos que el resto de la población va a permitirles establecer una relación de pareja más horizontal, así como la construcción de un proyecto de vida conjunto que tenga en cuenta sus expectativas personales.